Géneros

La marea feminista en su laberinto

Convocatoria dividida para el 8M. Repliegue frente a la violencia política. Cómo se vuelve a articular el movimiento más importante de los últimos años para disputar sentido y poder.

Entre 2015 y 2020 el movimiento de mujeres y diversidad fue el que más movilizó en reclamo de sus derechos: la ocupación del espacio público, tanto las calles como las redes sociales entendidas como ágora actual, eran territorios en los que los feminismos marcaban agenda. Ni Una Menos en 2015 fue el hito fundacional de un movimiento masivo y callejero que articuló entre organizaciones y sociedad civil. La Marea Verde en 2018, bajo el paraguas de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, impuso la insignia que hoy da la vuelta al mundo y sentó las bases para la aprobación de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo a fines de 2020.

El último 8 de Marzo la convocatoria en la Ciudad de Buenos Aires por primera vez estuvo dividida. El punto de encuentro era el mismo, pero el recorrido, distinto: para un lado, la bandera de Ni Una Menos (peronismo y alianzas); para el otro, la de la Campaña por el Aborto de la Ciudad (izquierda y alianzas). Una primera lectura es obvia: en los feminismos (en plural), como en todo movimiento social, conviven diferencias.

Sin embargo, también puede leerse esta bifurcación de las marchas como un síntoma de lo que pasa por debajo, de las discusiones que circulan en los distintos ambientes feministas, de la política, de la academia, de la comunicación. La pregunta cae de madura. ¿Qué pasó con esa marea inmensa y homogénea en su heterogeneidad después de la conquista del aborto legal? La pandemia corrió a las activistas de las calles de las que eran dueñas y se las cedió a grupos conservadores, antivacunas y negacionistas del COVID-19.

https://twitter.com/fundarpoliticas/status/1633462591036198915

Además, y sobre todo, no surgió otra demanda aglutinante que reuniera a las multitudes bajo una misma consigna. Este año, aunque la convocatoria fue grande, hubo espacios vacíos de partidos políticos y, en especial, de las feministas inorgánicas, las que hoy no se ven interpeladas por ninguna de los lemas convocantes (“la deuda es con lxs trabajadorxs” o “con esta justicia no hay democracia”).

Lo llamativo es que las feministas de la política, las de la academia y las de las calles coinciden en que el tema fundamental que atraviesa a las mujeres y a la diversidad es la economía: el trabajo, los ingresos, la autonomía. Es decir que existe una demanda común posible, lo que no es posible es la articulación de las distintas voces para exigirla.

Violencia y reacción

El repliegue y la atomización no obedecen solamente a la pandemia. Los altos niveles de violencia de género contra mujeres con voz pública (un tema cuya evidencia consta en diversos estudios), razón por la que visitó Buenos Aires un Comité de Expertas de la OEA, no son una razón menor a la hora de analizar el problema. Políticas y activistas, disciplinadas y silenciadas, cierran sus cuentas en redes sociales (plataformas que fueron centrales para las grandes movilizaciones a partir de 2015) y apagan sus amplificadores, dejando también sin voz a quienes comunicaban sus demandas a través de ellas. También callan muchas dirigentes políticas, por miedo a represalias y porque la idea de mostrarse como víctimas a pocos meses del cierre de listas es pura resta hacia adentro de los partidos, que sobre este tema, miran para otro lado.

La disolución de la agenda de género para el oficialismo, principal aliado para los feminismos populares, también es un factor importante. Exhaustas, igual que muchas de las que ponen el cuerpo y la voz, las activistas que ocupan puestos en el Ejecutivo siguen intentando empujar acciones que beneficien a las mujeres y la diversidad y ser escuchadas y, por lo menos, dejar capacidad instalada. El presidente Alberto Fernández, en el último discurso frente a la Asamblea Legislativa, dejó en claro que no serán las políticas de género una prioridad en los meses que quedan de gobierno. Subyace, en la mayoría de los varones de las mesas chicas –no sólo del Frente de Todos, basta con escuchar a Horacio Rodríguez Larreta prometiendo cerrar el Ministerio de Mujeres si es presidente– la idea de que hablarles a los feminismos ya no rinde.

https://twitter.com/MESECVI/status/1631801082279018496

Un Congreso en suspenso y con falta de acuerdos, salvo excepciones, son un dato más para explicar esta falta de articulación en las demandas. Aquellas sororas que se unieron para aprobar las más diversas leyes –desde la Paridad hasta el aborto legal- hoy no se sientan públicamente una al lado de la otra.

Los discursos conservadores, a la vez, insisten con la narrativa de un feminismo hegemónico que impone su agenda, cuando la realidad muestra algo bien distinto: las mujeres son más de la mitad de la población pero, si se miran los espacios de poder, la cosa cambia. El primer Índice de Género, Decisión y Representación en las provincias argentinas diseñado por el think tank Fundar relevó que de 1.172 municipios de toda la Argentina, 141 están conducidos por mujeres: es decir que solo uno de cada 10 tiene intendenta. Esto habla a las claras de la falta de territorialidad de las mujeres en lugares de decisión: la conquista de la paridad a nivel legislativo no derrama en los Ejecutivos prácticamente en ninguna provincia y, como se ve, mucho menos a nivel municipal.

Internacional feminista

La situación argentina no es excepcional. El avance de las derechas y el repliegue y la desarticulación de los feminismos es un asunto global. De hecho, el mismo 8 de marzo, un grupo de 58 lideresas progresistas (presidentas, alcaldesas, legisladoras, ministras y activistas de 25 países) anunciaron la creación de la Internacional Feminista. La presidenta de Honduras Xiomara Castro; la jefa de Gobierno de la Ciudad de México y precandidata presidencial, Claudia Sheinbaum; la alcaldesa de Santiago de Chile, Irací Hassler; la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse; la ministra de la Igualdad de España, Irene Montero; la ministra de la Mujer de Chile, Antonia Orellana; la ministra de la Presidencia de Bolivia, María Nela Prada; la ministra de la Igualdad Racial de Brasil, Anielle Franco, y las argentinas exministra de Mujeres, Géneros y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta, asesora presidencial Dora Barrancos, diputada Mónica Macha e intendenta de Quilmes Mayra Mendoza, forman parte de esta coalición novedosa y transversal. En su manifiesto fundacional, las políticas resumen que “la Internacional Feminista responde a la necesidad de encontrarnos, reflexionar, pensarnos y debatir en modo colectivo” y, en otro párrafo, sostienen: “A nivel planetario se despliega una reacción conservadora y neofascista que tiene al movimiento feminista, sus liderazgos y su agenda como un objetivo central de sus ataques”.

https://twitter.com/IntFeministaIF/status/1633554778021142528

En los feminismos se habla de “olas” y la contemporánea es la cuarta. Las olas, se sabe, son vaivenes con un componente vertical, de arriba abajo, y otro longitudinal, en la dirección de propagación de la onda. Lo que viene después es la resaca o contraola: cuando rebota o se desliza de nuevo hacia el mar, creando una ola en dirección opuesta al golpe del mar.

En una excelente nota del portal feminista Latfem, aportan una cuota de optimismo a este laberinto y proponen salir por arriba: “Hay que volver a hablarle a las sueltas, volver a usar la lengua feminista, volver a poner en palabras los problemas diarios, concretos, tangibles, variables, los que atraviesan la vida. Nos siguen ninguneando, nos siguen pegando, les siguen matando, seguimos cobrando menos, seguimos sosteniendo los hogares sin ver un peso o recibiendo el desprecio de la mirada de las clases medias. Tenemos que volver a decir Ni Una Menos, volver a contar que hay personas que mueren intentando interrumpir un embarazo en un país donde eso debería garantizarlo el estado por ley, volver a decir claramente que con amor o sin amor esa tarea que se hace en el barrio o en la casa tiene que ser paga, sin vergüenza, con orgullo. Decirlo para que lo entendamos todas”.

Los feminismos no están en la cresta de la ola, están esperando que se disipe la resaca para volver a crispar la marea.

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