La interna brutal del Frente de Todos llama la atención de los medios y del sector más informado de la sociedad por dos motivos: su espectacularidad no tiene precedentes cercanos y, en tanto gobierno, le transfiere a toda la sociedad los costos que genera. Sin embargo, tal como están las cosas –con su principal figura, Cristina Fernández de Kirchner, al parecer fuera de las próximas elecciones, con el presidente Alberto Fernández provocando reacciones volcánicas a su izquierda y sin mayores logros que exhibir y con Sergio Massatropezando con la inflación que había prometido reducir–, tal vez las claves del futuro no residan en ese sector. Para encontrarlas, parece más conveniente espiar en las cocinas económicas de Juntos por el Cambio, que proponen de primer plato ajuste sin paliativos y de segundo, también.
Las propuestas e ideas de la oposición son diversas, pero coinciden en realizar un llamamiento al sacrificio… de quienes menos tienen. El problema de la sociedad es que el peronismo, que también está ajustando, tiene poco para ofrecer más que disculpas y que la facción del Frente de Todos que deplora las políticas de su propio gobierno solo invita a volver a un pasado menos virtuoso que lo que suele vender y que parece superado por la velocidad de la crisis.
Horacio Rodríguez Larreta tiene en mente acelerar en todo lo posible la reducción del déficit fiscal a través de fuertes aumentos de tarifas, angostamiento de las ayudas sociales, recorte de jubilaciones –mediante la aprobación de una nueva fórmula de ajuste– y disminución de las transferencias a las provincias. En su diseño, tal como parece que le aconsejó el consultor político italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, hay que pagar todos los costos políticos en el inicio de la gestión, cuando la confianza sería mayor, de modo de poder exhibir los frutos de una eventual estabilización hacia las elecciones de mitad de mandato de 2025 o, en el peor de los casos, para las presidenciales de 2027.
"Las ofensas deben inferirse de una sola vez para que, durando menos, hieran menos", le dijo el cotizado especialista.
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Entre los sacrificios que Larreta invitaría a realizar se cuenta también una reforma laboral que, dado lo que ha pasado en los últimos años en la realidad del mercado, implicaría flexibilizar lo que ya se ha flexibilizado de facto.
Su enemiga íntima Patricia Bullrich navega en aguas tempestuosas, necesitada de recuperar votos de los argentinos y las argentinas especialmente enojados que aseguran que no cambiarán su adhesión a Javier Milei y que han comprado el argumento de este de que nada puede lograrse dentro de Juntos por el Cambio por la presencia de los radicales y del "zurdo" Larreta. Así, ha hablado de "libre elección de monedas", lo que no sería otra cosa que una dolarización, ya que nadie en su sano juicio preferiría cobrar salarios, bienes o servicios en un peso condenado a devaluarse.
Hernán Lacunza, el economista de cabecera del alcalde porteño, desestima esa alternativa y le tiene tanto miedo a una salida brusca del cepo que le recomienza a su jefe político pensar ese paso con sumo cuidado. Entiende que mientras no haya reservas suficientes en el Banco Central como para ponerle un techo a la cotización, una unificación y liberalización cambiaria prematura podría llevar al país a la hiperinflación.
Parece que alguien le advirtió de ese riesgo a Bullrich, que hasta ahora ha abrevado en los consejos de Luciano Laspina, pero que acaba de mostrarse con Ricardo López Murphy para anunciar que buscará con él una confluencia de propuestas. Se trata de dos emblemas de los recortes de 2001 en salarios en el Estado, jubilaciones y educación. En ese sentido, cabe recordar que el economista liberal-conservador de origen radical sostiene que la falta de reservas hace imposible avanzar en un curso aun más extremo que el de los años 1990 y que el país simplemente debería darse "un dólar alto, pero no una dolarización".
En tanto, los radicales Gerardo Morales y Facundo Manes trabajan, con discreción, junto a Eduardo Levy Yeyati y Marina Dal Poggetto, respectivamente. De hecho, el primero espera para determinar cuándo le conviene blanquear su sociedad con Larreta y el segundo, para definir que hará en verdad de su vida.
Por último, como un autónomo monotributista a la espera de conseguir algún cliente, Carlos Melconian promociona los platos salados que prepara en el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) de la Fundación Mediterránea. Número puesto durante 2015 para llegar al Palacio de Hacienda, se vio desplazado a último momento por Mauricio Macri. Ahora, sin padrinos, apuesta a ser el nuevo Alfonso Prat-Gay –su verdugo de entonces– que desaloje a alguno de los técnicos que creen tener asegurado el desafío de refundar económicamente la Argentina.
El país del gas de Vaca Muerta, del litio, de la minería por explotar y de la economía del conocimiento de la que todo el mundo habla se ve más sexy cuanto más se aleja quien observa. El mediano plazo, en efecto, luce prometedor, pero el más corto, en el que se concentrará la tarea de poner en caja una macro desbocada, mete miedo.
El país del gas de Vaca Muerto, del litio, de la minería por explotar y de la economía del conocimiento de la que todo el mundo habla se ve más sexy cuanto más se aleja quien observa. El país del gas de Vaca Muerto, del litio, de la minería por explotar y de la economía del conocimiento de la que todo el mundo habla se ve más sexy cuanto más se aleja quien observa.
La flor y nata del Círculo Rojo, la Asociación Empresaria Argentina (AEA), acaba de señalar en el comunicado de su asamblea anual que el país "deberá inevitablemente asumir desafíos significativos". Mientras se lee se puede sentir el dolor…
"Durante largos años hemos convivido con el flagelo de la alta inflación, con déficits permanentes en las cuentas públicas, con la ausencia de una moneda doméstica respetada, con una muy elevada y distorsionada presión tributaria sobre el sector formal, con cambios permanentes en las reglas de juego, con varios tipos de cambio, con injerencias indebidas en el ámbito propio de las empresas como son los controles de precios o las múltiples restricciones vinculadas al comercio exterior; por solo nombrar algunas anomalías", añade.
El diagnóstico de los males nacionales es claro y no hace falta que AEA lo detalle, pero hay que prestarle atención a una dualidad clave que plantea: la demanda de terminar con el déficit fiscal y, a la vez, de reducir la carga impositiva sobre las empresas más grandes y las personas más ricas. Por ese camino, queda claro que, al revés de lo que diría el viejo MAS, pretende "que la crisis la pague el pueblo trabajador".
Rodríguez Larreta, justamente, se encargó en los últimos días de dar señales vehementes sobre su vocación desgravadora; no sorprende que su programa exprese el punto de vista de compañías como Techint, Clarín y Arcor.
https://twitter.com/horaciorlarreta/status/1633888999797321729
Ahora bien, con eliminación de subsidios, con recorte de jubilaciones y planes sociales en términos reales y con reducción de fondos para las provincias, ¿qué clase de gobernanza podía darse una eventual administración suya o, más aun, una de Bullrich, todavía más dada a avanzar como una topadora en el camino del ajuste?
La sociedad argentina reclama, sin dudas, una reducción de la inflación, lo que supone estabilizar las principales variables de la economía y cambiar las expectativas. Eso hace pensar al centroderecha y a la derecha que aceptaría pagar todos los costos que se le pongan por delante de mejor grado que en la experiencia 2015-2019. Sin embargo, cuando se pase de la teoría a la práctica dolorosa, la gobernabilidad podría revelarse como el próximo desafío de la Argentina.