“No hay plata”, dijo Martín Menem en su primer discurso como presidente de la Cámara de Diputados, un cargo al que accedió con el voto de todas las bancadas mayoritarias luego de una fuerte presión que ejerció el bloque de La Libertad Avanza sobre el presidente electo, Javier Milei, quien evaluaba cederle el sillón a un sector aliado de la oposición.
Con su advertencia, el riojano marcó su único límite a la negociación que tendrá con los otros bloques para construir mayorías: le podrán pedir muchas cosas, pero no fondos. Tal vez esa sea la principal diferencia con Emilio Monzó, el último presidente de la Cámara baja en minoría que tuvo un gobierno.
Monzó, que ahora es diputado nacional, asumió en 2015 con un bloque de 85 bancas y, ayudado por los desembolsos a las provincias, pactó con el peronismo territorial y el Frente Renovador para llegar al número mágico de 129 votos durante el primer año de la gestión PRO. Menem la tiene más difícil: La Libertad Avanza comienza con 38 bancas y, según el presidente electo, no hay plata para contentar a nadie.
Discurso del Presidente de la HCDN, Menem, Martín Alexis - Sesión Preparatoria 07-12-2023
En los primeros meses, para buscar aliados, Menem levantará la bandera del 56% que votó a Milei en la segunda vuelta y pidió reformas estructurales, pero necesitará un consenso interno que deberá construir por sus propios medios y aún no está claro cómo lo logrará.
El PRO, que se presenta como su socio natural, tiene sólo 40 bancas para aportar y una crisis interna que le impide garantizar unanimidad. Para el resto del recinto, Menem deberá poner a prueba su capacidad de rosca, ley por ley, una tarea que hace 15 días ni imaginaba.
De hecho, después del ballotage, el riojano tenía previsto renunciar a la banca para permanecer en la Legislatura local y fortalecer su proyecto de gobernación, en una provincia donde hace dos décadas su apellido dejó de dominar la escena política.
Decidió abandonar su tierra natal por la presión de un grupo de referentes de las provincias de La Libertad Avanza que lo tomó como bandera de una rebelión interna contra la cúpula porteña que rodea al economista, liderada por el futuro ministro del Interior, Guillermo Francos.
La debilidad con la que asumirá Francos es otra flaqueza que tendrá Menem para su gestión legislativa, que siempre depende de una aceitada relación institucional de la Casa Rosada con las provincias y referentes parlamentarios de peso. No será el caso, al menos en los primeros meses.
El Menem que faltaba
Martín Menem tiene 48 años, es sobrino del expresidente, Carlos Menem, e hijo de Eduardo, quien fue senador por 17 años y durante diez ejerció la presidencia provisional. Hace dos años ni siquiera tenía previsto hacer política: se dedicaba a vender suplementos deportivos y había logrado un contrato con la AFA.
Su hermano Adrián, cuatro años mayor, fue diputado hace dos décadas, durante el último intento del expresidente por volver al poder. Martín, abogado de profesión, creció con su familia en el lento retiro de la vida pública y prefirió tomar otros caminos. Sus planes recién cambiaron cuando conoció a Milei, quien reivindica los años del riojano en la Casa Rosada y hasta se presentó como su continuidad.
La Convertibilidad -el instrumento creado por Domingo Cavallo que rigió la economía de los 90-, explica con frecuencia el presidente electo, es lo más parecido que hubo a la dolarización que pregona para su gestión. La única diferencia, aclara, sería que con su modelo los gobiernos no podrían imprimir nunca más.
a25b9a8e-c2e5-496b-9bad-912ff999132e.jpg
La familia de Martín Menem.
Ni bien supo que sería el nuevo presidente de la Cámara baja, Menem buscó asesoramiento en integrantes del plantel jerárquico que conocen al padre para estudiar el reglamento y preparar una reforma que prometió en su discurso inaugural. Quiere reducir la cantidad de comisiones, que son 46 y muy pocas se reúnen con frecuencia. Prometió la participación de todas las fuerzas políticas en ese debate.
El otro desafío de Menem será aplicar una motosierra en el Congreso, con la eliminación de “estructuras sobredimensionadas” que deberá identificar sin entrar en conflictos gremiales que puedan alimentar a sus detractores, en un recinto dominado por la grieta ideológica. Tratará de predicar con el ejemplo: ya pidió que no le asignen autos oficiales y chofer.
Los acuerdos
La capacidad de diálogo de Menem es todavía un misterio, porque, al margen de su historia familiar, nunca fue parte de un oficialismo y, menos aun, de la construcción de consensos. Por el contrario, este año enfrentó al gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, con un escenario de cancha inclinada: en su entorno cuentan que costaba alquilar un local y conseguir entrevistas. "Ahora tiene que apagar el teléfono", bromean.
En su debut, Menem fue testigo de la dinámica parlamentaria que afrontará en tiempos de fragmentación: se encontró con un acuerdo de un sector de la oposición que pretendía digitar la conformación de las comisiones. Lo revirtió después de pedir un cuarto intermedio para reunirse con los jefes de bancada, a quienes deberá tratar de contener desde el lunes, cuando empiece a recibir coordenadas claras desde la Rosada.
Disciplinado, Menem acató las directivas de Santiago Caputo, el asesor principal de Milei, y canceló entrevistas. Recién volvería a hablar la semana siguiente, con más detalles de los primeros proyectos que envíe el presidente. Tal vez esa sea una misión del gabinete. Su tarea principal será buscar consensos en la Cámara de Diputados. No la tiene nada fácil.