La llegada de Martín Llaryora a la campaña de Hacemos por Nuestro País sirvió para exponer las tres características que marcarán la vida interna del cordobesismo, por lo menos hasta el 22 de octubre. El PJ provincial evitará los temblores internos en pos de una unidad que acompañará a Juan Schiaretti “hasta el final”; que el gobernador y candidato a presidente seguirá siendo reconocido como el líder del peronismo provincial hasta el 10 de diciembre; y que su sucesor está listo para empezar a construir su propia narrativa, que ahora emerge nacionalmente pensando en la Argentina que viene.
Es cierto que al gobernador electo le importa la elección en Córdoba, la que le determinará el número de diputados propios que lo acompañarán desde el Congreso durante el primer tramo de su gestión. Pero también es verdad que a Llaryora le importa Llaryora. Y esa espalda que le pueden ofrecer uno o dos diputados más, también la puede garantizar su mayor incidencia en las discusiones que se sucederán en el país que viene, que lo encontrarán al frente del segundo distrito más importante del país.
Por esa razón, su presencia en la campaña se explica por un juego de mutua conveniencia: para Schiaretti y Florencio Randazzo, pensando en la elección inmediata; y para el proyecto político a largo plazo del intendente que será gobernador. “Van a pasar los años y van a ver que los que hoy estamos acá somos los fundadores de la esperanza de la Argentina del futuro”, dijo en Palermo, en un tono menos agresivo y con aires de reflexión. Una afirmación que desnuda una convicción. “Van a ver”, una sentencia cargada de futuro.
La irrupción de Llaryora en el acto de ayer, además, despoja a Sergio Massa y Patricia Bullrich de las expectativas en torno a la posibilidad de sumar al gobernador electo a una eventual estrategia para llegar a la segunda vuelta y, eventualmente, engordar cada uno de los espacios de cara a noviembre. En Palermo, los acuso de fundir la Argentina y les sugirió “bajarse” de la contienda. Con todo, el cordobesismo unido por primera vez desde que Schiaretti comenzó oficialmente su aventura nacional, todos los oradores pusieron el horizonte en una pelea mano a mano con Javier Milei. Algo que se dará en Córdoba, pero difícilmente suceda a nivel nacional.
La discusión en torno al “voto útil” y la posible “unidad opositora amplia” quedaron el martes a un costado del camino. Unión por la Patria y Juntos por el Cambio deberán buscar otras estrategias, no descartando los vasos comunicantes que se sostienen con el cordobesismo, pero dejando de esperar que el próximo conductor del peronismo cordobés se arriesgue a un movimiento público que lo aleje de Schiaretti. Como repiten cada vez que se pregunta, “Martín va con Juan, hasta el final”.
El desembarco
En el sector asignado para la conferencia de prensa que iba a protagonizar la fórmula de HxNP en La Rural de Palermo en la previa al acto de relanzamiento de cara al 22 de octubre había una silla para Schiaretti y otra para Randazzo. Cuando los asesores técnicos del peronismo antikirchnerista agregaron una tercera, se confirmó una información que desde hace tiempo venía circulando en el micromundo cordobesista que acompaña al único mandatario provincial que participará de la elección presidencial: el desembarco de Llaryora a la campaña nacional.
El sanfrancisqueño había terminado el discurso más enérgico de la tarde noche palermitana cuando el candidato a vice tuvo que tomar la palabra. “¿Difícil, no?, está caliente la pantalla”, lanzó Randazzo ni bien se acercó al atril generando una complicidad que rápidamente encontró respuesta en la risa de la mayoría de los presentes en el recinto. De piernas cruzadas, en el extremo derecho del escenario, Llaryora replicó: “Difícil es hacer lo que hicieron ustedes”. Y así descubrió también su rol en el equipo, el de acompañar y, con sus propias características discursivas, picantear la disputa con el fin de validar el liderazgo de los candidatos. Alimentará el suyo presentándose como sostén y garante de un modo de hacer, ver y analizar la política nacional.
Aunque a él le hubiese gustado tener un mayor protagonismo en la previa a las PASO, el gobernador electo quedó preso del calendario electoral cordobés. Hubo una elección provincial que se complicó más de lo esperado y una contienda capitalina que lo obligó a ocupar el centro de la escena, una vez más. La noche en que celebró la victoria de Daniel Passerini y apuntó contra los “pituquitos de Recoleta" faltaban sólo tres semanas para las primarias. De todos modos, en ese momento comenzó la campaña nacional de Llaryora.
Su presencia en Palermo marcó el rumbo de la nueva fase de la campaña de HxNP, la reivindicación del federalismo que grita, dispuesto a exponer, los modelos que, como dice Schiaretti “gobiernan el país desde el AMBA”. “El país necesita un proyecto para todos los argentinos y no sólo para quienes viven en la Capital Federal y una parte de la Provincia de Buenos Aires”, apuntó Llaryora, que definió a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como “el distrito más subsidiado de la Argentina donde todo el mundo tiene un plan”. “República planera”, había dicho un rato antes cuando conversaba con los periodistas.
Más allá de algunas frases que buscaron romper la monotonía de la campaña previa a las PASO, ni Schiaretti ni Randazzo tienen el perfil que Llaryora viene a aportar, el del lenguaje llano que no teme a despojarse de la solemnidad y eleva la voz hasta quedarse difónico. Una épica eufórica que acelera y transmite convencimiento, algo que el cordobesismo necesita para poder sostener el caudal de votos obtenidos durante la primaria e intentar crecer todo lo posible para mejorar la performance en la batalla de octubre.