Desde que asumió su banca en diciembre, el diputado nacional Fernando Iglesias no ha parado se ganarse críticas dentro de la Cámara Baja. Especialmente por parte de sus propios compañeros de bloque, que le cuestionan sus intervenciones gritonas e irrespetuosas. Sin embargo, la visita del Papa Jorge Mario Bergoglio le sumó nuevos detractores de Cambiemos, pero dentro del Ejecutivo, gracias a las declaraciones y cuestionamientos que disparó el escudero de la Coalición Cívica contra el ex arzobispo porteño desde que comenzó su nueva gira en el subcontinente sudamericano por Chile y Perú.
Los dardos que disparó Iglesias contra el Papa pasaron la línea de lo aceptable, acusan dentro de la Casa Rosada. La fuente, que reporta a la jefatura de Gabinete, conducida por Marcos Peña, reconoció a Letra P, que “Iglesias es el único miembro de Cambiemos que violó sistemáticamente el pedido que hicimos de guardar bajo perfil y no sobreactuar ante la visita de Francisco”, bramó la fuente, que no viajó a Santiago de Chile, precisamente para respetar el segundo plano que eligieron adoptar los representantes de la Casa Rosada en el país trasandino.
“Está desbocado y sus bravatas nos pueden complicar la relación con la Santa Sede, porque el Vaticano todo lo sabe”, admitió otra fuente que deambula por los pasillos del Palacio San Martín y defiende la nueva orientación de la Casa Rosada con el Papa: mansedumbre, casi suplicante, para que Francisco analice la remota posibilidad de visitar su terruño este año, antes de 2019, para que el presidente Mauricio Macri pueda concluir su primer mandato con una visita papal en el bolsillo. Las posibilidades de que se concrete esa esperanza crecen dentro del Gobierno al calor del “silenzio stampa” que deben mantener los funcionarios que gozan de una relación con Bergoglio. No es una posición unívoca dentro de Cambiemos: cuando Macri llegó a la Casa Rosada el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba se encargó de zamarrear discursivamente a Bergoglio, por el relativo, o escaso peso que puede tener su opinión en términos electorales, y una parte del Gabinete disfrutó la bravata. Dos años después ocurre todo lo contrario. La cautela es, virtualmente, una decisión estratégica del Gobierno para romper el hielo que el propio Macri vive en carne propia desde la primera vez que pisó el Palacio Apostólico como jefe del Estado.
Los críticos del diputado Iglesias, temen que la Secretaría de Estado del Vaticano no interprete la virulencia del “lilito” como un caso aislado. En rigor, el escudero de la CC cuenta con el agrado de Macri, y también de Elisa Carrió (socia menor de la alianza de Gobierno), que también guarda un riguroso silencio sobre temas papales, del mismo modo como lo hacen la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley; su cuestionado par de la cartera de Trabajo Jorge Triaca y los mandatarios más poderosos del oficialismo: la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal y el alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Tan grande es la molestia de los diseñadores del “bajo perfil papal”, que sus funcionarios comenzaron a recopilar las cuitas que Iglesias ya se ganó dentro del Congreso, por parte de figuras clave de Cambiemos, como el titular de la Cámara Baja Emilio Monzó, o la diputada del Frente Renovador Graciela Caamaño, que lo cruzó en seco para que deje de llamarlos “Frente Reciclador”. Luego de las ásperas advertencias de "la Negra", Iglesias juró no repetirlo nunca más. Algo similar sucedió con Monzó, y otros importantes diputados del PRO, que no se bancan la vehemencia del recién llegado, que fue convocado por el propio líder de Cambiemos para disputar las legislativas.
En un reciente reportaje concedido al diario La Nación, el escritor Juan José Sebreli dijo que Iglesias es su discípulo, pero las declaraciones del sociólogo, filósofo e historiador fueron interpretadas como una confirmación de su virtual marginalidad dentro del oficialismo.
