Un dirigente del peronismo no K tiene sobre su escritorio dos libros que repasa profusamente estos días: "Memorias del incendio", de Eduardo Duhalde, y "Un país en deuda", del periodista Marcelo Bonelli. Le preocupa un tema en particular, que considera el mayor problema del modelo Cambiemos: el endeudamiento en dólares en un contexto de país donde la divisa casi no tiene ingreso genuino. Los dos libros que lee el político plantean ejemplos del pasado y grafican lo conflictivo de la relación argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Pero acá el problema es que, entre los peronistas que hoy estamos por fuera del kirchnerismo, no podemos articular tres ideas juntas”, confesó a Letra P este cuadro, compenetrado con la idea de que el rumbo que decidió encarar el presidente Mauricio Macri tiene altas chances de complejizar la coyuntura.
Urtubey no define y aparece como el más pegado al modelo de Cambiemos.
La expresión grafica un inconveniente político que atraviesan espacios como el Frente Renovador, de Sergio Massa, y el Peronismo Federal, que, a grandes rasgos, aglutina a Miguel Pichetto, el salteño Juan Manuel Urtubey, Diego Bossio y los gobernadores no K: no tener una identidad unificada que los posicione en lo económico ante un oficialismo que entienden cohesionado detrás de una idea: como es la de hacer el ajuste que requiere el FMI y empezar a colar en la opinión pública que los cambios profundos están más allá de los problemas de la coyuntura y que hay que comunicar “más esperanza”.
De esto último habló el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, el martes por la noche con el propio Macri. Parte del posicionamiento oficial en una crisis auto-infligida es apuntar que, aún en la turbulencia, “se usarán las mismas recetas” y, por otra parte, soslayar las diferencias radicales con la Nación que plantearon la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe porteño Horacio Rodríguez Larreta. Todo, detrás de la pantalla de que “el nuevo esquema político del cambio se enriquece en el disenso”, alejado de la verticalidad de ordenes en el PJ.
Lavagna cree que la crisis es importante, pero que algunos indicadores podrían mejorar en el 19.
En este contexto se plantan los dilemas del peronismo no K. Aún con alta imagen negativa de su líder, Cristina Fernández, el kirchnerismo supo cerrar filas antes que los que piden una interna. Bancan, en Unidad Ciudadana, la recomendación de los asesores de dejar hacer al Gobierno. Esa ya banalizada cita napoleónica de que “cuando el enemigo se equivoca, no lo distraigas”.
Surgió eso en un acuerdo tácito alcanzado en la última charla de la ex presidenta con el camionero Hugo Moyano. En paralelo, la sugerencia para los cuadros medios del partido fue criticar de manera ajustada y oportuna, pero sin soltar la línea dura. Este posicionamiento del kirchnerismo deja aún más en evidencia la indefinición del bloque no K. Dentro del Frente Renovador, los más identificados con una idea económica crítica confían en Felipe Solá como el hombre más apto para interactuar elegantemente con el kirchnerismo en un acercamiento que evite que CFK termine fagocitando una vez al propio Sergio Massa. El ex gobernador bonaerense es el que más claro tiene en el massismo que “el enemigo es Macri, no Cristina”.
Detrás de esa idea también están fuerte, aunque con matices, José Ignacio De Mendiguren, diputado y ex presidente de la UIA, y Aldo Pignanelli. No confían demasiado en una fusión no negociada con la ex presidenta. Son dos de los econo-asesores que hablan semanalmente con Massa. El otro es Roberto Lavagna, que tiene una visión un tanto diferente. No considera que el país esté cerca del colapso y, aunque es crítico, asegura que, si el campo y el turismo mejoran y llegan dólares de la energía, el 2019 no sería tan catastrófico como anhela el peronismo.
En el Frente Renovador, hay varios dirigentes que tienen contacto con referentes sociales y de la Iglesia. Hace unos días, uno de los massistas se vio obligado a frenar un intento inédito para evitar más ruido político en materia económica: Juan Grabois, uno de los interlocutores de la Santa Sede, le acercó la propuesta de firmar y enviar una carta a la titular del FMI, Christine Lagarde, para pedirle que no autorice el crédito para Argentina y así evitar una crisis peor.
El resto de la confusión aparece en el segmento Peronismo Federal. Miguel Peirano salió del massismo en plena fuga de dirigentes en la previa de las presidenciales de 2015. Hoy trabaja asesorando a Pichetto junto a Javier Alvaredo, jefe de asesores del Ministerio de Economía en 2007 y titular de la Secretaría de Finanzas hasta 2002. Peirano, con su clásico perfil ultra bajo, admite que Argentina “está en serios problemas”. Pero Pichetto hace equilibrio en el marco de una relación con el Gobierno que no define. Y la crítica está centralizada solo en sus apariciones.
Dentro de ese mismo espacio, hay una enorme diversidad de consideración económica, que descansa en Pichetto y en los que especulan con la segunda jugada: que el sacudón de la economía se aplaque y el peronismo esté obligado a no quedar en off side. Los más cercanos a Bossio, el ex jefe de la ANSES, lo apuntan como “el que no sabe para dónde ir”. Tiene un cuestionamiento oscilante para con Cambiemos, salvo en las cuestiones netamente previsionales y de manejo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). En la misma línea está el gobernador de Salta. “Soy por naturaleza optimista, incluso en este momento de la Argentina”, dijo Urtubey en su paso por los almuerzos que organiza el Rotary Club. Dejó allí un mensaje sólo crítico con las tasas de interés elevadas. Tanto, que su hermano José, dirigente de la UIA y parte de los invitados, se vio obligado a contrastar conceptos una vez terminada la disertación.