Antes de anunciar que en la Plaza estaba la Juventud Radical, la conductora del acto central tuvo que advertir que hoy, con un gobierno que desprecia y acecha a la democracia, "no sobra nadie". Consiguió que los silbidos fueran tapados por los aplausos.
En la previa de la lectura del documento de los organismos de derechos humanos, ella y su compañero de animación leían adhesiones y declaraciones. Cuando le hablaban a la concurrencia, se referían a "compañeros y compañeras".
El documento final incluyó una reivindicación explícita a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner por la transformación de la consigna Memoria, Verdad y Justicia en política de Estado, pero aclaró que "hubo otros avances que también fueron posibles en esa década", como "la ruptura con el Fondo Monetario Internacional" y la nacionalización de YPF, Aerolíneas y el sistema solidario de jubilaciones", y levantó las banderas históricas del peronismo: "Se inició un camino de mayor justicia social, libertad económica y soberanía política".
A párrafo seguido, llegó la condena al gobierno de Cambiemos (2015-2019), liderado por el PRO con Mauricio Macri a la cabeza, pero integrado también por la UCR y la Coalición Cívica, dos fuerzas que a su manera vienen manifestando sus críticas a la deriva autoritaria de la gestión libertaria.
La participación de la Juventud Radical encabezada por Martín Lousteau, presidente opositor de la UCR, fue, una vez más, una expresión marginal del radicalismo post-Convención Nacional de Gualeguaychú.
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Martín Lousteau encabeza la columna de la Juventud Radical.
Cuando se retiraba la marea que había llegado al mediodía, entraban las columnas de la izquierda trotskista, que esperaban en el Obelisco a que la Plaza se deskirchnerizara para hacer su propio acto.
Inflamada por un gobierno negacionista que desprecia y ataca a la democracia con discurso y praxis institucional, la marcha por la edición 2024 del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia excedió largamente la condena al terrorismo de Estado y la ratificación del compromiso contenido en el Nunca Más. Fue, como la calificó Letra P, una manifestación histórica -por sus dimensiones- que repudió al gobierno de Javier Milei. "Vos sos la dictadura", le gritó una y otra vez.
Con todo, aunque no hay manera de ofrecer sentencias concluyentes, la manifestación de este domingo no pareció terminar de romper el cerco de la militancia, sea orgánica o inorgánica, de un sector de la sociedad afín a un conjunto de ideas y convicciones que el kirchnerismo concentró en su transversalidad y terminó haciendo suyas -porque otras expresiones populares, como la UCR, se retiraron o se plegaron a la marea como furgones de cola-; un plexo de consignas que acaso supongan un muro demasiado alto para una parte de la sociedad que muy probabemente integró en 2011 el 54% de CFK y se espanta con Milei, pero no quiere sentirse K.
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No es casual que el Gobierno no haya respetado el 24M y, por el contrario, lo haya aprovechado para ir por todo en el ejercicio sistemático de la provocación con un video en el que reclamó "Memoria, Verdad y Justicia Completa" y haya insistido, a través de la vicepresidenta Victoria Villarruel, con que #NoSon30000.
Para Milei, en la Plaza estaba el kirchnerismo, acaso una versión ampliada, una suerte de pankirchnerismo social, pero el kirchnerismo al fin, categoría totalizante de todo lo que está mal para el 56% que el 19 de noviembre pasado integró a la Argentina al lote de países que decidieron asomarse al abismo de la ultraderecha.
En La quinta pata del domingo pasado, Marcelo Falak se preguntaba si habrá lugar para el centro democrático y republicano en "la Argentina que redefine sus extremos". Buena pregunta. En la de este domingo, frente a la interpelación ultraderechista del consenso democrático del '83, planteó la necesidad de "Volver a empezar". Buena consigna.