La consigna es muerte a la corrección política, al progresismo, a la razón, a la moderación y al conocimiento, demonios al servicio de la dominación de “los argentinos de bien”, y que ¡viva la libertad, carajo!; que vivan la violencia, la discriminación, la homofobia, la misoginia, el racismo y la ignorancia (en el debate presidencial de 2023, Sergio Massa pensó que limaba al entonces candidato Milei cuando expuso que su contrincante no sabía qué era el "GDE", una plataforma de gestión del Estado; no se avivó, el hincha de Tigre, de que, en cambio, lo estaba ayudando a consolidar su imagen, opuesta a la del burócrata que el 56% de la sociedad pretendía borrar del mapa); que vivan, también, el ajuste y la represión de la protesta. Cuanto peor, mejor.
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(Acaso Javier Milei no sea el cerebro de ese plan, pero es el mejor frontman que podían encontrar quienes lo hayan diseñado a imagen y semejanza de experiencias que lo precedieron en América y Europa. Por violento, homofóbico, misógino, racista e ignorante. Por su convicción de que el ajuste es la receta para producir el milagro y porque está convencido de que la protesta se sofoca a palos y balas. Por su megalomanía, por sus delirios místicos y por la hipotrofia de su Súper Yo, que le permite decir barbaridades que la corrección política reprimiría.)
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Protesta y represión en la marcha de jubilados (Foto Pilar Camacho)
Noticias de ayer: Javier Milei ataca a la prensa
Otra vez: la violencia de Milei es noticia vieja. Todas las formas de disidencia y todos los colectivos sindicados como enemigos por el relato libertario han sido atacados (insultados, agraviados y descalificados) sistemáticamente por el actual presidente desde mucho antes de tomar posesión de su cargo, desmesuras que las alfombras del poder no consiguieron amortiguar.
El autor de esta nota apela siempre al mismo ejemplo, por su elocuencia. El 11 de octubre del año pasado, en el acto de presentación de La Libertad Avanza como sello partidario nacional, Milei arremetió contra el resto del mundo al grito de corruptos soretes siniestros delincuentes sindigarcas parásitos degenerados y econochantas –tiempo después, estos últimos mutarían a mandriles, criaturas de Dios estigmatizadas por la humillación del sexo anal en rol pasivo-.
Embed - MILEI CANTA “MANDRIL DECIME QUÉ SE SIENTE ” | Cadena 3 Argentina
En esa lista estaban “los periodistas”, los “ensobrados”, esos "pedazos de soretes". Esa noche, Milei alentó a sus barrabravas, agitando sus brazos, a cantarles "¡Hijos de puta! ¡Hijos de puta! ¡Hijos de puta!".
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Sin embargo, cierta aristocracia de la prensa mainstream –ciertas celebridades y ciertos medios que hacen “periodismo de calidad”, como La Nación, según la autopercepción de su subdirector, Fernán Saguier, expresada en una columna reciente en la que parece quejarse de que así le pagan tantos servicios prestados a la República- no tomaron nota de esas violencias. "El Presidente es así, genuino", decían, como si la autenticidad lo exculpara.
Habrán sentido, entonces, que no tocaban a sus puertas, tan antikirchneristas que siempre fueron –el kirchnerismo es lo peor de lo peor, dicen las verdades mileístas- y tan entusiastamente oficialistas que se habían puesto, al punto de que casi que parecían militar la revolución libertaria –periodismo militante, qué horror-.
Ahora sí, finalmente, sienten que han llegado a sus casas. Ahora sí es un escándalo.
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Javier Milei LAMifica la discusión pública
¿Qué cambió, además de que en la volteada hayan caído algunas celebridades y algunos medios que se habían sentido a salvo en sus refugios del periodismo de calidad oficialista? Es un tema de intensidad.
En las últimas semanas, como ha marcado Letra P, el plan de construcción de poder por medio del contraste con la casta puso a “los periodistas” en el centro del campo de batalla. La metralla incluye ahora la acusación a la prensa de prostituirse, lo que sólo vale como insulto a partir de la descalificación de quienes ejercen ese oficio.
La estrategia oficial es la de siempre: con un bombardeo discrecional de insultos, campañas de desprestigio y noticias falsas, amasa una bola de ruido que tapa todo para que no se entienda nada.
El plan funciona a la perfección con la complicidad -involuntaria en algunos casos, seguramente no tanto en otros- de los medios y el periodismo, que se montan a esa bola desbocada y la agrandan y la agrandan hasta que se convierte en un alud incontenible de basura.
En la última edición de la columna que publica los domingos en eldiarioar, el periodista y escritor Juan José Becerra (autor de las novelas El espectáculo del tiempo y ¡Felicidades!, entre tantas otras maravillas) contó su fracaso en el intento de consumir completa, no los recortes, la más reciente maratón amatoria estrimeada de Milei y Alejandro Fantino, un long play de casi cinco horas de duración, a la que le seguiría una más extensa (de casi seis) con el Gordo Dan, alias Daniel Paserini.
Embed - Javier Milei con Alejandro Fantino EN VIVO | La Cosa en Si - 14/04
La desmesura comunicacional libertaria es “un pozo ciego” en el que los contenidos “inconsumibles” van cayendo “para desaparecer”, dice Becerra y abunda: el objetivo es que nadie vea esas entrevistas y que, después, “la maquinaria paraestatal las cuente a su manera” (agregado del autor de esta nota: y que el resto del mundo replique esa construcción, incluidos los medios tradicionales, enemigos de los que el judoca Milei, el Frankenstein alumbrado en los paneles de la TV convencional, tomó su fuerza para saltar a su pedestal de rey león antisistema).
“No es posible relacionarse con todo lo que el presidente Javier Milei ofrece, y que tiene -justamente- la apariencia de una totalidad. La imposibilidad de seguirle el ritmo de cachetadas de loco es en lo que se basa la subnormalidad de Estado de su ‘gestión’ performática. La percepción no da abasto ante semejante vértigo. Su velocidad, su voluntad y el volumen de su idealismo son los de la locura, es decir son inasimilables”, explica el columnista.
El plan funciona: la conversación política se ha LAMificado. Como Ángel de Brito al frente de sus angelitas, Milei y los brazos armados con celulares y rentados por el Estado empobrecedor siembran una agenda caótica, inasible, inconsumible que se discute a los gritos y, más vale, sin respetar turnos para el uso de la palabra.
Milei, Manuel Adorni, el Gordo Dan, Viviana Canosa, Mariana Brei, Alfredo Casero, Ricardo Caruso Lombardi y otros freaks protagonizan un circo a cielo abierto montados en la bola de ruido que rueda desbocada barranca abajo, tragándose todo a su paso, retroalimentándose, agrandando el alud incontenible.
Embed - Viviana Canosa arrancó su programa enterándose que Javier Milei la denunció penalmente
En la serie The Newsroom (La redacción), que escribió Aaron Sorkin para HBO, el presentador de noticias Will McAvoy, interpretado por el fabuloso Jeff Daniels, resume el objetivo de la misión a la que se encomienda cada noche: la construcción de “un electorado bien informado”. No dice, McAvoy, “público” ni “audiencias”. Dice “electorado”. Su misión –su deber- es darle información de calidad a los individuos que tienen el derecho y la alta responsabilidad de votar para elegir a sus representantes; ayudar a que tengan herramientas para cumplir, de la mejor manera posible, su rol de sujetos políticos en el clímax de la democracia. Como diría Sartre, para que se constituyan a sí mismos en la praxis política colectiva.
Además de sacudirse las miserias, es tarea urgente del “periodismo de calidad” detener y desarmar la bola de ruido, que junta y escupe basura como Milei revolea puteadas. Si no lo hace, será cómplice de la intoxicación planificada del electorado, que este año tiene que votar, y no podrá evitar su muerte por aplastamiento.