Si el auge de la ultraderecha en la Argentina no fue una sorpresa, al menos para quienes leen este medio desde hace tres años, tampoco lo es que todos los vientos del mundo de golpe le soplen de frente a Sergio Massa. En marzo, desPertar, el newsletter de Letra P te alertó de que la oportunidad de devenir presidenciable que, en teoría, le daba la llegada al Ministerio de Economía podría terminar en"una trampa". En abril, que la propuesta dolarizadora de Javier Milei y –por entonces al menos– cuasidolarizadora de Patricia Bullrich le iban a meter cohete al mercado cambiario. En ese mismo mes, que, la propia permanencia del l´der del Frente Renovador en el Palacio de Hacienda era "un llamador para operaciones de todo tipo: pegarle a la economía es pegarle al Frente de Todos y, además, al hombre del que, en teoría, podría depender su competitividad electoral".
Esa última advertencia se refrescó en junio, justo después de que Massa hubo conseguido su sueño de convertirse en precandidato presidencial de Unión por la Patria (UP), y este mismo mes, cuando la corrida contra el peso en el mercado blue ya era una realidad imparable.
Este miércoles la divisa subió casi 7% en ese mercado libre y cerró a 780 pesos. La City está prendida fuego y Massa –que debe preservar, con tanto en contra, sus chances de llegar a un ballotage– es su rehén. Las cosas se pondrán encima más difíciles para él –y para toda la sociedad– si suma errores –graves y no forzados– como los las últimas horas en la tele.
Una dinámica insostenible
Ya es poco serio señalar que la suba de ese tipo de cambio –tan ilegal o tan legal como el porro– no influye sobre la inflación. Basta para constatarlo observar lo que está ocurriendo con ciertos faltantes de mercadería debido a la incertidumbre de precios y con las remarcaciones impactantes que ya amenazan con dejar vieja la renovada versión del plan de Precios Justos anunciada el martes por la noche. Claro que la mayor parte de la inflación que apunta a dos dígitos –¿cómodos?– este mes y el que viene –por lo menos– se vincula con la chapucera devaluación del 22% del tipo de cambio oficial, decidida el lunes a pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI) sin plan ni salvaguardias, pero el blue agita más la histeria.
A la incertidumbre electoral renovada en las PASO del domingo y "el factor Milei, se sumaron rumores de todo tipo y hasta versiones interesadas sobre una renuncia del ministro de Economía para calentar más la cotización. El runrún ensordecedor que se desató en UP por el fiasco del resultado de las primarias se vio, una vez más, confirmado por declaraciones on the record: el diputado Eduardo Valdés se arrogó el derecho de pedirle a Massa "que termine la semana que viene ese viaje que tiene que hacer (a Washington) y cerrar (con el FMI), y que baje al llano y deje el Ministerio de Economía en manos de otros". ¿Habrá pensado el amigo de Francisco en las posibles consecuencias financieras de tal escenario, evocado con tan escaso tacto?
A favor de Valdés hay que consignar que hay gente todavía más deslenguada, como Milei, quien gritó en TV que está "¡preparado para asumir ya!", aun cuando hay un gobierno en funciones y, más relevante aun… ¡nadie todavía lo votó como presidente!
El ruido imperante confirmó una tendencia insostenible para el blue, a la que Massa –que no se va– necesita ponerle el pecho con urgencia. Esa paridad subió el mencionado 6,85% el miércoles, pero la cuenta se eleva a 39% en lo que va de agosto y a 50% en los últimos 30 días. La curva es vertiginosa.
La versión oficial
El Gobierno se explica la suba del blue tanto por la incertidumbre que generó el auge paleolibertario como por las operaciones de un grupo de especuladores que tratan de incendiar una pradera seca después de haber sido pescados in fraganti en irregularidades cambiarias, las que se han traducido, afirman, en el cierre de 120 de las 214 agencias de cambio que existían al inicio de la actual gestión.
¿Será? Lo que nunca se explica –ningún gobierno lo ha hecho– es cómo los controles draconianos podrían convertir en más barato un bien si su operatoria es corrida con métodos policiales. Al Capone se pone nostálgico cuando habla de la Ley Seca.
Cuando pase el temblor
Ante el clamor de su tropa, Massa se activó por fin y volvió a mostrarse en la noche del miércoles en TN y Cristina Fernández de Kirchner se puso las pilas en el cono de silencio de su despacho en el Senado, dándose por enterada de que la campaña continúa y que hay que resetear las prioridades. El que parece inhallable, acaso ya liberado mentalmente de todo, es Alberto Fernández.
En su presentación en Todo Noticias, el candidato de UP tuvo un acierto, reveló un problema, incurrió en una imprudencia y cometió un error grave.
El acierto fue anunciar que la semana que viene habrá novedades sobre paritarias y otorgamientos de sumas fijas para que los trabajadores y las trabajadoras puedan defenderse de algún modo del golpe devaluatorio e inflacionario. También prometió medidas para los jubilados y jubiladas.
El problema que desnudó es que, mientras que Milei y Bullrich –que aparecieron antes que él– hablaron como candidatos, a él solo le tocó hablar como ministro de una economía que está muy mal. Todo fue dólar, inflación, Fondo… Massa fue consciente de ese inconveniente inevitable, al punto que dijo que "en estos diez días no hay lugar para el candidato, sino solamente para resolver estos problemas".
La imprudencia llegó cuando, al confesar que el salto del dólar oficial fue producto de la negociación con el Fondo, dijo que el mismo vino a compensar un atraso "de 19,5%" dejado por Martín Guzmán. Si el tipo de cambio va a quedar clavado hasta octubre, cuando se votará, y dada la inflación que se acumulará en el período, prácticamente abrió la puerta a una nueva devaluación. No debió hacerlo.
Lo peor, con todo, fue un tramo en el que, para desnudar a Milei, dijo "los bancos deberían avisarles a los ahorristas que el plan de dolarización" del minarquista "implica un plan Bonex". Eso, en el primer menemismo, fue una confiscación de depósitos en divisas, los que fueron cambiados compulsivamente por títulos públicos. Pasando en limpio, Massa, que tiene que mantener todo esto a flote, sembró la duda de semejante escenario, atribuido nada menos que al candidato que hoy está primero en la grilla.
Fue casi una invitación a una corrida contra sí mismo.