Mi viejo es de River, y siempre dio por sentado que sus hijos serían gallinas como él. Pero la verdad es que (bastantes) años atrás, cuando yo todavía era chica, a mi viejo mucho no le importaba de qué equipo era su hija. Además, cuando me preguntaban, muy esporádicamente, el clásico “de qué cuadro sos”, yo respondía “de River”. Lo hacía más por comodidad que por convicción, y así fue durante un buen tiempo, digamos la infancia, la adolescencia, la primera juventud. Imagino lo espantadas que estarán algunas personas futboleras con este derrotero que empiezo a confesar, porque el final está cantado. Me casé con un bostero, sí. Pero no fue por eso que me hice hincha de Boca.
Por Diego y por Román
Fue por Diego Maradona y por Juan Román Riquelme. ¿Fue por el fútbol? Puede ser, pero creo que fue más por otra cosa que primero se siente y después se razona. Diego y Román tuvieron diferencias entre ellos. Algunas lamentables: ¿Qué habría sido de la Selección de 2010 con Román en Sudáfrica? Pero también se parecen. ¿En qué? Lo dijo así el periodista deportivo Ezequiel Fernández Moores en el programa Palermo Wuhan, de El Destape Radio: lo de ellos es “una rebelión de clase”. Cito textual: “Lo que les molesta a las élites es que alguien se les plante, que les diga ‘el fútbol es un deporte que jugamos los mejores, que decidimos los mejores con ciertos criterios futbolísticos no empresariales, aun cuando sepamos que el fútbol también es un negocio’”.
Porque su padre les transmitió la pasión xeneize sin prisa pero sin pausa, ese club azul y amarillo que queda en un barrio popular atraviesa a mis hijos, muchas veces solos en el mar de hinchas de River que inunda Belgrano y Núñez. Ese pararse de manos de Maradona y Riquelme frente a los millonarios también los involucra. Tiene que ver con custodiar la alegría –y la tristeza y el orgullo– de pertenecer a la Mitad más Uno. Y entonces también me compromete.
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La obscena pelea que da Mauricio Macri para no perder las elecciones y recuperar el control en Boca revela de manera clarísima el entramado judicial que lo beneficia, y su falta total de escrúpulos y la de su entorno siempre servil a la hora de complacerlo. A él, que algún problema tiene con admitir las derrotas. Claro, su gestión en Boca fue la que lo lanzó a la jefatura de Gobierno porteña, y de ahí a la presidencia de la Nación. Pero sigue perdiendo la pelea por las sociedades anónimas en el fútbol, un tema sobre el que vuelve todo el tiempo. Y una vez más, el que se rebela es Román. Se hace el que no habla de política, pero se mueve como un dirigente político con todas las letras.
Por supuesto que no hay lealtades sin críticas. De hecho, lo que ocurrió con Sebastián Villa –condenado recientemente por la Justicia en una causa por violencia de género–, la manera en que el club abordó el caso y su minimización por parte de Riquelme, no me resultan indiferentes. En mayo de 2022 escribí en Letra P, reclamándole: “Porque la cancha y la vida no son cosas distintas. Porque se espera que un referente popular repudie la violencia de género. Porque es hora de que el fútbol deje de amparar y, peor, de idolatrar a los violentos”.
Este domingo, socios y socias de Boca Juniors deberían estar votando. Sin embargo, eso no va a ocurrir y no se sabe cuándo ocurrirá. ¿Qué se juega en las urnas de Boca? Muchas de las respuestas políticas están en la producción de periodistas de este medio. Se juegan también la alegría y el orgullo de mis hijos. Que desde hace ya no sé cuánto, y por culpa de Diego y Román, también son míos.
Chau, me voy preparar para el banderazo.