El peronismo se plantea una estrategia de dos pasos para ganar y retener la gobernación del principal distrito electoral del país, la Buenos Aires del 38 por ciento del padrón electoral nacional, que gobierna Axel Kicillof. El primer objetivo es alcanzar un piso de 35 puntos en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO); el segundo es crecer hasta el 40%, para lo cual piensa en tres elementos clave: ausentismo, redefinición de la campaña en función del adversario que surja de la interna de Juntos por el Cambio (JxC) y fuga de votos del precandidato opositor perdedor.
“Una buena elección en Buenos Aires es llegar al 35 por ciento; muy buena sería si, además, logramos quedar ahí nomás arriba de Juntos, pero si quedamos unos puntos abajo no importa. Con ese número podemos empujar para llegar cerca del 40 por ciento en octubre y ganar; no va a ser fácil, pero tampoco imposible”, explica a Letra P un dirigente de la provincia que se sienta a la mesa de campaña de Unión por la Patria (UP).
Otras fuentes consultadas por este medio coinciden con el diagnóstico. Destacan que 35% es un número mayor al obtenido en las PASO de 2021 (el Frente de Todos sacó 33%) y que le da margen para seguir creciendo “entre cuatro o cinco puntos” de cara a la elección general, guarismo con el que -dicen- se le puede ganar a Juntos, que ni en 2015 ni 2019 logró pasar la barrera de los 40 puntos.
Aunque para el peronismo sería ideal quedar arriba de lo que logren sumar Diego Santilli y Néstor Grindetti en la interna de JxC, no es una condición necesaria: la dirigencia cree que para octubre puede remontar hasta cuatro puntos de diferencia. Quedar a una distancia mayor representaría una derrota anticipada en las generales. “Quedar cinco o más puntos abajo ya es una alerta fuerte, ahí la elección general se nos hace cuesta arriba”, suaviza un intendente a Letra P.
Como viene contando este medio, la estrategia del peronismo para llegar al 35 por ciento es la campaña segmentada, “casa por casa, barrio por barrio”, como viene insistiendo el precandidato presidencial Sergio Massa, con el empuje territorial de los intendentes e intendentas. Sin embargo, la campaña aún “está renga”, debido a “una descoordinación evidente y poca presencia de los principales candidatos”, algo que -aseguran- se acomodará en el sprint final hasta el 13 de agosto.
Buenos Aires tiene la particularidad de que no hay ballotage, es decir, se gana por un voto. Allí es donde entran en juego los factores que UP considera decisivos.
Dando por descontado que la participación será baja, el oficialismo confía en poder aumentar el número de personas que vayan a votar; después de las PASO, seguirá yendo a buscar a ese electorado reacio que -confía- esté más cerca del peronismo que de JxC; “personas decepcionadas con el actual gobierno pasibles de convencer para que sí nos voten en octubre”, dicen en el comando oficialista.
Para la segunda etapa, UP confía en una campaña “más alineada” y con una “estrategia más fina”, readecuando la marcha en función del candidato que quede en pié del otro lado de la grieta, Santilli o Grindetti. Al conocerse quién será el rival del peronismo en la nación y en la provincia se podrá dirigir el mensaje con mayor precisión, explican.
La dirigencia peronista confía además en que la sangrienta interna entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta dejará heridas imposibles de sanar, por lo que JxC perderá votos entre una elección y otra. Confían en que sucederá naturalmente, pero que, además, el peronismo logrará sumar, dependiendo quién sea el vencedor, ya sea para llevar votos a UP o para redireccionarlos a otras fuerzas políticas, especialmente a la liderada por Javier Milei.
Obviamente, el peronismo de Buenos Aires tiene el objetivo de meter a Sergio Massa en el ballotage. Si lo logra, pondrá en marcha una tercera etapa. “Para eso falta mucho -dicen-; ese es otro partido”.