La guerra abierta que se desató entre Javier Milei y Patricia Bullrich, que obligó a la candidata de Juntos por el Cambio a olvidarse casi por un día entero de su misión divina de "exterminar al kirchnerismo",tiene explicaciones sencillas: los respectivos nichos electorales se solapan en gran medida, el presidenciable de La Libertad Avanza (LLA) salió a buscar en la coalición los votos que le faltan para vencer en primera vuelta y la postulante de la alianza antiperonista pelea por su sobrevida política con pronóstico reservado incluso en distritos en los que sonrió con ganas en la noche de las PASO. Pronóstico reservado: la ex ministra de Seguridad parece haber perdido la brújula sin remedio.
Después de Sergio Massa y –varias veces– de Milei, fue el turno de la juntista de pasar por el streaming de Alejandro Fantino, lo que derivó en una entrevista desconcertante, secuela de una intervención fallida en el primer debate presidencial. Lo de Bullrich preocupa a sus asesores y no hay gripe supuesta que justifique la pérdida del hilo.
En la charla prometió disolver la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y reemplazarla por un nuevo ente cuyo personal "no esté contaminado", cosa que se propone asegurar en base al uso de polígrafos. Afirmó que está "haciendo un cálculo con un matemático" y que la llamada "industria del juicio" les cuesta dos millones a las pymes. Asimismo, anunció que "hago un DNU y te las derogo en dos minutos" todas "las leyes que han quedado como leyes de multas sobre la indemnización" (sic), esto es las penalidades que se aplican por el no pago de los debidos resarcimientos a los trabajadores despedidos sin justificación. La seguridad jurídica, se ve, no está hecha para vos.
Y algo más grave. "Cuando vos tenés un preso y le puede estar mandando un mensaje a alguien, vos grabás la conversación con su defensa", señaló. El entrevistador, en shock, replicó: "Patricia, mirame: no podés hacer eso. Tener defensa es un derecho constitucional". "Sí, lo vamos a poner en el Código Penal", insistió ella.
Desatado el clamor inevitable, trató de corregirse al hablar de medidas que se realizarían "bajo orden judicial", cosa muy diferente a lo que había sostenido. No hay remate.
Las críticas unieron por una vez a Unión por la Patria y LLA, desde Aníbal Fernández y Graciana Peñafort, entre otros, hasta Victoria Villarruel.
Luis Petri salió a defender como pudo a su jefa política, haciendo que ya no se entendiera de qué se estaba hablando; la polémica de los dos candidatos a vice de la derecha dura le terminó regalando a Villarruel, una vez más, el lugar del sentido común. "Patricia, esto es ilegal. No se puede hacer", le dijo, casi zaffaronista, en X.
Sí, la apologista del Proceso terminó corriendo a Bullrich con la Constitución en la mano. Ya lo hemos visto todo.
"Es inconstitucional. Lesiona derechos humanos. Conculca la inviolabilidad del derecho de defensa en el marco del debido proceso. Atenta contra el ejercicio de la profesión de abogado. Supone una total ignorancia y falta de sentido común. Mal asesorada en un tema esencial", resumió el jurista Andrés Gil Domínguez. Gustavo Arballo recordó con acierto que pinchar conversaciones entre presos y sus representantes legales fue lo que terminó con la carrera de Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional de España.
Más allá de la gaffe discursiva, el sincericidio es revelador de una concepción muy extendida en el país de los republicanos más locos del mundo. ¿Te sorprende? Bullrich no habló de nada que se no haya realizado masivamente en las cárceles durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando ya se intentaba, sin éxito como se comprobó, liquidar al kirchnerismo. A muchos y muchas en ese sector, el espionaje ilegal les gusta más que el dulce de leche.
Una pelea sin guantes
El cruce de aspirantes a la vicepresidencia Petri y Villarruel fue la pelea de semifondo de la que terminaron librando, a puño limpio, Bullrich y Milei. No hay afinidad ideológica que valga cuando está en juego la posibilidad de que el paleolibertario deshidrate a fondo a la juntista y se ponga a tiro de liquidar el pleito electoral el próximo domingo 22.
"Tuve una charla" con Macri, le dijo, sugerente, el economista a Esteban Trebucq. A eso –casi una provocación a la que el propio ingeniero le sacó el "casi" con una declaración de apoyo a un gobierno paleolibertario– añadió que Bullrich "era una montonera tirabombas, digamos, ha puesto bombas en jardines de infantes, participaba de una organización terrorista, estuvo nueve meses presa en Devoto". ¿Habrá sido el intento de secuestro de sus "hijos de cuatro patas" que denunció el verdadero motivo de su ira? Argentina se ha puesto lisérgica.
Diversos testimonios dejaron constancia de que Montoneros nunca puso bombas en jardines de infantes, como se encargó de puntualizar La Nación, algo que no necesitó la candidata de Juntos para indignarse, tildarlo de "mentiroso" y anunciarle una denuncia por calumnias e injurias.
La hiel chorreó en las redes sociales, donde Bullrich puso el dedo sobre la llaga de la "inestabilidad emocional" de su contendiente.
La campaña más loca del mundo
El análisis de la narrativa de Milei hace a pensar por momentos que conspira contra sí mismo, sobregirado de ideología como está y dispuesto a expulsar a sectores amplios del electorado con posturas imposibles de digerir en varios temas. Será que quienes lo eligen se identifican con la imagen de su ira y prestan menos atención a argumentos que van del extremismo a la improvisación, con escala en la inviabilidad. Como sea, esta es una elección de lo más curiosa: el minarquista compite con una antiperonista que no deja de balearse los pies y con un ministro de Economía al que la inflación se le ha ido de las manos.
Este estado de cosas le permite sostenerse a Massa, tal vez el único que no comete errores no forzados, a pesar de todos sus dramas: la pobreza del 40 y pico por ciento, y la inflación que volvería a arrojar dos dígitos en septiembre y apunta a 350% el año próximo, el "caso Chocolate" del que la política no quiere hablar y las secuelas del Marbellagate, con Martín Insaurralde ya entrando a los tribunales. Mientras, el candidato-ministro trata de refrescar la agenda con ideas como la"moneda digital argentina", destinada a fomentar el uso de medios electrónicos de pago para reducir la informalidad y la evasión y, a más largo plazo, permitirle al Banco Central una nueva capacidad de emisión. Acaso se trate de un vuelo demasiado alto para despejar tanta coyuntura.
Al final, ¿se derrite Bullrich o podrá dejar de autolesionarse? ¿Sus pasos en falso son el pasaporte de Milei a la Casa Rosada o también este se pondrá un cierto techo con sus dislates, del que la negación del terrorismo de Estado ha sido el más irritante pero no el único? ¿Logrará Massa vender una idea de futuro cuando el presente aprieta tanto?
Falta poco para saberlo.