El ítalo argentino titular de la FIAT, Cristiano Rattazzi, se lo dijo a varios funcionarios en encuentros recientes. Es cierto que su obsesión por el dólar atrasado es casi una constante en la crónica reciente del Círculo Rojo, pero su idea es acompañada desde hace meses por diferentes sectores, sobre todos los exportadores. Muchos de ellos vienen hace meses guardando grano en silobolsa, a la espera de un mejor precio para liquidar. Puesto en números, exportadores agrícolas que están dentro de la Cámara de la Industria Aceitera Argentina (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) ingresaron al país divisas por U$S 1.376 millones durante abril, el menor volumen en el año. Es el equivalente a una caída del 3,3% contra mismo mes de 2017.
En el Gobierno, en tanto, muchos de los primeras líneas coinciden con el diagnóstico. Esa conclusión redundó en un período de micro-devaluaciones que empezó en los primeros meses del año y se profundizó de golpe en el marco de la última corrida cambiaria generada por el pase masivo a pesos de grandes bancos especulativos y de inversión. Antes de que el Banco Central (BCRA) destapara los cañones por el temor a un dólar de $24, el daño y la devaluación aceptable venían con cierto control en base a la política monetaria. Un alto funcionario de Casa Rosada confesó que el oficialismo no ve mal un dólar de entre 21 y 22 pesos, porque “es claro que el de $20 no es real”. La consideración se enmarca, inclusive, en un contexto de alta inflación que no solo condiciona la meta del 15% para el año, sino que casi le pone un pie encima a la perspectiva de un crecimiento sostenible del PBI. Internamente, el tema genera tensión, pero la puja de poder con el Círculo Rojo siempre inclina la balanza. Y hubo funcionarios que le dijeron al propio presidente Mauricio Macri que era conveniente anclar el tipo de cambio en torno a $20. Pero lo que ocurrió terminó desbordado por una inflación disparada, uno de los factores que apuró los tiempos de la corrida.
Los agroexportadores, uno de los sectores preocupados por el tipo de cambio.
Además, hay un dato clave: el nivel de exportaciones está en números preocupantes y el Gobierno necesita más que nunca de los dólares genuinos que ingresan por las ventas externas. Los precisa casi tanto como al hecho de controlar la inflación.
Hay un indicador que mide si el dólar es o no barato y es la muletilla oficial para justificar micro devaluaciones: los viajes y compras de argentinos en el exterior. En parte, es esa la explicación con la que la Nación buscó calmar a la diputada Elisa Carrió. Recién llegada de un periplo vacacional por los Estados Unidos, Lilita se conformó con la premisa cuando les contó a los funcionarios con los que charló que el país del norte estaba “lleno” de turistas locales. El Gobierno sostiene que esa realidad muestra que la preocupación por el dólar es más una cuestión de herencia histórica del argentino medio que una situación real, dado que el rubro turismo muestra que la divisa está aún por detrás de los aumentos de salarios y la inflación.
Rattazzi, de FIAT y la UIA, uno de los empresarios que más le pidió al Gobierno por un mejor tipo de cambio.
Si los números validaran la teoría del dólar barato por turismo, la evidencia en este caso sería concluyente: en los primeros dos meses del año salieron divisas por casi U$S3.000 millones bajo el concepto “viajes y otros gastos con tarjeta” y “transporte de pasajeros”. Los datos que surgen del informe del BCRA sobre el Mercado Único y Libre de Cambios reportan, en paralelo, que el ingreso de dólares por esos mismos conceptos solo fue de U$S400 millones. Así, la balanza de turismo tuvo en ese período un déficit del 9% contra 2017 y de más del 50% contra 2016.
En este contexto, el problema de la post corrida pasa a ser el efecto de la devaluación sobre los precios. El lunes es el Día D para los grandes supermercados. Especulan en el sector que empezarán a recibir nuevos listados de precios que ya venían siendo planificados ante la superación de la inflación sobre la meta del 15%. En paralelo, se viene en las próximas semanas una suba en los combustibles por el alza del crudo y los precios locales. En paralelo, le suma complejidad al escenario la decisión extrema del organismo que conduce Federico Sturzenegger, que deja el gradualismo para irse al shock. La tasa alta en el 40% ya amenaza con restringir la actividad y encarecer el crédito productivo.