Fórmula PRO: ajuste y rebusque para el gran sueño argentino

El gobierno de la alianza Cambiemos opera con la siguiente lógica: primero aplica políticas de ajuste que liman el poder adquisitivo del salario y destruyen fuentes de empleo formal y después tira ideas de rebusques informales o aventuras emprendedoras que pueden sonar a manotazos de ahogado para salir del paso y salvar la ropa, pero que, en rigor, están fríamente calculadas para empujar a los caídos en desgracia en el camino nietzscheano de la superación individual a partir de la voluntad.

 

 

 

Se entiende qué quiere Cambiemos: una versión criolla del súper hombre que sepulte definitivamente al choriplanero K y diluya para siempre la grasa militante, dos clases repugnantes de parásitos que engordan en la pasividad de la ayuda estatal clientelista.

 

El gran sueño argentino. Eso busca crear Cambiemos. Hombres y mujeres hechos a sí mismos a partir del combustible poderoso del egoísmo y la avaricia, motores fundamentales del capitalismo según enseñó su padre, el británico Adam Smith.

 

 

 

La celebración del boom de la cerveza artesanal que hizo Esteban Bullrich en su calidad de primer candidato a senador por la provincia de Buenos Aires y el aliento de la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, que se ganó Juan por su iniciativa de poner una parrilla en la vereda de su casa fueron muestras célebres de esta estrategia oficial destinada a sacar a las clases trabajadoras de la zona de confort del salario y convocarlas –aprovechando la adrenalina que brota en situaciones límite, como cuando una persona se queda en la calle y no tiene ni para comer- a pensar en grande y actuar en consecuencia.

 

La idea está prendiendo: como informó Letra P la semana pasada, en la nueva Argentina, entre el 60 y el 70% de los nuevos empleos registrados corresponde a cuentapropistas.

 

Ya lo dijo Daniel Cerezo, el efímero ministro de la Felicidad del presidente Mauricio Macri –el motivador renunció cuando cayó en un profundo pozo depresivo-: “La pobreza poco tiene que ver con lo económico”.  

 

 

 

Y también hizo un buen aporte Facundo Manes, el -también efímero- asesor neurocientífico de la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, cuando desplegó su catálogo de consejos para pobres. El más top: "Que la gente bajo situaciones vulnerables deje de pensar en la próxima hora y empiece a pensar en un proyecto", recomendó.

 

 

 

Ahora se sumó a la patriada el diputado porteño Andy Freire, pro hombre PRO de los negocios y el emprendedurismo que desempeñara –no podía ser de otra manera- el cargo de ministro de Modernización durante los dos primeros años de la era Rodríguez Larreta.

 

Hace unos días, el legislador salió a las redes sociales con buenos tips para el buscavidas en esta época estival de vacas flacas y tarifas cada vez más gordas: les propuso a los porteños “hacer plata” todo lo que tengan medio al cuete en sus casas. “Em-prendete”, arengó, creativo.

 

“¿Vos te sentaste a pensar cómo convertir en plata todos esos lugares de tu casa que durante las vacaciones te van a quedar sin usar?”, interpeló. Y fue a los bifes: “¿Sabés que se empiezan a alquilar los jardines para hacer camping?”. Y enumeró otros bienes a los que se les puede sacar una ganancia: “El quincho, la parrilla, el asado (sic), el sillón de tu casa, el cuarto, la bicicleta, el auto…”. “Todo eso – motivó Freire- podés hacerlo plata”.

 

“Si no lo hacés, es porque no querés”, remató el diputado –en esta parte, el espectador del video tiende a creer que le va a decir que si no lo hace es un pelotudo y siente alivio al conocer la frase verdadera-, fiel a la filosofía del self made man, que es tan PRO.

 

 

 

Tienen razón Stanley, Bullrich y Freire: en este país, no hace guita el que no quiere. El lento. El rezagado al que Zaratustra recomendaba pasarle por encima. ¿Quién no tiene un perro para poner a laburar de lazarillo? ¿Quién no tiene una licuadora para poner un chiringo en la playa? ¿Quién no tiene un tío que cuenta buenos chistes para ofrecer en alquiler a familias que quieran alegrar mesas navideñas, cumpleaños y otras celebraciones? ¿Por qué no reconstruir la República Tachera que floreció en los noventas, cuando miles de argentinos cambiaron sus trabajos sedentarios en empresas estatales elefanteásicas y deficitarias por un oficio que los puso sobre ruedas?

 

La economía del emprendedurismo PRO es una cantera inagotable de guita fácil que, además, no paga impuestos -por la renta de un chulengo no se puede esperar más que un recibo de esos talonarios que se venden en los quioscos. Sólo hay que tener vocación de progreso y disposición para romper con los moldes vetustos del trabajo en relación de dependencia.

 

No hay caso: el crack de Freire tiene razón. En este país, el que no hace guita es un pelotudo.

 

El gobernador Sergio Ziliotto insiste en que Nación debe pagarle a La Pampa los más de $60.000 millones que le debe.
Alejo Ramos Padilla.

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