PLANO CORTO. OSCAR AGUAD

El Milico fiel

Egresado del Liceo cordobés, amigo de genocidas, el ministro de Defensa no resiste el archivo y zozobra con la crisis del submarino. El trabajo sucio que Macri le paga con trato preferencial.

Que le dijeran “El Milico” desde su temprana juventud no habilitaba a Oscar Aguad para ser ministro de Defensa. Acaba de quedar confirmado con la explosión que afectó al submarino ARA San Juan, a la altura del Golfo San Jorge. También, con la forma en que el Gobierno descubrió la “anomalía hidroacústica” que podría haber causado la muerte de los 44 tripulantes del sumergible: gracias a la tarea del embajador argentino en Austria, Rodolfo Grossi, un experto nuclear que obtuvo la información de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.

 

 

Aguad tiene su apodo adosado entre sus amigos cordobeses desde que egresó del Liceo Militar “General Paz” con modos marciales. Más tarde, lo popularizó a partir de su llamativa cercanía con genocidas como el comandante del tercer cuerpo del ejército Luciano Benjamín Menéndez -condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad- o Carlos “Tucán” Yanicelli, el jefe de inteligencia de la Policía de Córdoba durante la última dictadura militar condenado a cadena perpetua en 2010 (junto con Videla y Menéndez, entre otros) por el fusilamiento de 31 presos políticos en la ex cárcel de San Martín en el ’78. Aguad compartió un proyecto político con Yanicelli en la década del noventa, bajo la gobernación de Ramón Mestre, que lo tuvo como ministro de Asuntos Institucionales y al ex represor como jefe de inteligencia criminal.

 

En el juicio, el nombre de Aguad apareció en el testimonio de sobrevivientes que lo señalaban por conocer bien el pasado del “Tucán” y haberlo protegido con su continuidad en los altos mandos de la fuerza. Con Menéndez, comparten incluso la filiación radical, que pocos recuerdan en el caso del más célebre y temible represor de la provincia que hoy gobierna Juan Schiaretti. Quedaron inmortalizados por el registro fotográfico que los exhibe juntos en palcos oficiales incluso durante la gestión Mestre.

 

 

 

Mauricio Macri no lo escogió sólo por esas credenciales, sino por la amistad que los une y por la confianza que se ganó en cada tarea que le asignaron. El abogado radical que empujó como pocos para que la UCR se sumara como furgón de cola al armado del PRO no tiene problemas en reconocer que se siente más cómodo dentro del macrismo que dentro de su partido. Pionero del acercamiento a Macri en la provincia que le dio la victoria nacional a Cambiemos en 2015, Aguad volvió a hacer su aporte en las elecciones de octubre pasado. Con la certeza de que no podía ganar e incluso sin vocación, fue candidato hace dos años por pedido de Macri. Los que conocen el vínculo entre el Presidente y el ministro afirman que excede lo político e incluye diálogos y charlas fuera del protocolo de la gestión, a las que no accede la mayoría de los funcionarios. Desde el primer momento, Aguad es dueño de un trato distinguido en una alianza de gobierno en la que a los radicales todo les resulta cuesta arriba.

 

CV MINISTERIAL. Las horas pasan para desesperación de los familiares de los 44 tripulantes y comienza un debate sobre el rol de las Fuerzas Armadas durante el macrismo. Expertos consultados afirman que no es seguro que pueda hallarse el submarino ni saberse qué pasó ni conocer detalles de cuál era la misión que estaba llevando adelante el ARA San Juan.

 

 

 

Sin embargo, el caso que hoy conmueve al mundo no es el primero en que la incipiente gestión del ministro hace agua y queda en evidencia la falta de control en el área que depende de él desde julio pasado, cuando heredó el cargo de otro radical, Julio Martínez.

 

Hace apenas diez días, dos soldados murieron en Azul durante un entrenamiento militar cuando fallaron los frenos de una ambulancia Unimog. Hace poco más de un mes, el 19 de octubre pasado, un avión de entrenamiento militar Grob 120 TP se estrelló cerca de Alta Gracia, en Córdoba, y los dos pilotos de la Fuerza Aérea que lo tripulaban lograron eyectarse y salvar sus vidas.

 

En Casa Rosada, reconocen que la misión que llevaba adelante el ARA San Juan -de la que no se conocen precisiones- fue informada al Ministerio de Defensa. Es decir, que no hubo contraindicaciones ni prevenciones por parte de Aguad. Sin embargo, está claro: como muchos de sus antecesores, el radical que fue dos veces candidato a gobernador de Córdoba no tenía credenciales para asumir su cargo. 

 

 

 

Su lealtad con la gestión nacional quedó demostrada en la causa judicial más complicada que enfrentó el Presidente desde que llegó al poder: el CorreoGate. No sólo puso la cara: además, fue imputado por el fiscal federal Juan Pedro Zoni por el acuerdo que representaba una condonación para la familia presidencial estimada en 70.000 millones de pesos y un “perjuicio patrimonial multimillonario para las arcas del Estado”.

 

Según informaron desde la jefatura de Gabinete, Macri y Aguad seguirán en contacto durante el fin de semana. El Presidente desde la quinta Los Abrojos, en la que descansa habitualmente, y el ministro, quizás, desde la base naval de Puerto Belgrano. 

 

Especialistas en la materia consultados por Letra P consideraron que Aguad debe estar triplemente preocupado: por encontrar al submarino y a sus tripulantes cuanto antes, por intentar descubrir qué fue lo que ocasionó la explosión y también porque puede recibir denuncias por su responsabilidad como funcionario.

 

 

 

DE MESTRE A CLARÍN. Padre de cuatro hijas, los memoriosos recuerdan que el ministro de Defensa jugaba rapado como tres cuartos en el club de rugby El Tala, del Cerro de las Rosas.

 

Aguad se incorporó a la política con el regreso de la democracia de la mano de Ramón Mestre padre, que lo convirtió en su secretario de Gobierno durante su gestión como intendente municipal en Córdoba. En la década del noventa, fue ministro de la provincia, también con Mestre, y finalmente, durante el gobierno de la Alianza, acompañó al padre del actual intendente municipal de Córdoba en su intervención fatídica en Corrientes. Mestre fue designado interventor en la provincia por Fernando De la Rúa y Aguad lo acompañó como interventor en la ciudad capital de un territorio que por entonces dominaban los Romero Feris. De ese tiempo, le quedó un procesamiento por defraudación con un crédito de 60 millones de dólares que el Banco Nación le había otorgado al municipio bajo su gestión y que nunca aparecieron. La causa llegó al Superior Tribunal de Justicia de la provincia, pero fue declarada prescripta por la Corte Suprema de la Nación en 2014. 

 

 

 

Hay un elemento más que puede explicar la gratitud del Presidente con su ministro de Defensa. Se puso al frente de una tarea que pocos estaban dispuestos a hacer: arrasó en tiempo récord con la ley de medios de los años kirchneristas y le dio la bienvenida a la fusión de Telecom y Cablevisión. La alianza más grande de la historia de las telecomunicaciones en Argentina, cuestionada por no cumplir con requisitos mínimos de competencia, fue recibida como una “buena noticia” por el entonces ministro de Comunicaciones. Aguad no sólo funcionó como escudo protector en la causa del CorreoGate, sino que, además, se ofrendó como puente en la relación con el conglomerado de medios más grande del país, con la misma predisposición: poniendo la cara. Fue, seguramente, su actuación más importante durante el año y medio que estuvo en el cargo en el que se maravilló con las posibilidades que ofrece la tecnología. Quizás eso explica el buen trato que recibe y puede merecer incluso a perpetuidad, cuando se evalúa su rol como funcionario público. Después de sepultar la regulación que intentó el kirchnerismo, Macri lo premió con el Ministerio de Defensa y ahora lo defiende ante las críticas que emanan -en voz baja- incluso del propio oficialismo. Habrá que ver si la amistad con el Presidente y las culpas que le atribuye a la Armada le alcanzan para permanecer en el cargo, cuando el caso del submarino desaparecido encuentre su desenlace.

 

Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta
Javier Milei y Victoria Villarruel, en el Congreso. El viernes participarán de la apertura de sesiones. 

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