Ausente en el cambio de mando en México, pegado a Nayib Bukele, aislado en su rechazo al Pacto del Futuro de la ONU y cada vez más lejos de la agenda de "las democracias del mundo libre", el Gobierno se dispone ahora a poner en práctica la "Doctrina Javier Milei" del fin de la neutralidad al meter lo dedos en el enchufe de Medio Oriente.
En la noche de este lunes, Israel inició una incursión militar por tierra en Líbano para eliminar infraestructura del grupo proiraní Hizbulá. Este martes, Irán lanzaba 500 misiles sobre Israel, en una escalada que elevaba la termperatura de una región que ya era un infierno.
Según Teherán, el motivo de la represalia fue el asesinato, el 31 de julio en esa ciudad, del líder del grupo terrorista palestino Hamás, Ismail Haniye. A eso, se sumaron más recientemente los ataques israelíes a territorio libanés y el bombardeo que terminó con la vida del jefe del grupo Hizbulá, Hasán Nasralá.
En este escenario, el presidente argentino apoyará sin fisuras a Benjamín Netanyahu, tal como lo hizo el fin de semana al conocerse que un ataque con bombas antibúnker demolió seis edificios en Beirut para eliminar al líder de ese partido-milicia chiita libanés.
Hizbulá (Partido de Dios) es una organización que nuclea al extremismo islamista dentro de la la comunidad chiita del Líbano y, en tanto tal, es uno de los brazos militares y terroristas de la teocracia de Irán. Esa organización y el régimen de Teherán son acusados por el Poder Judicial argentino por los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA, en 1992 y 1994.
La antipolítica exterior de Javier Milei
El alineamiento con Israel es una de las pocas constantes identificables en la política exterior de Milei, la que, como se dijo, parece cada vez más alejada de la agenda y las inquietudes de Estados Unidos y la Unión Europea.
¿Cuál es el beneficio de embanderarse con una causa capaz de meter al país en un avispero internacional cuyos alcances y riesgos exceden las capacidades nacionales en materia de inteligencia y prevención del terrorismo? Para responder ese interrogante no alcanza con mentar a las fuerzas de cielo.
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Javier Milei con Benjamin Netanyahu en Israel.
Con Joe Biden en la Casa Blanca, sólo el apoyo a Ucrania es una causa compartida con Estados Unidos por el ultraderechista argentino, quien abjura de todo lo demás, desde la lucha contra el cambio climático hasta el combate a la pobreza extrema, pasando por las políticas de género y la regulación de la inteligencia artificial.
En caso de triunfo de Donald Trump en los comicios de noviembre, todos esos temas dejarían de importarle a la hiperpotencia… lo mismo que la resistencia de Kiev a la invasión de Rusia. ¿También dejaría, en ese escenario, de interesarle a Milei?
En la misma línea, ¿qué diría Trump –si se enterara o le interesara– de los recientes dichos del presidente argentino sobre China, gigante al que acaba de descubrir, no sin asombro, como "un socio interesante".
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El hallazgo es de por sí hilarante, aunque Guillermo Francos haya dado algunas pistas un poco más razonables sobre el giro, dado por la debilidad estructural de la Argentina y lo que el país tiene para ganar de una relación positiva con Pekín.
En enero, cuando Trump o Kamala Harris estén por asumir en Washington, se conocerá la intensidad de la genuflexión que Xi Jinping le impondrá a Milei, quien deberá tragarse dichos no tan pretéritos –y reiterados– acerca de su rechazo a "hacer negocios con comunistas". Ninguno de los dos potenciales presidentes vería con buenos ojos el anunciado ménage à trois.
Si el Presidente estuviera demostrando capacidad de aprender, cabría la celebración, aunque se note que le cuesta. Sin embargo, si así fuera, ¿por qué no habría de admitir, aun en escala, lo que países como México –o, más, Brasil– tienen para ofrecerle al nuestro en materia de comercio e inversión? Esas cosas no tienen explicación en el país extraño que se está construyendo.
De lo dicho surge que lo más probable es que el Presidente simplemente se esté aferrando a los pantalones de Xi ante el temor a un incendio financiero.
"Política internacional mileísta" es un oxímoron.