LA RELACIÓN CON EE.UU.

En el súper martes electoral, Macri hincha por Trump, el garante de su gobierno

El estadounidense, clave en el acuerdo con el FMI, afronta elecciones de mitad de mandato. Del resultado dependerá su fortaleza en el tramo final de su primer turno.

 

En los comicios se renueva la totalidad de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y 35 de las cien bancas del Senado, además de 36 gobernaciones y concejos locales. Según las encuestas, un escenario factible es que el gobernante Partido Republicano retenga la Cámara alta y pierda la baja, lo que, de concretarse, podría dar lugar a una parálisis legislativa y a la puesta en marcha, por parte del opositor Partido Demócrata, de investigaciones incómodas para la Casa Blanca.

 

Con todo, ese desenlace no puede darse por descontado, dado que los comicios son de difícil predicción por constituir una serie de competencias estaduales, algunas muy ajustadas.

 

En la actual legislatura, los republicanos de Trump cuentan con una ventaja de 236 representantes contra 193 demócratas (hay seis escaños vacantes). Para hacerse con su control, los opositores deberían lograr una votación popular muy fuerte. En tanto, la mayoría conservadora es muy estrecha, de apenas dos bancas, en la Cámara alta, pero ese sector cuenta con la ventaja de que pone menos escaños en competencia en estados reñidos.

 

 

Pese a su prédica de campaña, según la cual toda la herencia de Barack Obama era “desastrosa”, Trump encontró una economía en franco crecimiento. El magnate reforzó esa tendencia con fuertes reducciones de impuestos, especialmente para las empresas y los más ricos, y la complementó con una serie de políticas proteccionistas en sectores sensibles (menos competitivos) de la economía.

 

Lo primero lo ayudó a mantener una economía vigorosa y lo segundo, a mantener su aura entre los trabajadores que votaron a su favor hace dos años.

 

Si la economía le juega francamente a favor y lo seguiría haciendo, al menos, hasta el final de su mandato, lo que no es poca cosa, la política divide aguas. Su constante prédica contra los inmigrantes (al punto de querer negar por decreto la ciudadanía a los bebés nacidos en Estados Unidos), sus mensajes de contenido racista, sus ataques a los principales medios de comunicación, sus embestidas contra los acuerdos sobre cambio climático y sus posturas controvertidas en lo internacional tienden a reforzar su núcleo duro pero a alejarlo del centro.

 

 

 

Además, las revelaciones sobre la denunciada colusión de su entorno con Rusia en la campaña de 2016 y la divulgación de la compra ilegal del silencio de mujeres con las que había mantenido relaciones persisten como elementos de investigación y, en un eventual contexto de debilidad, hasta de juicio político.

 

Va de suyo que, en el mejor escenario posible para los demócratas, estos no contarán en el Capitolio con las mayorías suficientes para removerlo, pero, sobre todo si se hicieran con la Cámara baja, sí para ir más allá con pesquisas que puedan hacerle la vida más difícil. Lo que surja de ellas, en términos estrictamente investigativos pero también mediáticos, y la cantidad de republicanos que lo miran con recelo por sus posturas políticas y por parte de su agenda internacional serían sus grandes enemigos.

 

Por otro lado, crecería con fuerza la posibilidad de una parálisis legislativa, dado el ancho de la grieta que el propio Trump hace crecer cada día a fuerza de tuits y frases destempladas, desde la ocupación de vacantes en la Corte Suprema hasta sus proyectos en materia de inmigración, impuestos y seguridad.

 

De la fortaleza doméstica de Trump depende la que proyecte fronteras afuera. En el hemisferio, su apuesta pasa por terminar con los focos rebeldes, con la Venezuela chavista en primer lugar, tarea para la que cuenta con cada vez más aliados regionales.

 

 

 

EN CONTRA, NO. Su intento de una América Latina conservadora tropezó, en grande, en México, con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, pero se afianza en el Cono Sur. Cuando debió salir en auxilio de Mauricio Macri, se mostró consecuente, al menos de dos maneras.

 

Por un lado, habilitó la exportación de los limones tucumanos (un gesto bien modesto, vale aclarar) y exceptuando al país de las restricciones al aluminio y al acero que impuso a otros. Así las cosas, en materia de comercio, el “premio” con Trump ya no es que juegue a favor, sino que no lo haga en contra.

 

Por el otro, y más importante, jugó fuerte dentro del FMI para que el organismo aprobara no uno, sino dos créditos Stand-by por montos récord en apenas cuatro meses.

 

Pero a Macri le acaba de salir un competidor: el brasileño Jair Bolsonaro, quien se presenta directamente como un admirador del estadounidense. La sintonía política entre ambos es evidente y el segundo propone una política exterior de alineamiento carnal en asuntos como Medio Oriente. Solo le quedará acusar recibo de las quejas de Trump sobre el proteccionismo brasileño para terminar de despejar el lazo.

 

A Macri, con sus urgencias políticas y económicas, por ahora le basta con poco. Que emerja este martes de las urnas un Trump relativamente sólido y que sea el garante que le aleje el fantasma de un default.

 

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Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados. 

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