Todas las elecciones y, desde ya, también las legislativas recientes, generan una suerte de espejismo: el de un "reparto del poder"político cosificado, que se mide en votos, bancas, ganadores, perdedores, y una nueva relación de fuerzas que los vencedores presentan como un stock permanente. Ese es el modo de ocultar el carácter perecedero de cualquier balance favorable, de modo de sostenerlo todo lo que se pueda en el tiempo, alentando a los propios e inmovilizando a los detractores. A esa faena se entrega hoy Javier Milei.
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El video que difundió el Gobierno sobre la primera reunión del nuevo gabinete constituyó una inmejorable puesta en escena de lo dicho.
Al son de la famosísima canción de James Brown, la sociedad fue informada de que el Presidente, triunfador en los comicios, realmente "se siente bien".
También que Karina Milei, ilesa por ahora del presunto escándalo de coimas en el que se la mencionó tanto, lo acompañará desde ahora como un polo de influencia excluyente, toda vez que ingresó con ella, ahora a la vez manos derecha e izquierda, donde lo esperaban ministros, funcionarios y, sobre todo, un asesor ubicados en pie de igualdad. Cada uno de ellos obtuvo una dosis calculada de afecto.
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Cada uno en su lugar
El ingreso fue eufórico e incluyó, promediando la recorrida, un abrazo adolescente y a los saltos con el diputado electo y ministro de Defensa saliente Luis Petri.
Antes de eso, los primeros en ser estrujados por estar cerca de la puerta fueron el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y Toto Caputo. Convendría recordar esa torpeza: el primero nunca debió aparecer ni el el video ni en la foto porque eso socava cualquier argumento de independencia o, cuando menos, autonomía funcional de la autoridad monetaria, lo que da elementos a buitres de hoy y de mañana deseosos de embargarle sus activos con el argumento de que, en realidad, es un alter ego del Tesoro.
El abrazo con el nuevo jefe de Gabinete, el karinista Manuel Adorni, fue entrañable. "¡Bienvenido!", le dedicó enseguida al flamante ministro del Interior y encargado de arrimar a los gobernadores, Diego Santilli.
Casi al final de la fila quedó Santiago Caputo, a quien Milei abrazó larga y cariñosamente, como a quien se le recompensa la lealtad en un tiempo de marea baja.
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¿Será su debilidad actual un rasgo permanente? No necesariamente porque, como se dijo, el poder circula y se disputa siempre y en todo lugar.
Además, el asesor que no será superministro tiene en la cabeza un proyecto amplio, el de una extrema derecha que vaya más allá de la economicista del Presidente y de la exclusivamente tacticista que hasta ahora ha exhibido Karina Milei. Y conocer la diferencia entre táctica y estrategia suele ser una ventaja en los juegos de poder.
La savia que siempre circula
Sin embargo, el intento de presentar una repetición infinita de fotogramas como si constituyeran una película rápidamente se prueba como un artificio. El poder no se reparte como si fuera una torta y, sobre todo, no permanece inalterado, sino que se disputa, tanto al interior de las estructuras de gobierno como fuera de ellas.
Como dijo Michel Foucault en su Historia de la sexualidad, Volumen I: La voluntad de saber, "el poder no es una institución y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada". Algo más adelante, añade que "no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos en un juego de relaciones móviles y no igualitarias".
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Con sus inequidades e incluso sus abusos, la vida continúa.
El relanzamiento del Gobierno tiene un propósito: conseguir los apoyos –en principio legislativos– necesarios para imponer una seguidilla de leyes que el mileísmo –y también el Círculo Rojo y los Estados Unidos– consideran la base de una cristalización del modelo de mercado libérrimo: de modo inmediato, el Presupuesto 2026, eternización del ajuste; y a continuación, las reformas laboral, impositiva y penal, destinadas a abaratar –aun más– el trabajo, oxigenar la tasa de ganancia de las empresas en detrimento del financiamiento de los servicios públicos y un orden represivo más severo.
Que el mileísmo 2.0 se haya expandido en las elecciones y que, después de ellas, haya conseguido en el mercado de pases las bancas que le seguían faltando para hacerse con el tercio necesario para sostener vetos en la Cámara de Diputados es indicador de la impronta karinista de la nueva fase: la de un poder vertical, en el que las alianzas serían más bien forzadas.
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Más allá de los habituales rigores del día a día, hay que reparar en el programa mencionado para pensar lo que viene y, en clave foucaultiana, entender que el poder circula y que nunca es un stock que se posee.
El Presupuesto pondrá a prueba la relación con los gobernadores y demostrará hasta qué punto estos, incluso habiendo sido derrotados en su mayoría, están dispuestos a acompañar a cambio de la misma nada de siempre.
La reforma laboral pondrá en tensión al mundo del trabajo formal y obligaría a la CGT, en pleno proceso de renovación de su conducción, a despertarse de la siesta. La alarma también les sonaría a las CTA, que no vienen diferenciándose demasiado en materia de activismo.
La impositiva, en tanto, es una moneda al aire. En un contexto de ajuste, la aspiración de reducir la carga trubutaria sin dejar de considerar "héroes" a los evasores –lo que impide ampliar la base que contribuye– augura menos y no más recursos a los mencionados mandatarios provinciales y, debajo de ellos, municipales. Ese no es un juego en el que todos puedan ganar.
La penal, por último, probablemente contaría con el apoyo de una mayoría social transversal, expresiva del hartazgo con situaciones de inseguridad que no parecen excesivamente graves en los promedios nacionales, pero que sí pegan fuerte en ciertas localidades y regiones. La defensa de los derechos humanos –de las víctimas, como gusta decir la derecha, pero también de los acusados protegidos por una Constitución que cabría tratar mejor– será un desafío en una época en la que la responsable institucional de la represión a ancianos y del tiro al blanco con los reporteros gráficos, Patricia Bullrich, es premiada por la mitad de la ciudadanía porteña en las urnas.
El peronismo, después del espejismo
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La sucesión de fotogramas idénticos que el Gobierno –como todo gobierno– pretende mostrar como si fuera una película le reserva a la oposición un lugar subalterno. Sin embargo, ese espejismo oculta, detrás del impacto de un resultado no esperado, que la derecha viene de cumplir con su piso histórico del 40% y que el peronismo, fragmentado y confundido como está, muestra todavía y a pesar de sí mismo signos vitales.
En la entrevista que le concedió el domingo a Cenital, Máximo Kirchner habló largamente, pero no dijo tanto. En medio de un encadenamiento de palabras que no dejó de ser atrayente para los interesados, se filtró un intento de no confrontar con Axel Kicillof más allá de lo ya hecho por Cristina Fernández de Kirchner en su última carta. La ruptura está latente, pero ninguna de las partes puede quedar como la que la gatille.
El titular del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires no dejó de respaldar, por supuesto, la idea de que el desdoblamiento electoral decidido por el gobernador fue la causa de la derrota en octubre y no se sintió obligado a explicar por qué la expresidenta dio vuelta un argument o que, inicialmente, había augurado una derrota en septiembre –cosa que no ocurrió– y aconsejado una nacionalización de la campaña que se probó, justamente, como el talón de Aquiles de la oposición.
Pero eso ya es historia. Más interesante resultó que MK negara cualquier intento de esmerilar a Kicillof como posible presidenciable y que culpara por los enfrentamientos del momento, más que a este, a los intendentes que lo empujan a diferenciarse... y que quieren empujarlo a él fuera del PJ provincial.
A Kicillof lo mencionó por su nombre de pila sólo una vez; en las demás, mandó el trato camporista de "el gobernador". Ese, vale recordar, fue hace tiempo el primer indicio discursivo de ajenidad, una suerte de táctica de la indiferencia que el mandatario provincial ahora replica ante los embates de CFK.
Máximo Kirchner y el gobernador están separados por una pared de hielo. La actitud del camporismo ante el proyecto de presupuesto provincial, el futuro del diputado como jefe del partido en el distrito y hasta la unidad de las bancadas son presentadas como paritarias paralelas, aunque en verdad se juegan en las mismas mesas.
También el poder se disputa y circula dentro del peronismo. En algún momento, ese sector dominante de la oposición ordenará su cabeza –en el doble sentido de la conducción y de las ideas– se sentirá en condiciones de dirimirlo también en relación con el proyecto de la extrema derecha.