En marzo de 2018, una gallina causó una verdadera conmoción: permaneció viva más de una semana después de ser decapitada por un granjero en la provincia tailandesa de Ratchaburi. De apariencia paranormal, el suceso tiene explicación científica: dependiendo de la altura a la que sea realizado el corte del cogote, estas aves pueden sobrevivir un tiempo a la pérdida de sus cabezas gracias a cierta inclinación con la que sus cerebros se alojan en sus cráneos, según determinó Letra P al término de una investigación exhausitva. Al gobierno del Frente de Todos le cortaron la cabeza y hace rato que apenas sobrevive, pero -también en lo que parece un fenómeno sobrenatural- sigue cacareando sus miserias, como demuestra el culebrón que protagoniza la autovocera Gabriela Cerruti.
Para que ardiera lo que queda de Troya, bastó que la funcionaria se mandara sola -de eso la acusan, al menos, aunque no solo de eso- y señalara al candidato ultraderechista Javier Milei como autor intelectual e instigador de una campaña de desestabilización que derivó en la ola de saqueos que estremeció al país.
Llanero solitario del on the record en este lío, Aníbal Fernández le levantó el banderín a su compañera de albertismo ante cámaras y micrófonos. "No sabemos quién está detrás. Si otra persona del Gobierno lo dijo, sabrá por qué lo hace. Si otra persona vio gestos de la política o algún candidato, que lo diga y lo presente ante la justicia, pero no soy yo", se despegó. La autoportavoz, en offside.
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A las declaraciones del ministro de Seguridad -se le sumaría, pero 24 horas después, este jueves, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, para desautorizar a Cerruti y aclarar que la experiodista hablaba apenas en nombre de sí misma- les siguió un río de off the records:
- "Si la máxima representación que tenemos es la vocera presidencial, estamos en problemas: nos pone en crisis permanentemente", decían voces que llegaban desde las profundidades de la Argentina en nombre de gobernadores peronistas que reclamaban la renuncia de la ex militante de Nuevo Encuentro.
- “A nadie le importa lo que dice, salvo a ella y a los medios opositores para pegarle al Gobierno y a (Sergio) Massa. Todos pensamos lo mismo: hace conferencias para levantarse el ego y solo trae problemas. Todos los días es un error distinto. Su porteñismo nos está haciendo mucho daño”, hicieron correr intendentes del conurbano peronista.
- "¡Es una locura!", hicieron saber desde Washington que bramó Sergio Massa asomando la cabeza de la reunión que mantenía con Kristalina Georgieva. En la noche argentina, Guillermo Marijuan imputó a la autovocera por "omisión de denuncia e incitación a la violencia". Piedra libre para el ministro candidato, viejo amigo del fiscal, cantaron inmediatamente los malpensados de siempre en las redes sociales.
Tras la acusación pública contra Milei por los saqueos, el fiscal Marijuán imputó a Gabriela Cerruti
El gobierno del Frente de Todos acaso quede en los libros como el más internista de la Historia, capaz de guerrear para adentro y exhibir sus miserias en medio de las llamas de una crisis de altísimo riesgo institucional, cuando la cohesión y la unidad son las herramientas fundamentales que recomiendan los manuales de manejo del fuego.
El gobierno del Frente de Todos llegará al 10 de diciembre caminando a tientas, errante en las sombras, pero no sobrevivirá más allá de esa fecha. En el mejor de los casos para el peronismo -según al menos el 27% del electorado, también para el país-, sería reemplazado por uno de Unión por la Patria, con Massa a la cabeza, que asumiría con la urgencia de no ser Alberto Fernández. La opción a ese eventual nuevo peronismo emergió de las urnas de las PASO: es la Argentina que propone Milei o, cuanto menos, la de Patricia Bullrich, que se le parece bastante y ni siquiera se preocupa por vestirse de seda.
