La Jefatura de Gabinete, que comanda Marcos Peña, armó el discurso que Mauricio Macri leerá en la apertura de las sesiones del Congreso. Desde allí salieron los pocos apuntes que habrá sobre economía en esa ponencia. Algo de herencia, orden en las cuentas y expectativa positiva hacia adelante. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, casi no aportó a ese texto, porque no hay indicadores positivos, visibles, para mostrar. Paradójicamente o no, tampoco Dujovne será un hombre relevante en la campaña presidencial. No porque sólo tenga malas noticias o más ajuste para sumar, sino porque en Cambiemos entienden que la economía será un eje en la contienda electoral, pero que, aún en recesión profunda, no hará mella en lo que, descartan, será un triunfo seguro de Macri. “La economía no nos hará ganar ni perder la elección” es la frase que más se escucha en los pasillos de la Casa Rosada, un giro renovador, pretencioso y riesgoso en la forma en que el oficialismo se para en un contexto recesivo.
Quedó atrás la idea única de que la exaltación de la grieta servirá para cubrir los errores de la política económica e industrial y, así, equilibrar fuerzas con un peronismo que, desmembrado, parece querer disputar sólo en ese terreno. La visión de la economía en campaña mutó en una apuesta política inédita en la región: intentar una reelección en una gestión que en tres de los cuatro años tendrá números en rojo. Y minimizar el impacto en el electorado de cifras altamente perjudiciales, sobre todo para una clase media que sustentó el triunfo de Macri en 2015.
“La inflación baja más lento de lo que deseamos”, admiten en el Ministerio de Hacienda, pero cuentan que la idea de Dujovne y lo que se le prometió a Macri es que 2019 será un año sin sobresaltos: orden fiscal, cuenta corriente en carriles normales, tipo de cambio flotante pero estable y retorno paulatino del crédito. Es un universo de indicadores que aún no sacan la cabeza del pozo, pero que en el Gobierno los dan como garantía.
Nadie de los consultados por Letra P puede explicar si la apuesta es autoría del asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, pero es un movimiento contracíclico que reniega de la historia reciente y que todos comparten. En 1992, otro asesor reconocido, el estadounidense James Carville, colgó en las oficinas de Bill Clinton varios carteles motivadores. Uno de ellos se hizo clásico: “La economía, estúpido”. El demócrata, que tenía una intención de voto del 20% contra un 80% de George Bush padre, terminó ganando la elección presidencial de 1993. Su contrincante no pudo remontar imagen contra el eslogan demoledor en una economía derrumbada.
Para el Círculo Rojo y la oposición, la economía pesará en la campaña. Tanto, como para que muchos ya hablen de que la grieta con el kirchnerismo, la judicialización de la política y la corrupción del gobierno de Cristina Fernández no le quitarán al PJ más votos que en 2015.
Carville, el ideólogo de la frase que llevó a Clinton al triunfo en 1993.
“La tiene difícil Mauricio”, admiten en entidades empresarias, incluso en las del agro nacional, que se mantienen alineadas con el proyecto Cambiemos. Estos sectores descartan que, si el PJ se uniese tras otro candidato que no fuera la ex presidenta, el triunfo opositor sería casi una fija. Hoy se entusiasman con el ex ministro Roberto Lavagna, que busca su destino, pero no ven con malos ojos a otras alternativas dentro del arco peronista no K. Los más golpeados, entre ellos los industriales y las pymes de todos los rubros, tolerarían incluso una versión aggiornada del kirchnerismo, algo que parece estar moldeando la ex mandataria si se analiza su raíd silencioso y sus modos ante los interlocutores.
El plan de Macri de dar la discusión económica pero quitándose la preocupación de que eso pueda impactar en las urnas conlleva peligros pero ninguna certeza. Carville ganó con Clinton, pero perdió cuando asesoró a Eduardo Duhalde en las presidenciales de 1999, donde cayó derrotado por los aliancistas Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. El mismo Carville que asesoró a Clinton ganó, en 2007, como uno de los cerebros de la primera gobernación bonaerense de Daniel Scioli. También, el hacedor de la frase emblemática sobre la economía en las campañas cayó derrotado con el ex motonauta en las presidenciales de 2015.
El macrismo parece sujetarse con ambas manos a los heterogéneos antecedentes que ha mostrado el hecho de anteponer el factor económico en las campañas. Pero Durán Barba y Cambiemos parecen estar ante el mismo problema que aquejó al Carville post Clinton: cuán vigorosa, aplicable y efectiva puede ser una idea, una manera, un eslogan, en escenarios diferentes. Sobre todo, después de un desgaste natural de cualquier fuerza política pero demasiado precipitado en materia de tiempo. El doble filo de confiar ciegamente en la grieta cuando, puestos cara a cara, Macri parece ocupar hoy el lugar de Scioli en 2015. Un escenario abierto, con pocas certezas.