"¿A quién elige para preguntarle?", consultó Marcelo Bonelli, uno de los dos moderadores, a Victoria Villarruel. La respuesta se caía de madura: nombró a Agustín Rossi. A esa altura iba una hora y media del debate de aspirantes a la vicepresidencia organizado por el canal TN y el segmento del mano a mano coronaba la estrategia que ambos, la candidata de La Libertad Avanza y el de Unión por la Patria, mantuvieron desde el principio: la polarización entre ambos, como en la macro hacen Javier Milei y Sergio Massa en un pacto ad hoc de agenda compartida e intereses alineados para dejar fuera del ring a Juntos por el Cambio.
Luis Petri, el compañero de boleta de Patricia Bullrich, se pasó una hora reloj apelando a la grieta vieja, la que enfrentó al macrismo y al peronismo K, repitiendo el discurso de los nuevos spots, prometiendo "terminar con el kirchnerismo". "¿Perdiste con (Alfredo) Cornejo y querés terminar con el kirchnerismo?", le lanzó Rossi en una chicana que lo dejó en knock out técnico. Por eso, fue a las 23, en el bloque de seguridad, cuando el mendocino tiró una rabona en el área que nadie esperaba: le achacó a la diputada libertaria que en 20 meses no había presentado ninguna iniciativa en el Congreso y hasta le achacó un insulto propio de la anticasta: "En mi barrio se les dice ñoqui a quienes no presentan proyectos".
Con todo, para el cara a cara el mendocino siguió el manual de JxC y convocó a Rossi para enfrentar a un referente de ADN K. Lo intentó correr con su área de competencia, no con la economía y la inflación, y perdió. "Bullrich no puso un puto radar en cuatro años", le endilgó sobre la guerra contra el narcotráfico el ex ministro de Defensa y actual jefe de Gabinete. No se trabó al decirlo, un problema de nervios que le jugó una mala pasada desde su primera intervención, llamativo considerando la innumerable cantidad de cierres de debates parlamentarios en Diputados que el rosarino ostenta sobre su espalda como ex jefe de bancada del Frente para la Victoria.
Con su discurso de izquierda, que mete en la misma bolsa al peronismo y a JxC, poniendo una de las líneas divisorias con quienes hablan con el FMI, Nicolás del Caño también apuntó contra Villarruel, sobre todo en materia de derechos humanos. La excepción fue Florencio Randazzo, que fue a hacer su propio juego, disociado de la grieta, buscando el poco lugar que hay en la avenida del medio, una postura que viene repitiendo en debates de medio término de los que participó (2017 y 2021).
En primer plano
Villarruel fue el centro de la escena y sacó provecho de eso: el debate consagró la centralidad de la fuerza de ultraderecha, que saltó al centro del ring con el batacazo de las PASO. Habria ocurrido, incluso, si la abogada no hubiese dicho una sola palabra, pero lo hizo y fue certera desde el principio: se anticipó al todos contra una cuando arrancó diciendo que "entre los otros cuatro candidatos juntan 76 años viviendo de la política". Pasó un rato hasta que Rossi logró decirle que no registraba empleos formales y que su padre (veterano de Malvinas) había recibido una pensión. Ella le recordó que falleció.
La compañera de Milei reprochó, en el momento y después del debate, que el cuarteto la atacara por ser mujer, si bien está en las antípodas explícitas del colectivo feminista. Entre las chicanas y hasta en los momentos más álgidos, no cometió furcios, se apegó a su discurso y no perdió la compostura en medio del griterío: el primer segmento de los ocho minutos libres parecía un apasionado debate del jurado del Bailando por un Sueño y no de aspirantes a la vicepresidencia. Se fue dejando conforme a su electorado, pero no logró cautivar por fuera de la pecera libertaria opositora. Villarruel logró jactarse de que la LLA es la oposición más competitiva frente al oficialismo y Petri no llegó a enrostrarle la reciente sintonía con el oficialismo en la Cámara de Diputados por la reforma de Ganancias. Se lo perdió.
"El plan Motosierra se convirtió en una tijerita", llegó a decirle al lanzarle por la cabeza que asesores de Milei desconfían de la aplicación de las iniciativas del candidato presidencial en un gobierno libertario. Fue otro de los momentos en los que Petri logró brillar en medio de un discurso acartonado de coucheo profesional.
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"Me hacés acordar a (Alfredo) Astiz; sos una infiltrada de la democracia", le lanzó Rossi, sin anestesia, en su momento de mayor impacto. En el mano a mano con su contrincante de UP, Villarruel no pudo evitar responder la pregunta que Del Caño le lanzó en el fragor de la discusión general: por qué fue a visitar a Jorge Rafael Videla poco antes de la muerte del represor. La diputada justificó que fue por un libro, pero más tarde terminó esgrimiendo la teoría de los dos demonios al hablar de las "víctimas del terrorismo".
Rossi, a pesar de un arranque accidentado, salió relativamente indemne del apartado en el que peor podía irle: la economía. Ninguno de sus rivales es economista, algo que no ocurrirá en los debates presidenciales, por lo que hubo reproches por la emisión y las remarcaciones en los supermercados, pero quedaron en el primer segmento. Fue el primer choque con Villarruel y un prólogo de lo que vendría: se acusaron mutuamente de vivir en otro lado (ella, en otro planeta; él, en otro país) por los datos oficiales de desempleo.
El TEG vicepresidenciable (UP contra LLA, JxC contra ambos, el FIT contra todos y Randazzo con libreto propio) puede ser un anticipo de lo que vendrá el 1 de octubre, cuando se monten en los atriles los aspirantes presidenciales. Esto fue apenas un aperitivo.