Por el mandato de las urnas en las PASO, su larga historia en el partido amarillo y su experiencia de gestión, Néstor Grindetti es el líder en construcción del PRO en la provincia de Buenos Aires. La mayoría coincide en que se ha ganado ese lugar, aunque deberá refrendarlo el 22 de octubre. Si se convierte en gobernador, no habrá lugar a dudas, pero si eso no sucediera, al día siguiente de las generales se iniciaría la versión bonaerense de la batalla por la conducción del partido que fundó Mauricio Macri. Un puñado de dirigentes estaría en condiciones de levantar la mano y pedir el bastón de mando, pero uno parecería correr con ventaja, dependiendo, de todos modos, de su suerte en la competencia de pago chico: Julio Garro.
El intendente de La Plata está inmerso 100% en su campaña local. Va en busca de su tercer mandato consecutivo y emerge de forma natural como uno de los protagonistas del futuro amarillo. Es parte de una cantera de dirigentes forjada al calor de triunfos que tiene visibilidad y estructura propias. Se anotan en ese lote Diego Santilli y Cristian Ritondo y dirigentes más jóvenes que comenzaron a caminar el territorio con la bandera de la alianza a partir del triunfo de Macri en 2015.
Salvo escasas excepciones, a tres semanas de las generales del 22 de octubre, nadie duda de que Grindetti es quien lidera la campaña en la provincia del 37% del padrón electoral nacional, tal como lo hace a nivel nacional Patricia Bullrich. Trayectoria en la gestión y vínculos en el partido no le faltan. Fue socio fundador del PRO bonaerense junto a Jorge Macri y administrador de las cuentas del expresidente en épocas en las que el por entonces jefe de Gobierno porteño todavía llevaba bigotes y apenas soñaba con llegar a la Presidencia.
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Hay dos puntos determinantes que bifurcan el futuro de este sector de la oposición. El intendente de Lanús en uso de licencia ya avisó a sus hombres y mujeres de confianza que, en caso de llegar al sillón de Dardo Rocha en diciembre, sólo pretende estar por un periodo en el gobierno, lo que abre un abanico de posibilidades a futuro, sobre todo, a partir de su perfil propenso a la apertura y el diálogo con otros dirigentes de su espacio.
“No está en mis planes ser gobernador más de un periodo, hay que apostar a la renovación de dirigentes”, aseguró en una mesa de reunión de estrategias de campaña. Su idea está en sintonía con lo que hizo en Lanús. Apenas asumió su primera gestión, dijo que, pese a que lo habilitaba la ley, dejaría lugar a otra persona después de ocho años. El elegido fue Diego Kravetz, el candidato a intendente que buscará remontar el traspié de las PASO, cuando Unión por Patria (UP) quedó primero con la suma de los votos conseguidos por todos sus candidatos que fueron a la interna.
“Ante todo soy intendentista”, es otra de las frases que repite el candidato a gobernador cada vez que puede. De ahí que entre sus prioridades esté mantener una sintonía fina con ellos y, en particular, con Garro.
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El jefe comunal de la ciudad capital pareciera tener con qué. En los comicios de medio término fue el que más sufragios aportó al triunfo de Santilli, con 178.843 votos, por encima de sus pares Guillermo Montenegro, que cosechó 168.111; el propio Grindetti, que logró 108.642; o Macri, que aportó 99.801 votos, y volvió a repetir el triunfo este año al acompañar a Horacio Rodríguez Larreta. Además, Garro suele representar a los intendentes PRO en la defensa de sus intereses ante Kicillof.
Más allá de Garro y luego del pase del primo Macri a la Ciudad, asoman también Santilli y Ritondo. El Colorado hizo una muy buena elección en 2021, con la que sumó visibilidad en la provincia de Buenos Aires después de haberle ganado al peronismo unido; ahora, pese a la derrota, puede considerar una buena performance en las PASO, cuando cosechó algo más de 1.355.000 votos y quedó a nada de ganar la interna. El enviado de Larreta a territorio bonaerense necesita hacer valer esa pila de sufragios. Seguir caminando la provincia y sumarse a la campaña de su vencedor puede reportarle ganancias personales, lo mentiene en la vidriera de la política.
Ritondo aún retiene una estructura nada despreciable que heredó de su ex jefa política María Eugenia Vidal. Hábil para la rosca, con un local partidario en muchos rincones del territorio bonaerense, el jefe del bloque amarillo en la Cámara baja del Congreso pareciera carecer de todos modos de chances reales para liderar el espacio en 2027. Algunos lectores de la política bonaerense creen tener ejemplos para confirmar la teoría: con su renuncia forzosa a competir por la gobernación se ganó el primer lugar de candidatos a ingresar a la Cámara de Diputados y la promesa de conducirla en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio, pero también porque obtuvo más lugares que sus pares en las nóminas seccionales: existía un acuerdo tácito entre Grindetti, Ritondo, Joaquín De la Torre y Javier Iguacel para que cada dirigente se quedara con dos lugares en las listas, pero el diputado, finalmente, se llevó uno más que le cedió el intendente de Lanús a cambio de respaldo a su liderazgo y la no mudanza a campamento larretista. Funcionó y perdió con eso, quizá, una gran oportunidad para ser candidato.
Quizá por eso es que estos otros nombres, el de Garro sobre todo, pero también los mencionados, sean los que plantan bandera para diseñar las próximas estrategias políticas del PRO. Por cualidades similares, es probable que también se anote en esa disputa por el control amarillo toda una generación de nuevos dirigentes con ambiciones como Martín Yeza, de Pinamar, Soledad Martínez, de Vicente López, y Ezequiel Galli, de Olavarría, una camada de sub 50 que reportan a distintas estructuras amarillas.
Mucho antes de esta proyección 2024, Bullrich y Grindetti deberán ganar primero las elecciones o mostrarse dispuestos a ser parte de un reordenamiento interno en la derrota. Conscientes de que están abajo en las mediciones de las consultoras, pero entusiasmados con que tienen el tiempo necesario para revertir el complejo panorama creado por la figura de Milei, buscarán ganarle a Kicillof para luego ir en busca del batacazo en un ballotage.