Referéndum

Bolivia dice sí, pero no

Cuenta la historia que Julio César llegó a tener la suma del poder público en la antigua Roma. Controlaba al Ejército, el Senado le respondía y el pueblo romano lo idolatraba. Consciente de esto, un día decidió hacerse elegir formalmente Emperador y a tal fin convocó a un acto público en la plaza principal. Pero algo falló: en el momento en que el asistente intentaba colocarle la corona de laureles en la cabeza, la multitud presente primero hizo silencio y después emitió murmullos de desaprobación. Después de un par de intentos con la misma recepción, abandonó su objetivo. No sería Emperador, aunque mantendría el poder absoluto hasta el día de su muerte.

 

La política no ha variado demasiado en su esencia desde entonces y la Bolivia plurinacional de Evo Morales, con sus particularidades no escapa a ella.

 

Tuve la oportunidad de cubrir la última elección presidencial en el país del altiplano y registré una luz amarilla en el contundente respaldo que obtuvo Evo –más del 60% de los votos- tras nada menos que nueve años de gobierno. Muchos bolivianos a la par de apoyar la gestión de Morales, expresaban sus dudas sobre la conveniencia de que un solo hombre tuviera tanto poder y eso los llevaba a dudar de votarlo o no. Poco más de un año después, los bolivianos parecen haber resuelto lo que los dirigentes de su país no supieron interpelar.  

 

Hay en Bolivia un reconocimiento masivo a la gestión de Morales. A tono con el resto de la región, ha habido mejoras notorias y verificables en los índices de pobreza extrema, de educación, salud y acceso a los servicios públicos, pero a diferencia del resto, el “populismo” boliviano tiene inéditos números en la macroeconomía: superávit, reservas, deuda, inflación, etc., lo que ha llevado a que el Banco Mundial, el FMI y las calificadoras de riesgo elogien la gestión económica boliviana.

 

Pero hay más, una estabilidad política sin registros previos y en tiempos de revoluciones semióticas una verdadera “revolución” clarificada en el acceso al poder por primera vez de un descendiente de pueblos originarios que “reseteó” el Estado boliviano desde lo simbólico. 

 

Pero pese a todos estos logros, además de mi registro personal, las señales hacia Evo habían sido claras. En marzo del año pasado en las elecciones regionales el oficialista MAS perdió, entre otros, los municipios de El Alto y Cochabamba y las gobernaciones de La Paz y Tarija. La Paz y El Alto sobre todo fueron los bastiones de la lucha del sindicalista cocalero contra el Gobierno boliviano antes de su llegada al poder. ¿Las razones? Imposible concentrarlas en una pero las encuestas mostraban el descontento de parte de la población con candidatos oficialistas sospechados de actos de corrupción.

 

Morales se jactó siempre de que los pueblos originarios bolivianos tienen un rechazo ancestral por la corrupción y el robo como así también por la holgazanería y la mentira (“no robar, no mentir, no ser flojo”) pero probablemente la concentración de poder vulneró ese mandato por lo menos entre algunos de sus funcionarios y el descontento hizo mella entre los votantes menos comprometidos ideológica y culturalmente, sobre todo en los grandes centros urbanos.

 

En esto, el escenario electoral de Bolivia también se emparenta ya no con la antigua Roma sino con el resto de los países de Latinoamérica. Los comportamientos políticos homogéneos de la región son una marca registrada que se explica en las similitudes existentes en materia social, económica, cultural, religiosa, histórica, etc. y más allá de sus particularidades – que las tiene y muchas – Bolivia no escapa a la realidad latinoamericana. Se subió a la ola populista-progresista en la primera década del siglo XXI y a tono con el resto, se empieza a bajar en la segunda.

 

Pero Morales y los dirigentes del MAS no vieron o no dieron suficiente importancia a estas señales de la historia y la actualidad. Confiaron en que los logros de Evo pesarían más en la balanza a la hora de la elección y se despreocuparon de algo en lo cual ahora deberán invertir en tiempo record: La construcción de la sucesión. Descartado el Vicepresidente Alvaro García Linera por su condición de “blanco”, todas las miradas se posan en el Canciller histórico de Morales, David Choqueuanca.

 

Todavía no se terminaron de contabilizar los votos y el Gobierno pide prudencia y habla de un improbable “empate técnico”. En un referéndum, como en un balotaje, se gana, aunque sea con un voto de diferencia y escrutado más del 70% de los votos la tendencia a favor del NO a una nueva reelección presidencial es difícil que cambie.

 

Además de las implicancias que tiene este resultado en la política interna boliviana donde probablemente la oposición pueda ahora forjar un candidato competitivo que no tuvo en estos diez años de “evismo”, la región también observa este referéndum y toma nota. En Ecuador, Rafael Correa ya había adelantado que “probablemente” no se presentaría a una nueva reelección en el 2017. Ahora quitará el “probablemente” de su vocabulario. En Venezuela – que apostó muchas fichas al SI – suman un nuevo elemento de preocupación a su ya de por sí compleja situación política y en Argentina – donde los residentes bolivianos apoyaron masivamente el SI- el kirchnerismo se quedará con las ganas de una pequeña revancha que los fortaleciera anímicamente tras la dura derrota de 2015.

 

¿Y en Brasil? El PT, a diferencia de sus “hermanos” populistas-progresistas optó por construirle una sucesión al indiscutible liderazgo de Ignacio “Lula” da Silva y los resultados son por ahora inciertos. ¿Qué dirán del caso boliviano, más allá de que el resultado también los golpea? ¿Debería haber hecho Evo como Lula? ¿Podrá hacerlo? ¿Le sirve o mirando en el espejo de Dilma preferirá una salida a la “argentina”?.

 

Queda entonces planteado el desafío de cara al futuro en la región. ¿Pueden los populismos construir una sucesión a tono con las demandas democráticas de al menos un sector de la sociedad que los apoya, pero con reservas? ¿Quieren hacerlo o prefieren conservar el liderazgo de su grupo en la oposición? ¿Se pueden sostener los logros sociales de esta última década con gobiernos de otro signo y darle así validez a la alternancia o el péndulo va de un lado al otro y vuelve infructuoso cualquier intento de “modernizar” nuestras sufridas democracias?.

 

Asamblea de productores de la Sociedad Rural de Río Cuarto
Axel Kicillof con gremios estatales 

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