“¿Cómo un gobierno le va a imponer a un club de fútbol?. Nosotros lo que decimos es que, si quieren organizarlo con visitantes, el Gobierno de la Ciudad se va a encargar de dar las garantías. No es una imposición. Lo que dijimos es que, si quieren hacerlo, las garantías están, pero, si a River le parece un problema y decide que no, es decisión de los clubes”. Con esa frase, el presidente Mauricio Macri puso en duda la realización de los dos “megasuperclásicos” entre Boca y River con la participación de público de las dos hinchadas, tal como había decidido este viernes por la mañana luego de adoptar la decisión en forma personal y de transmitírsela a su circulo aúlico más inmediato, el secretario general de la Presidencia, Fenando de Andreis, y su vocero personal, Iván Pavlovsky.
“Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica. También una oportunidad de demostrar madurez y que estamos cambiando, que se puede jugar en paz. Le pedí a la Ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir”, había tuiteado el jefe del Estado tras un momento de “entusiasmo”, como lo definieron a Letra P fuentes de la Casa Rosada. Desde que difundió esa frase, la “instrucción” presidencial comenzó a desgranarse, especialmente por la resistencia de los clubes involucrados, cuyas conducciones trasmitieron su preocupación en privado.
Poco antes de lanzar la aclaración, el Presidente también había dicho otra cosa a los medios que le consultaron al respecto. "Hoy me levanté y dije `vamos a hacer que esta final tenga el condimento del fútbol argentino´", reveló Macri cuando los titulares de ambos clubes no sabían de la decisión. "Esta mañana hubo una reunión de trabajo y están arreglando con qué pautas... pero el partido va a ser con público visitante", insistió en declaraciones a Radio La Red y amplió: "Hablé con el jefe de Gobierno porteño (Horacio Rodríguez Larreta), que me llamó, y le dije que es algo excepcional y que lo íbamos a intentar. Acordamos que sí vamos a permitir que vaya público visitante y mañana (por el sábado) Patricia Bullrich y Martín Ocampo comunicarán cómo se organizará el espectáculo".
Horas después, contó que "los ministros de seguridad de la Nación y la Ciudad se pusieron de acuerdo. Les ofrecimos la posibilidad de jugar con público visitante, pero luego los clubes deberán decidir". Fue el preludio de las declaraciones que realizó para concluir con las especulaciones y dejar la decisión en manos de las entidades deportivas involucradas.
ZONA DE CONFORT ESQUIVA. “Es una decisión que tomó a partir de la clasificación de Boca. Será uno de los tres hitos más importantes de la historia del fútbol nacional. Esto no pasó ni en la Champions League. Por eso pensó que es una muestra de madurez trascendental que pudiera haber público visitante”, confió a Letra P una fuente que integra el entorno más cercano del Presidente. Algunos funcionarios de la Casa Rosada sostienen que fue una idea que se le ocurrió luego de hablar con sus dos interlocutores futbolísticos más cercanos, con quienes debate desde hace una década: De Andreis y Pavlovsky, ambos hinchas de Boca como Macri, que comparten un vínculo estrechísimo con el empresario de los juegos de azar y titular del club, Daniel “Tano” Angelici.
Ante las consultas de este medio, en Balcarce 50 insistieron en que la decisión la tomó el Presidente "en soledad" y luego se las transmitió a los dos "sparrings futboleros" que tiene para “descargar un poco las tensiones”, como lo hace desde que llegó a la Jefatura de Gobierno porteño en diciembre de 2007. En la versión oficial, el redactor del tuit para contar la decisiónf fue De Andreis. Mediante esa frase se enteraron distintos funcionarios involucrados y luego comenzaron las confusiones.
El primero en pisar la cáscara vacía fue Ocampo. "No están dadas las condiciones para que esto suceda. No es factible un River-Boca con visitantes. Mientras haya un solo vecino de la Ciudad en riesgo, la decisión va a ser la misma", sostuvo el titular de la cartera porteña de Justicia y Seguridad. Faltaba media hora para las 9 de la mañana y el funcionario estampó su opinión en un reportaje televisivo. Dos horas después, retrocedió en sus palabras y aseguró el cumplimiento de una decisión que, a esa hora, era una directiva inapelable.
"Habrá cuatro mil visitantes", justificó el giro. "El Presidente nos planteó la importancia de este espectáculo a nivel internacional; nosotros planteamos nuestra preocupación que tiene que ver con armonizar estos hechos con no descuidar la seguridad de los vecinos y los barrios de la Ciudad. El Gobierno ofreció colaboración para la organización y a partir de eso yo me junté con Bullrich para trabajar la posibilidad de organizar este partido con dos públicos".
EFECTO CONTAGIO. En el cambio de opinión de Ocampo, hubo un llamado presidencial a Rodríguez Larreta. “Si vos me das los recursos, yo puedo hacerlo, pero ahora no los tengo”, le habría dicho el alcalde a Macri, para transmitirle lo mismo que le dijo Ocampo cuando se enteró por los medios. La reunión “de urgencia” entre ambas jurisdicciones incluyó al secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, y al subsecretario de Políticas de Seguridad e Intervención Federal, Darío Oroquieta, que se comprometieron junto a Bullrich del despliegue que reclamó la Ciudad.
Luego difundieron un comunicado para atajar las incógnitas desatadas. “Estos partidos del certamen continental revisten un carácter excepcional, por lo cual estas decisiones no generarán modificaciones en el ámbito local", aclararon para descartar la naturalización de la presencia del público visitante, una imposición legal que rige desde 2013, tras el asesinato de Javier Jérez (por un disparo de bala de goma muy cerca), antes del partido Estudiantes – Lanús en el estado Ciudad de La Plata.
La última muestra de esa prohibición inundó la televisión este jueves, durante el partido a puertas cerradas que disputaron Newells’s Old Boys y Rosario Central en la cancha del Club Arsenal, en la localidad bonaerense de Sarandí, partido de Avellaneda. El clásico rosarino terminó con una victoria de Central sobre Newells por 2 a 1, para definir al semifinalista que jugará con Temperley por la Copa Argentina.
REPARTO DE COSTOS POLÍTICOS. Por la tarde, el Presidente ya sabía que los titulares de ambos clubes se oponían. “A nivel de clubes no les conviene porque los operativos son caros y porque Boca y River tienen sus temas con sus parcialidades. En el caso de la Bombonera, es un estadio chico con muchos socio y decidir es un quilombo”, justificó otro hincha bostero que desempeña funciones en la Casa de Gobierno.
Angelici buscó cinturear la controversia sin desautorizar a Macri. "Sería muy lindo que haya público visitante, cuatro o cinco mil personas en cada cancha", dijo, mientras analizaba en privado la situación con su amigo íntimo, el ministro Ocampo. Poco después, el titular de River, Rodolfo D’Onofrio revelaría parte del malestar que masticaba en privado. "Si en un año se ha logrado esto, me alegraría porque en Argentina se estaría viviendo en un país más seguro. Todo lo que sea el poder lograr que el público pueda ir al estadio sin riesgos le hace bien a la convivencia de la sociedad, pero uno pretende que esa seguridad exista. Sería bueno que nos cuenten qué pasó para que las cosas cambien", inquirió.
“D’Onofrio no quiere de ninguna manera”, subrayó un funcionario consultado, que eligió eludir las críticas que les había prodigado Angelici. Ambos habrían recordado en reserva la amarga imagen del partido celebrado en Sarandí, donde el principal dato fueron los testimonios de los pocos hinchas que lograron treparse a un tejado para ver una parte del partido. “¿Fue ignorancia, puro entusiasmo, o microclima?”, se preguntó, en tono de queja, un miembro de Cambiemos, que no es de Boca ni River.
La pelota quedó, por ahora, en la cancha pública de los clubes involucrados. En el Gobierno deslizan que este lunes ambas instituciones se encargarían de “declinar” el entusiasmo presidencial. Una forma de pagar el costo político que Macri evitará afrontar, tras un fallido intento para retomar la agenda positiva perdida en medio de la crisis económica.