“Oh, vamos a volver… a volver, a volver, vamos a volver…”. El cantito que se haría carne de la liturgia K en los años de Mauricio Macri en la Casa Rosada sonó fuerte a las 11.13 de la mañana desapacible del 13 de abril de 2016, bajo una llovizna que empapaba. A esa hora, Cristina Fernández de Kirchner salía a un escenario que usaría para convocar a un "frente ciudadano" que le permitiera al kirchnerismo recuperar los votos de 2011 perdidos en 2015. Volver en 2019, esa era la cuestión.
Este jueves, también 13 de abril pero de 2023, el kirchnerismo cantará otra vez el hit del regreso. La escenografía será parecida: hace siete años, la entonces recientemente expresidenta se presentaba en los tribunales federales de Comodoro Py para declarar, en calidad de imputada, ante el juez Claudio Bonadio; ahora, su hinchada se concentrará frente al Palacio de Tribunales de la calle Talcahuano, sede de la Corte Suprema, con La Jefa condenada. La maldita Justicia como villana favorita.
También similar será el deseo de la feligresía K, que es como un loop. Volver, pero con CFK a la cabeza, no como hace tres años años y cuatro meses, cuando sin Ella no se podía pero con Ella no alcanzaba. El problema, ahora, es que Ella, dice, no quiere volver. Dice.
Discurso de Cristina Kirchner en Comodoro Py, 13 de abril de 2016 (completo)
La convocatoria que hizo Cristina a la militancia que celebraba su reaparición en el abril de 2016, a la que llamó a construir ese "frente ciudadano" que sonó a deskirchnerización del kirchnerismo, se convirtió en sello electoral de kirchnerismo puro al año siguiente, cuando, con el peronismo más pejotista en campaña para jubilarla, CFK armó Unidad Ciudadana para probar que los votos seguían siendo de Ella.
El 37,25% que obtuvo en la provincia de Buenos Aires la boleta que encabezó para el Senado no le alcanzó para ganar, pero sí para sembrar la semilla de una sospecha que terminaría convirtiéndose en certeza/encrucijada: sin Ella no se podía, pero con Ella no alcanzaba.
La máxima, expresada al año siguiente por Alberto Fernández, fue la base del experimento que pergeñó CFK en mayo de 2019, cuando, para resolver esa ecuación maldita, se corrió al segundo término de la fórmula presidencial y puso en el primero -Ella, a dedo, sin las PASO como intermediarias, como ahora pide su ahora exsocio- justamente a su exjefe de Gabinete, hasta entonces inimaginable en ese rol -él, de hecho, soñaba con la embajada en España, donde le hubiera quedado mucho más cerca la facultad en la que daba clases-.
Unidad Ciudadana era historia y el frente ciudadano devenía Frente de Todos con el fichaje sobre la hora de Sergio Massa, también inimaginable hasta entonces en ese rol.
El Frankenstein resultó pato en las urnas, pero gallareta en la gestión. El divorcio de los Fernández se dio en tan malos términos que el kirchnerismo llegó al punto de no reconocer al del Frente de Todos -al que encabeza Alberto Fernández- como un gobierno propio. Pide, entonces, que el Presidente resigne su derecho constitucional a postularse a la reelección y le ruega a Cristina que vuelva, pero que vuelva Ella. Nadie más. Como escribió Gabriela Pepe, la vicepresidenta es el Plan A, pero también el Plan B.
Sin banco de suplentes
El kirchnerismo llegará entonces al séptimo 13 de abril y a las segundas elecciones presidenciales desde aquel 13 de abril de 2016 sin soluciones propias al mismo problema de siempre. Con CFK no alcanza, pero no tiene una figura competitiva que pase una prueba de ADN.
Ahora, para colmo, el problema no se agota en la ausencia de esa persona capaz de protagonizar la renovación desde adentro: Cristina dice -dice- que no quiere más, que no va a ser candidata a nada, que prefiere ir presa a ser una marioneta... que no hay operativo clamor que valga, aunque no manda a frenarlo.
En la tarde de este 13 de abril, reunido en asamblea extraordinaria en la Plaza Lavalle del centro porteño, otra vez con la fachada de la maldita Justicia como partícipe necesaria de la épica K, el kirchnerismo, anclado en su pasado contínuo, volverá a cantar “Oh, vamos a volver… a volver, a volver, vamos a volver…”, un clásico que ya es karma.