Juan Schiaretti vistió este domingo la misma campera roja cabulera de cada turno electoral, pero estrenó el vestido de precandidato presidencial por la coalición antigrieta Hacemos por Nuestro País. Esperaba al gobernador de Córdoba un buen marco de presencia policial en los alrededores de la escuela Domingo Savio, apostada al lado de la Circunvalación, su obra insignia. A las 10 de la mañana, un intenso movimiento de personas dispuestas a participar de las PASO entusiasmaba a los asesores del cordobesismo, que prenden velas para que la responsabilidad cívica aflore en un contexto complicado para el país.
Escoltado por su ministro de Comunicación, Paulo Cassinerio, y el titular de la Agencia Córdoba Deportes, Héctor Pichi Campana, Schiaretti caminó a paso lento los largos pasillos de la escuela parroquial. Se ubicó quinto en la fila de la mesa asignada para su votación y conversó animadamente con un hombre que esperaba su turno para ingresar al cuarto oscuro. Se sacó una selfie con una vecina, mientras otros dos sonreían y cuchicheaban con la satisfacción de tener la anécdota cholula para la mesa familiar del domingo.
Schiaretti colocó en la urna su sufragio y su apuesta de ser uno de los tres candidatos que reciba más adhesiones en la provincia que gobierna. Ya en el patio de la escuela, la pregunta inevitable fue la de su expectativa en los resultados. “Yo espero que concurran masivamente todos los argentinos a votar, porque el momento de expresar lo que sentimos, de expresar todo lo que estamos viendo es ahora con su voto”, dijo sin calmar la otra expectativa, la de los medios de prensa que saben, como él, sobre las dificultades propias de una tercera vía en una elección polarizada y que tiene al libertario Javier Milei como elemento disruptivo.
“Espero ser uno de los tres más votados en mi provincia”, confesó ante la repregunta, ampliando el margen de opciones entre el uno y el tres. En el Panal, como se conoce a la casa de gobierno de Córdoba, confían con que un piso del 25% de votos comprovincianos alcanzará para que el mandatario logre el porcentaje para pasar a la primera vuelta y pueda colocarse como el candidato individual más votado en su terruño. Sueñan con un 30%, a decir verdad, quimérico, pero que colocaría al mandatario a tiro de ejecutar el gran objetivo de esta jugada que inició en un temprano enero.
Schiaretti lo dejó claro: como “único precandidato del interior de la patria” apuesta a la construcción de una nueva mayoría que quiere protagonizar y que encuentra en uno de los precandidatos de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, sintonía fina. “Queremos que haya acuerdos después de la primera vuelta para darle sustento al próximo presidente”, reeditó la vieja y tradicional táctica del cordobesismo de contribuir a la gobernabilidad.
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Al fin y al cabo, el objetivo que impulsó su participación electoral de este domingo estuvo siempre atado a otra meta de política doméstica: lograr el traspaso de poder al peronista Martín Llaryora y transitar la génesis cordobesa de un proyecto nacional real durante los próximos cuatro años con el poder de fuego intacto en el Congreso.
Una de las armadoras fundamentales de Schiaretti en Buenos Aires y en varios puntos del país, su esposa Alejandra Vigo, ya lo esperaba con las milanesas a la napolitana listas para almorzar a las 12 en punto.
Por la tarde, esperará los resultados en el búnker tradicional del peronismo, en el hotel Quorum. Su compañero de fórmula, Florencio Randazzo, había dicho temprano por la radio que viajaría para la vigilia nocturna. Seguramente será una grata sorpresa porque el gobernador dijo en la rueda de prensa que no lo esperaba.