Si el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tenía un propósito central, era el de restaurar la confianza del mercado financiero en las políticas oficiales. Sin ese supuesto, la inflación se terminará comiendo más temprano que tarde la ganancia de competitividad generada por la devaluación del peso, la recesión será más larga y profunda que lo esperado, los activos argentinos seguirán sin demanda en el exterior y, de la mano de esto, la restauración del crédito voluntario para el Estado, las provincias y las empresas no se producirá. Tal escenario podría resultar ruinoso para las chances electorales del Gobierno en octubre del año próximo.
“Hubo algunas subas en la parte corta y media (de la curva de vencimientos de los títulos de deuda pública), pero en la larga, los rendimientos siguen por encima del 8%” en dólares, le dijo a Letra P un asesor financiero de una firma líder. Traduciendo: pese al FMI, hay poco entusiasmo comprador.
Mauricio Macri y Angela Merkel en la reciente cumbre del G-7 en Canadá.
Lo que pasa con los bonos de la deuda es crucial. Si tras el anuncio del jueves del presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger, y del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, el futuro inmediato del dólar ofrecía incertidumbre debido a la decisión del primero de retirar la oferta de 5.000 millones de dólares a aquellos ya lejanos 25 pesos por dólar, los títulos públicos entregaban una seguridad opuesta. Al aparecer el FMI, prestamista de última instancia, con un aporte mayor que el esperado, cualquier amenaza de default debía quedar de lado por los próximos tres años y el apetito de los inversores extranjeros debía reforzarse.
Esto es condición necesaria para que se genere un círculo virtuoso: si crece la demanda de bonos, sus precios subirán y, en paralelo, caerá su rendimiento y el riesgo país. Salir del umbral actual de los 480 puntos básicos con respecto al riesgo cero que representan los Bonos del Tesoro estadounidense a diez años y volver más cerca de los 400 es imprescindible para que el Estado, las provincias y las empresas privadas vuelvan a acceder al crédito. Sin esto, el Gobierno no tiene cómo endulzar ante los gobernadores la medicina amarga del ajuste y los oferentes de obra pública en el marco de los programas de Participación Público-Privada no tienen cómo fondear lo que han prometido, algo que el oficialismo cuenta como un reemplazo de vida o muerte de la obra pública financiada con gasto que sufrirá la tijera del Fondo.
Una ronda de consultas realizada por Letra P entre analistas permitió comprobar un consenso amplio sobre la severidad con la que el mercado escrutará el cumplimiento oficial de las metas pactadas con el FMI. El nivel de apoyo de los gobernadores peronistas y la intensidad del conflicto social en torno al recorte del déficit fiscal de 2,7% del PBI a 1,3% en 2019 es el gran tamiz para todos.
“Además, da la impresión de que ya empieza a pesar el tema electoral del año que viene”, añadió el asesor financiero aludido más arriba. Ni más ni menos que la duda sobre si Cambiemos llegó para quedarse o si el año próximo el presidente Macri tendrá una parada difícil para buscar la reelección.
En el marco de la actual crisis, aunque Mauricio Macri vocee el respaldo de las grandes potencias a su proyecto, las dudas sobre la viabilidad de un Cambiemos 2.0 no son patrimonio exclusivo de políticos opositores y analistas.
Las convulsiones casi cotidianas en el mercado cambiario alimentan más esas dudas. Desde lo estrictamente financiero, si el dólar se mueve con fuerza, el apetito por los bonos largos decae. Y el Gobierno no ayuda precisamente a calmar los ánimos.
Por tomar un parámetro interesante, ¿qué ocurrió el lunes, cuando la cotización del dólar venía estable para, en la media hora final de la rueda, experimentar una suba brusca de 50 centavos por una única orden de compra de 50 millones? De acuerdo con lo dicho por Sturzenegger y Dujovne, si el Central salía del mercado para proteger sus reservas, la tarea de intervenir para evitar movimientos disruptivos iba a corresponderle al Tesoro. Pero el Tesoro nunca apareció.
¿Impericia? ¿Intención deliberada de dejar correr más al dólar para encontrar un punto de equilibrio más alto que permita ponerle límite a las importaciones récord, a las ganas de los argentinos de llevarse billetes verdes a las cajas de seguridad y a sus sueños irrefrenables de conocer el mundo? En esto solo hay conjeturas, indicio de un desconcierto que debería preocupar a un Gobierno necesitado de generar certezas.
Respuesta uno: no sabe, no contesta.
"No tengo claro si (el aumento brusco del lunes) se produjo un por pedido o por errores en el manejo del BCRA, que pasó de poner el bloque de 5.000 millones de dólares a no poner nada. Creo que hasta que no se realice el desembolso de 15.000 millones de dólares del FMI vamos a ver algo de turbulencia”, le dijo a este sitio el economista del CeSur Amílcar Collante.
Respuesta dos: definitivamente, sí.
Consultado por Letra P, Mariano Kestelboim, profesor de la Universidad Nacional de Avellaneda, señaló que “una variable tan importante como el tipo de cambio siempre debe estar en el radar y ser controlada; solo excepcionalmente no se toman decisiones al respecto. Hay una decisión de dejarlo subir como una herramienta fundamental para reordenar el enorme desequilibrio de las cuentas externas que el actual Gobierno agravó. Supongo que el FMI pone presión para que el ajuste sea lo más rápido posible”.
En ese sentido, indicó que una mayor devaluación del peso debería “mejorar las cuentas externas, especialmente vía contracción de las importaciones". "Las exportaciones tardan mucho más en reaccionar; seguramente habrá algo de dinamismo, pero será muy escaso. Y la inflación no absorbe toda la ganancia de competitividad cuando se anclan los salarios y los movimientos del tipo de cambio son tan bruscos como los de los últimos meses”, añadió. Es de manual: devaluación y recesión son los la sal y la pimienta del menú fondomonetarista.
Respuesta tres: de ningún modo.
“No creo que lo del lunes haya respondido a una decisión de dejar subir el dólar. Si se opera de diez de la mañana a tres de la tarde y el movimiento (comprador) se produce en los últimos 20 minutos, no es que el mercado estuvo demandado sino que influyeron algunas operaciones puntuales. Esos movimientos bruscos, que no son consecuencia de una suba genuina del dólar debida a una demanda plural y constante, es lo que el propio Banco Central siempre dice que hay que evitar”, le explicó a este medio el analista financiero Christian Buteler.
“De hecho, no creo que quieran un dólar todavía más alto. Porque eso, a esta altura, ya genera más problemas que soluciones. La mejora de las cuentas externas que pueda generar por un lado, lo quita por el otro con más inflación y con caída de la actividad”, añadió.
En lo que supone una tácita admisión de un pecado de omisión, este martes volvió la intervención oficial al mercado. ¿Del Tesoro, como se había anunciado? No. Del Banco Central, y con plata fuerte: 695 millones de dólares. Así las cosas, al cierre este martes el dólar cotizó a $26,30 en el Banco Nación, 20 centavos por debajo de la víspera.
Más de 12.000 millones de dólares de reservas quemadas inútilmente en el intento de frenar al dólar, desplome del peso, tasas estratosféricas del 40% que desalientan la inversión productiva y apelación récord al FMI. Como se observa, el instrumental disponible se agota rápidamente y urge recuperar la confianza. Sin eso, lo que incluirá dosis mucho más altas de coherencia, no habrá blindaje crediticio que salve al proyecto oficial.