Cristina Fernández de Kirchner (CFK) apostó a la sabiduría para armar la imagen del PJ, el que la tiene por primera vez como presidenta: entre ella y las cuatro figuras que la acompañaron en el estrado del acto de asunción reúnen la friolera de 323 años de experiencia.
CFK (71) se presentó en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la casa de estudios que dirige el renacido Nicolás Trotta, flanqueada por sus vices: el secretario general de SMATA, Ricardo Pignanelli (también 71); la senadora por Catamarca Lucía Corpacci (67); su compañero-jefe de bancada, el formoseño José Mayans (65), y el titular del bloque de Unión por la Patria en la Cámara de Diputados, el santafesino Germán Martínez, un chiquilín de 49.
Los pibes de CFK para la renovación
Con esa delantera, el peronismo modelo 2024 se lanza al desafío de aggiornarse y producir una actualización doctrinaria que le permita volver a la cancha, después de la derrota de 2023, con una propuesta que interprete las nuevas demandas sociales -recuperar la atención del electorado, para empezar-.
Con esa primera línea, la principal referencia opositora se presenta a un partido que se juega en una cancha resbaladiza para una fuerza todavía analógica: las plataformas digitales, esas en las que el gobierno de Javier Milei construyó su popularidad a partir del buen manejo de un lenguaje completamente nuevo.
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Clarín, enemigo infaltable en los actos de CFK.
El peronismo se debe lo que Axel Kicillof (53) metaforizó como la composición de una nueva canción. El gobernador de Buenos Aires no estuvo en la asunción de su mentora política. Problemas de agenda, se disculpó y más tarde tuiteó una felicitación seca, gélida.
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De regreso, CFK: ¿mejor o con la frente marchita?
La expresidenta había dicho que no quería el regreso ni volver al primer amor, un partido que siempre desdeñó como instrumento político. Había pedido que alguien tomara el bastón de mariscal, pero, cuando eso ocurrió -cuando dio el paso al frente Kicillof, la figura institucional más relevante del peronismo, la que había conseguido retener el bastión bonaerense para el peronismo a contramano de la ola libertaria que pintó el mapa nacional de violeta-, alentó un operativo clamor para volver, aunque fuera con la frente marchita después de varias derrotas y fracasos de su dedo elector.
Cristina volvió para "ordenar al peronismo", que anda errando en las sombras de un outsider exótico y volcánico al que le reconoce eficacia para construir desde la nada misma. El Presidente aprovechó la volada para designarla adversaria favorita. También, noticias judiciales que parecen enviadas por las fuerzas del cielo: la confirmación en segunda instancia de la condena que pesa sobre CFK en una causa por corrupción.
Acorde al sesgo generacional de la mesa que la acompaña, el acto de asunción de Cristina fue un tango, triste y melancólico: las ausencias -no sólo faltó Kicillof, también los otros gobernadores peronistas y la CGT- brillaron más que las presencias y La Cámpora no reventó la calle para recibirla con la fiesta litúrgica que merece la personalidad política más influyente de las últimas dos décadas.
¿Quién sabe? Aunque La Jefa aferre su alma a los dulces recuerdos de los años felices, acaso el pasado no vuelva y el futuro, si insiste en no soltar el bastón, sólo le depare hondas horas de dolor.