Javier Milei se siente bien con su gabinete en refacción.
Todas las elecciones generan una suerte de espejismo: el de un "reparto del poder" político cosificado, que se mide en votos, bancas, ganadores, perdedores, y una nueva relación de fuerzas que los vencedores presentan como un stock permanente. Ese es el modo de ocultar el carácter perecedero de cualquier balance favorable, de modo de sostenerlo todo lo que se pueda en el tiempo, alentando a los propios e inmovilizando a los detractores. A esa faena se entrega hoy Javier Milei.
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También, que Karina Milei, ilesa por ahoradel presunto escándalo de coimas en el que se la mencionó tanto, lo acompañará desde ahora como un polo de influencia excluyente, toda vez que ingresó con ella, ahora a la vez manos derecha e izquierda, donde lo esperaban ministros, funcionarios y, sobre todo, un asesor ubicado en pie de igualdad. Cada uno de ellos obtuvo una dosis calculada de afecto.
El Presidente Javier Milei saludó a su nuevo Gabinete en la primera reunión en Casa Rosada tras la victoria electoral del pasado domingo. pic.twitter.com/XUr26UWJ9B
El ingreso fue eufórico e incluyó, promediando la recorrida, un abrazo adolescente y a los saltos con el diputado electo y ministro de Defensa saliente Luis Petri.
Antes de eso, los primeros en ser estrujados por estar cerca de la puerta fueron el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y Toto Caputo. Convendría recordar esa torpeza: el primero nunca debió aparecer en el video ni en la foto porque eso socava cualquier argumento de independencia o, cuanto menos, autonomía funcional de la autoridad monetaria, lo que da elementos a buitres de hoy y de mañana deseosos de embargarle sus activos con el argumento de que, en realidad, es un alter ego del Tesoro.
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Karina Milei, ratificada como El Jefe por Javier Milei.
El abrazo con el nuevo jefe de Gabinete, el karinista Manuel Adorni, fue entrañable. "¡Bienvenido!", le dedicó enseguida al flamante ministro del Interior y encargado de arrimar a los gobernadores, Diego Santilli.
Casi al final de la fila quedó Santiago Caputo, a quien Milei abrazó larga y cariñosamente, como a quien se le recompensa la lealtad en un tiempo de marea baja.
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Karina Milei vs. Santiago Caputo: la pelea continúa
¿Será su debilidad actual un rasgo permanente? No necesariamente, porque el poder circula y se disputa siempre y en todo lugar.
Además, el asesor que no será superministro tiene en la cabeza un proyecto amplio, el de una extrema derecha que vaya más allá de la economicista del Presidente y de la exclusivamente tacticista que hasta ahora ha exhibido Karina Milei. Conocer la diferencia entre táctica y estrategia suele ser una ventaja en los juegos de poder.
Sin embargo, el intento de presentar una repetición infinita de fotogramas como si constituyeran una película rápidamente se prueba como un artificio. El poder no se reparte como si fuera una torta y, sobre todo, no permanece inalterado, sino que se disputa, tanto al interior de las estructuras de gobierno como fuera de ellas.
Como dijo Michel Foucault en su Historia de la sexualidad, Volumen I: La voluntad de saber, "el poder no es una institución y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada". Algo más adelante, añade que "no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos en un juego de relaciones móviles y no igualitarias".
El poder en disputa en el segundo bienio de Javier Milei
El relanzamiento del Gobierno tiene un propósito: conseguir los apoyos –en principio legislativos– necesarios para imponer una seguidilla de leyes que el mileísmo –y también el Círculo Rojo y los Estados Unidos– consideran la base de una cristalización del modelo de mercado libérrimo: de modo inmediato, el Presupuesto 2026, eternización del ajuste; y a continuación, las reformas laboral, impositiva y penal, destinadas a abaratar aun más el trabajo, oxigenar la tasa de ganancia de las empresas en detrimento del financiamiento de los servicios públicos y un orden represivo más severo.
Que el mileísmo 2.0 se haya expandido en las elecciones y que, después de las urnas, haya conseguido en el mercado de pases las bancas que le seguían faltando para hacerse con el tercio necesario para sostener vetos en la Cámara de Diputados es indicador de la impronta karinista de la nueva fase: la de un poder vertical, en el que las alianzas serían más bien forzadas.
Ese esquema debe probarle al gobierno de Donald Trump, quien ya tiene en funciones al embajador Peter Lamelas, que es apto para asegurar la gobernabilidad requerida, en momentos en que el dólar recuerda –como volvió a ocurrir ayer– que hay una situación no resuelta en términos de nivel de tipo de cambio y acumulación de reservas, cuentas a saldar para conseguir el ansiado regreso al mercado voluntario de deuda.
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Más allá de los habituales rigores del día a día, hay que reparar en el programa mencionado para pensar lo que viene y, en clave foucaultiana, entender que el poder circula y que nunca es un stock que se posee.
Javier Milei y el poder reformista del voto
El Presupuesto pondrá a prueba la relación con los gobernadores y demostrará hasta qué punto los mandatarios, incluso habiendo sido derrotados en su mayoría, están dispuestos a acompañar a cambio de la misma nada de siempre.
La reforma laboral pondrá en tensión al mundo del trabajo formal y obligaría a la CGT, en pleno proceso de renovación de su conducción, a despertarse de la siesta. La alarma también les sonaría a las CTA, que no vienen diferenciándose demasiado en materia de activismo.
La impositiva, en tanto, es una moneda al aire. En un contexto de ajuste, la aspiración de reducir la carga tributaria sin dejar de considerar "héroes" a los evasores –lo que impide ampliar la base que contribuye– augura menos y no más recursos a los mandatarios provinciales y, debajo de ellos, municipales. Ese no es un juego en el que todos puedan ganar.
La penal, por último, probablemente contaría con el apoyo de una mayoría social transversal, expresiva del hartazgo con situaciones de inseguridad que no parecen excesivamente graves en los promedios nacionales, pero que pegan fuerte en ciertas localidades y regiones.
La defensa de los derechos humanos –de las víctimas, como gusta decir la derecha, pero también de los acusados protegidos por una Constitución que cabría tratar mejor– será un desafío en una época en la que la responsable institucional de la represión a ancianos y del tiro al blanco con los reporteros gráficos, Patricia Bullrich, es premiada por la mitad de la ciudadanía porteña en las urnas.