Leal a la marca registrada que le permitió ganarle al peronismo unido hace sólo un año y medio, Diego Santilli encara la recta final de cara a las elecciones aferrado a su versatilidad y lenguaje moderado aunque filoso en el universo PRO y un optimismo inquebrantable a prueba de plan B. Exhibe todo eso con entusiasmo -genuino o obligado, según a quién se le pregunte- durante la recorrida de 300 kilómetros por el corazón del conurbano peronista con el que clausuró formalmente su campaña. El Colorado está convencido de que le va a ganar a su rival interno, Néstor Grindetti, y luego también al gobernador Axel Kicillof. En estas horas, a dos días del inicio de la veda electoral, el objetivo inmediato es darle volumen político a Horacio Rodríguez Larreta y para eso apela a todo tipo de estrategias: camina junto a vecinos, charla con comerciantes, se sube a un tren, a un colectivo, a un camión de reparto... reparte el agua. "Estamos muy bien", afirma. Habla, camina, no para. Santilli cumple con el requisimo número uno para convencer: está convencido.
Letra P se suma a la maratónica caravana de martes que arrancó a las tres y pico de la madrugada en La Matanza profunda y terminó en Avellaneda al anochecer de un día frenético. En el medio quedaron ocho distritos, casi 300 kilómetros, 16 horas de peregrinación y conversación con personas de a pie a las que el precandidato busca interpelar. La Matanza, Morón, Merlo, Moreno, Hurglingham, Pilar, Tigre, Berazategui, Florencio Varela y Avellaneda, todos distritos administrados históricamente por intendentes del peronismo, un territorio que suma casi cuatro millones de electores.
Santilli
Santilli, en la guardia de un hospital de La Matanza, durante el cierre de campaña para las PASO 2023.
Son casi las 16. Santilli está en el barrio Marítimo de Berazategui, ubicado entre la Autopista Buenos Aires - La Plata y Camino General Belgrano. Apenas baja del Peugeot 208 color plata que lo trae desde Tigre se hace notar entre el puñado de vecinos que lo espera. "Es como el Clio de Kicillof", bromea el conductor. Santili saluda, palmea a los presentes, se saca fotos. Inmediatamente después se sube a un camión que reparte bidones de agua para intentar visibilizar una problemática recurrente en este distrito: la falta del suministro municipal de agua potable. En 2022, algunas zonas estuvieron hasta dos meses sin servicio. Horas antes, algo similar hizo en San Justo, al esperar en la fila de un hospital público para mostrar la falta de atención médica, y lo mismo, en la parada de un colectivo: "Estaba oscuro, no había seguridad y pasaron de largo tres bondis", recuerda.
El precandidato a gobernador se mueve escoltado por Agustín Forchieri, su principal operador político y el único dirigente con quien inició la recorrida, y Julián Amendolaggine, un concejal de bajo perfil que busca arrebatarle la intendencia al interminable Juan José Mussi. Santilli se baja del camión, deja algunos bidones en casas particulares y aprovecha para charlar con vecinas. Vuelve otra vez a caminar con naturalidad por el barrio. Muestra que tiene tiempo para todo. Entra a un almacén de barrio, compra galletitas, algunas gaseosas y un fernet para un grupo de jóvenes del barrio que estaban juntando plata para comprar algo para tomar en la esquina.
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"Querían un Branca, pero les compré el 1882 que salía la mitad”, aclara en tono cómplice mientras les grita a los lejos: "Ese va muy bien con Manaos". A unos 50 metros, los jóvenes devuelven la broma con algunas sonrisas y un saludo final.
El día continúa arriba de una camioneta estilo trafic, en la que el diputado viaja con un grupo de periodistas. El recorrido hasta la siguiente parada, en Florencio Varela, le lleva al menos media hora, entre el zig zag de los baches y el crujir del vehículo entre las calles de tierra. Esta vez, la bienvenida tiene algo de puesta en escena. Hay aplausos, cánticos encendidos que llevan su nombre y una multitud de dirigentes de todas las categorías. Se anotan Miguel Ángel Pichetto y Florencia Arietto, entre la tropa nacional, y Martiniano Molina, Florencia Casamiquela y Pablo Alaniz, entre la local.
Todos están a la espera de Larreta, "el Pelado". Un par de horas antes, el precandidato presidencial tuvo su foto con algunos de los principales dirigentes del interior y precandidatos a gobernaciones que acompañan su proyecto. Motorizada en redes por el compando central de campaña, la imagen entusiasma a quienes esperan en la inmensidad del conurbano. Repiten una y otra vez que están muy bien en las encuestas, que pueden ganar la interna "cómodos" y superar, junto con la boleta de Patricia Bullrich, al oficialismo en casi todas las categorías. Convencimiento, estrategia, ambas cosas...
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Llega el alcalde porteño. Larreta, Santilli y el resto se mueven unos 200 metros barrio adentro hasta llegar a la frontera con Quilmes. La comitiva amarilla se frena ante el precario puente de cemento y metal que cruza el Arroyo las Piedras, que une al barrio quilmeño de San Nicolás con el barrio varelense de El Molino. Observan la densa y oscura agua que corre a metros de sus pies, quietos. El Colorado y Arietto emprenden un cruce cauteloso para hablar con el vecindario, que espera las obras de entubamiento, como las que ya están en marcha en otros barrios, sobre el Arroyo Jiménez o el canal Cordero.
Con Larreta de un lado del puente y Santilli del otro, Pichetto se mueve entre una pequeña multitud de dirigentes locales notablemente incómodo. “A estos barrios hay que entrar con una topadora”, dice en voz baja y con gesto adusto. Nadie se hace cómplice del comentario y sigue la recorrida por el barrio de gente trabajadora de recursos escasos. Larreta promete reformas estructurales con su modelo de gestión al otro lado de la General Paz.
"Tenemos que acompañar a Horacio para cambiar esta realidad", repite Santilli, insistente, a cuanto vecino y vecina se cruza. "Vení, sacate una foto, seguro lo conocés, es el pelado que está en Tik tok", invita a un adolescente que observa curioso el paso de Larreta. El habitual libreto amarillo de los candidatos, otra vez, se lee distinto para Santilli: corre, se separa del grupo de campaña y se mete en el medio de un partido de fútbol del barrio. Pide la pelota, hace jueguitos, la pasa, cabecea y regresa a la recorrida.
La trafic vuelve a arrancar. Se dirije a su última parada: el barrio Crucecita de Avellaneda, en pleno centro de este municipio pegado a la Ciudad de Buenos Aires. Los pasajeros políticos pasan de dos a cuatro. Además de Santilli y Forchieri, se suma Larreta y Molina. El Colorado no para de comer galletitas, ofrece pepas y bizcochitos de grasa cada vez que su armador estrella reparte mates con un termo de River Plate y atina a apoyar su cabeza contra el vidrio para descansar recién cuando nadie acepta más comida. "Estoy destruido", había dicho apenas pisó Berazategui. Ahora está entrando a Avellaneda y a la maratón le queda, al menos, una hora más. El reloj marca las 19.05.
Santilli
Santilli cierra en Avellaneda un día maratónico, en la previa a las PASO 2023.
"Estoy convencido de que este domingo vamos a ganar la provincia de forma contundente", presagia eufórico ya en la esquina de un bar sobre la Avenida Mitre y Velez Sarfield. Larreta está a su izquierda y Maximiliano Galucci, el precandidato local, a su derecha. De frente, una multitud formada por militantes, curiosos y otros dirigentes de peso en su armado, como Diego Valenzuela, escuchan su discurso de cierre de campaña. Su nombre se corea por última vez. Santilli clausura un día agitado, pero promete no parar.