Con la unificación con la reelección de Mauricio Macri bajo el brazo y un calendario de obras apretado para inaugurar y promocionar durante la campaña, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, activó el GPS electoral y deslizó la primera definición para las elecciones en el distrito que gobierna desde 2015: va por los barones de las comunas, aquellos referentes territoriales que conducen los barrios y que, últimamente, "no se adaptan” al modelo larretista de gestión.
Bajo esa lógica, la mesa política del alcalde, que sigue compartiendo café y análisis electoral en Pizza Cero, sugirió mirar hacia el gabinete para mudar cuadros técnicos de la gestión hacia los barrios. Esta opción fue leída como una “afrenta” por los presidentes de las comunas, que intentarán resistir y, algunos más avezados que otros, proponen dirimirlo en internas. En un escenario de unificación electoral y con ocho categorías en la boleta suena improbable. El propio larretismo le baja el precio a una rebelión de los comuneros y asegura que habrá acuerdo.
La idea del alcalde puso en alerta a los barrios, donde mandan los referentes territoriales que, en su mayoría, son preexistentes al PRO y han acompañado al oficialismo amarillo en las últimas campañas. En rigor, Rodríguez Larreta sostiene que falta eficiencia y gestión en las juntas comunales y por eso quiere un cambio de caras, al menos en la silla presidencial de cada repartición. También, por eso promociona a funcionarios y cuadros técnicos fogueados con la gestión y -voluntariamente- alejados de la construcción política. Eufemismos afuera: quiere poblar las presidencias comunales con dirigentes más cercanos, propios y adaptados al libreto larretista de gestión y política.
Eufemismos afuera: Larreta quiere poblar las presidencias comunales con dirigentes cercanos, adaptados al libreto larretista.
Al mismo tiempo, varios de los conductores de las comunas no pueden renovar sus mandatos porque ya llevan dos períodos consecutivos. Los referentes quieren mantener su lugar y apuntan a colocar un candidato propio, incluso a familiares. Por esa razón, algunos ya tienen bolilla negra en Uspallata 3160. Si avanzase, el larretismo tendría que revisar acuerdos barriales con referentes que trabajaron dos elecciones por la boleta de Rodríguez Larreta. Incluso, varias comunas responden a terminales políticas de la superestructura macrista: el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli; el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo; el intendente de Lanús, Néstor Grindetti, y el presidente de Boca, Daniel Angelici, tienen gravitación en los barrios.
Rodríguez Larreta está dispuesto a avanzar y pone como ejemplo al titular de la Junta N°2, Agustín Fox, el “comunero modelo”. Es un dirigente joven que cumple al dedillo el manual larretista: presencia en la calle con vecinos, prolijo manejo de redes sociales y perfil bajo en medios de comunicación. Además, camina seguido con Larreta por Recoleta y está vinculado a una figura en ascenso en el mundo larretista: el ex presidente comunal y actual secretario Facundo Carrillo, otrora titular de la Junta Comunal que, desde 2007, es el bastión electoral del PRO. No hay una lista de comuneros o presidentes a reemplazar porque la intención es descabezar a la mayoría, a excepción de la 2 y la 14, que anteriormente presidía Maximiliano Corach, también de buena llegada a Rodríguez Larreta.
La Ciudad de Buenos Aires está dividida en 15 comunas. De acuerdo a la Ley N°1777, cada una agrupa a distintos barrios, a excepción de la 2 (Recoleta), la 6 (Caballito) y la 14 (Palermo), que están integradas por uno solo. A su vez, cada junta comunal tiene un presidente y seis vocales, todos elegidos por el voto popular desde 2011, cuando, después de infinidad de procesos judiciales y burocráticos, se aceptó esta especie de gobierno barrial limitado.
Ni a Macri ni a Aníbal Ibarra ni al propio Larreta les generaron pasión las comunas, una especie de mini gobierno carente de funciones y siempre en tensión con la Jefatura. En la gestión larretista, como durante la macrista, se vive un escenario idéntico: las funciones son tan acotadas y los límites tan difusos, que se repiten los entuertos entre ministros y presidentes comunales por obras públicas que, según la interpretación burocrática, deberían hacer uno u otro. Esa brumosa frontera de jurisidicción y una eterna discusión por falta de presupuesto astillan la interna entre las comunas y la Jefatura de Gobierno, que existe desde la gestión de Macri. Después de Larreta, el más experimentado en la materia es el titular de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, que despotrica contra los comuneros desde que ejercía como secretario de Gestión Comunal y Atención Ciudadana.