El jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, tiene claro que la Ciudad de Buenos Aires es una caja de resonancia muy superior a la intendencia de Vicente López, pero se mueve con los mismos preceptos que en territorio bonaerense: delega en sus ministros, estudia cada detalle y es contundente en la toma de decisiones cuando la situación lo requiere. Ajustó algo en esta nueva experiencia de gestión: aumentó exponencialmente su pragmatismo, una alteración a su estilo que, por ahora, sólo encuentra límite en su relación con la UCR y su objetivo de crecimiento en el PRO.
Durante los primeros 30 días en la Ciudad, Macri le dio vuelo propio a sus ministros. Busca que su equipo esté preparado para enfrentar el nuevo tiempo de Javier Milei en la Casa Rosada, una incógnita. Si bien la relación con el jefe de Estado es buena, en la Ciudad quieren estar preparados para todo.
Por eso, por caso, la designación de Waldo Wolff en el Ministerio de Seguridad, secundado por Diego Kravetz. En la elección primó la necesidad de contar con funcionarios que tengan experiencia en sus respectivas áreas y la capacidad de explicar y enfrentar a los medios en momentos de tensión.
El casting
“Hay que convocar a los mejores”. La frase rectora del exintendente de Vicente López para la conformación de su gabinete porteño, que desembocó en la permanencia de funcionarios de la gestión anterior, generó un acercamiento a Horacio Rodríguez Larreta, con quien mejoró su relación luego del desencuentro por el apoyo del exalcalde al senador Martín Lousteau en la interna de Juntos por el Cambio (JxC) en la Ciudad.
Consciente del contexto en el que le toca administrar la Ciudad, con Milei en la Casa Rosada y Axel Kicillof en la provincia, Macri apostó a un equipo de gestión heterogéneo con dejos de la gestión anterior combinados con los integrantes de su histórica mesa chica, como el ministro de Justicia, Gabino Tapia; el secretario de Gobierno y Vinculación ciudadana, Cesár Torres; el de Medios, Gustavo Gago; el jefe de Asesores, Ezequiel Sabor, y el director en Acumar, Alejandro Ameijenda.
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El pragmatismo de Macri y su capacidad para delegar responsabilidades se vieron puestos a prueba con la primera implementación del protocolo anti piquetes, durante la segunda semana de su gestión. Según reconstruyó Letra P, el jefe de Gobierno monitoreó cada segundo de la situación, pero le dio total libertad a Wolff y a Kravetz. “Está en cada detalle de las áreas, pero procura no meterse si no es necesario”, describe uno de los integrantes de la mesa chica del alcalde.
Cada uno de ellos tuvo un rol clave en la campaña y fueron los lugartenientes de una gesta, según su visión. Para la mesa chica de Macri, el exjefe de Gobierno buscó inclinar la balanza hacia Lousteau. Por eso las PASO representaron un desahogo y una sensación de “somos nosotros contra el mundo” entre los confidentes del ahora mandamás porteño.
Al conformar su gabinete, Macri aprovechó al máximo los dos meses que separaron la elección de la asunción. La decisión de dar pasos pequeños pero firmes generó algunas rispideces en los albores de los nombramientos que llevaron a algunas figuras del PRO porteño a pensar que habían sido traicionadas. Pero el tiempo fue un gran ordenador y el jefe de Gobierno se encargó de hacer un equilibrio para contar con las mejores piezas disponibles.
“Jorge (Macri) estudia cada variable, cada ángulo, está en todo”, indicó a Letra P uno de los nuevos ministros en la gestión. Mantuvo a funcionarios cercanos a Larreta en puestos clave para achicar el margen de error. Fueron ratificados el ministro de Salud, Fernán Quirós, que compitió con el exintendente de Vicente López por la candidatura del PRO previa a las PASO; el de Desarrollo Humano, Gabriel Mraida; la secretaria de Legal y Técnica, Leticia Montiel, y el titular de la Agencia Gubernamental de Control, Matías Lanusse, entre otros. A ese listado se le suma también el ministro de Hacienda y Finanzas, Gustavo Piragine, quien ofició como el número dos de su antecesor, Martín Mura, en un gesto de continuidad de una forma de controlar las finanzas en la Ciudad.
Algo similar sucede con el jefe de Gabinete, Néstor Grindetti, que conoce al detalle los pormenores en el distrito y formó a buena parte de todo el equipo que se encargó de la economía. El exintendente de Lanús es una de las piezas vitales en el día a día y un vocero más que autorizado para hacer más liviana la carga del jefe de Gobierno. Es, además, un aliado estratégico en el Objetivo AMBA.
Objetivo AMBA
Macri tiene un doble objetivo: ser el jefe del PRO en la Ciudad y mantener el control en la provincia de Buenos Aires para convertirse en una figura preponderante en el AMBA, de cara a las discusiones partidarias de lo que quede de JxC para 2025 y 2027.
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Una muestra de la búsqueda de ese objetivo fue el movimiento que hizo durante la negociación de la Ley fiscal y el endeudamiento bonaerense. El primo Jorge fue uno de los artífices del consenso con Kicillof. Una vez sellado el acuerdo, el jefe de Gobierno recibió un llamado del expresidente Mauricio Macri, que le reprochó dialogar con el kirchnerismo. El alcalde, sin levantar la voz, le explicó que debía entender que había intendentes del PRO y de la UCR que necesitaban fondos para gestionar. Además, le hizo notar que la suba impositiva del 200% estaba 20 puntos por debajo de la inflación total de 2023.
Ese gesto de autoridad fue ponderado por el resto del PRO bonaerense, pero no fue el único. Jorge Macri junto a los diputados Diego Santilli y Cristian Ritondo, más el intendente de General Pueyrredón, Guillermo Montenegro, tienen en claro que de cara a 2027 precisan tener una candidatura única para no cometer el mismo error de 2023; están convencidos de que la interna entre Larreta y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dejó sin chances a JxC. “El candidato tiene que ser uno y lo tenemos que definir a más tardar a principios de 2027”, remarcó ante Letra P uno de los integrantes de esa mesa de la provincia de Buenos Aires. Los movimientos de Jorge Macri se inscriben en esa lógica del futuro de corto y mediano plazo.
Consensos legislativos
Con ese objetivo, más otros de índole nacional en la mente, Macri precisa una gestión que funcione como un reloj suizo y no sólo en el Ejecutivo. Una de sus obsesiones es el funcionamiento de la Legislatura porteña, donde el PRO perdió la mayoría casi automática que supo tener como consecuencia de los acuerdos con la UCR, la CC y Confianza Pública.
La labor de juntar voluntades la delegó en el vicepresidente primero, Matías López, dirigente del riñón de Santilli, a quien el jefe de Gobierno colocó en ese puesto por su habilidad para buscar consensos.
La pelea a cielo abierto con la UCR hace que Macri precise de aliados para conseguir aprobar cualquier proyecto. Por eso, Macri y López fomentan un buen vínculo con los representantes de La Libertad Avanza. Allí también tendrá un rol clave la vicejefe Clara Muzzio.
El 2024 encuentra en la Legislatura a dos excandidatos a jefe de Gobierno, Matías Lammens y Ramiro Marra, y a una de las personas con mayor llegada a Cristina Fernández de Kirchner, la abogada Graciana Peñafort. Sólo con esos tres nombres, las discusiones tienen otra impronta y también las negociaciones.
Con una mirada integral, puesta en cada uno de los detalles de la gestión y la rosca política, Jorge Macri busca llevar a la Ciudad el estilo que le permitió tener una exitosa gestión en Vicente López. Así, busca convertirse en un actor gravitante en el escenario nacional.