Lo que podía haber sido un ejercicio lúdico, adquirió la forma de un nuevo proyectil en la guerra interna de Juntos por el Cambio. “Cuando charlo con amigos lo pongo en términos de series televisivas”, arrancó el diputado y presidente de bloque de la Coalición Cívica, Juan Manuel López, durante una entrevista con Radio con Vos. Luego, disparó: “Me imagino una presidencia de (Javier) Milei como la segunda temporada de El reino, que es un delirio, y, aunque creo que no porque Patricia pudo haber aprendido de esa experiencia, me puedo imaginar un gobierno con dificultades de Patricia como la serie de 2001″, sintetizó. “Patricia” es, claro, Patricia Bullrich. “La serie de 2001” es Diciembre 2001, que estrenó la plataforma Star+ en junio y cuyos seis episodios recrean lo ocurrido antes, durante y días después del estallido social que terminó con la presidencia de Fernando de la Rúa.
Traer al presente los hechos narrados en la serie de la productora Kapow puede ser un acto condimentado con malicia por parte de López -la comparación mereció la reacción del comando bullrichista con un comunicado en el que le reclamó a Horacio Rodríguez Larreta que llamara a su tropa a la cordura-, pero varios actores de la política nacional contemporánea –de un lado y otro de la grieta– tenían cargos de relevancia en la esfera pública de ese momento.
Algunos eran parte del gobierno de la Alianza, como Bullrich (ministra de Trabajo) y Larreta (titular de la DGI desde septiembre de 2001). Otros ocupaban bancas legislativas, como Cristina Fernández de Kirchner y Miguel Ángel Pichetto, asumidos como senadores por Santa Cruz y Río Negro, respectivamente, el 10 de diciembre de ese año (Pichetto había sido diputado desde 1993 hasta ese día).
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Un poco de ficción no aleja la realidad
La serie dirigida por Benjamín Ávila establece un recorte sobre lo ocurrido en aquellos meses aciagos. Algo inevitable: si bien se basa en el libro periodístico El palacio y la calle, de Miguel Bonasso, Diciembre 2001 es un dispositivo narrativo de ficción y, como tal, hace uso pleno de la potestad de agregar, omitir, retorcer, inflar o desinflar hechos y personajes históricos en pos de darle sentido dramático a la narración. De hecho, dos de los personajes centrales son los asesores interpretados por Diego Cremonesi (del lado de la Alianza) y Nicolás Furtado (por el peronismo), quienes en realidad no existieron, pero le permiten al guion de Mario Segade adoptar sus puntos de vista para que el público opere como testigo privilegiado de los (des)manejos gubernamentales y del detrás de escena de la rosca opositora.
¿Qué dice Diciembre 2001 sobre quienes continúan orbitando en la galaxia política? ¿A quiénes les pone nombre y apellido y les asigna un lugar importante en la trama? ¿A qué personas convierte en personajes? Segade y Ávila son muy cuidadosos con las potenciales transposiciones temporales y ubican a todos sus protagonistas, desde De la Rúa (Jean Pierre Noher) a Eduardo Duhalde (César Troncoso), en una suerte de presente histórico vaciado de pasado y futuro.
La representación de Raúl Alfonsín (Manuel Callau) como alguien al que nadie tutea, todos respetan y en algunos casos veneran, pero del que no se da más información por fuera de su rol como uno de los líderes del radicalismo, es sintomática de la mecánica de la serie: como él, todos están enfrascados en la batalla diaria por mantenerse en el poder o por llegar a él, una disputa que adopta un formato que recuerda a los thrillers políticos de los ’70, incluyendo sus múltiples escenas de interiores y sus diálogos más bien funcionales, económicos e informativos. Porque aquí hay muchísimo más palacio que calle, esta última vertiente construida sobre todo con imágenes de archivo y una subtrama que sigue a Enrique "Toba" García, a cargo de un comedor comunitario.
Apenas un par de placas negras con textos breves en letras blancas y algunas imágenes y audios fugaces de la gestión de Carlos Menem –“Vamos a instalar un nuevo estilo en la política nacional”, promete el riojano- y de la campaña de De la Rúa ubican la acción en un contexto muy general. Allí están una convertibilidad insostenible, el desencanto de la clase media, el empobrecimiento de gran parte de los sectores populares y un termómetro social con el mercurio por las nubes.
En el desenlace, una vez asumido Duhalde como presidente, las mismas placas cuentan, además de las sentencias de la causa judicial por la represión policial del 19 y el 20 de diciembre y qué fue de la vida de algunos de los integrantes del círculo más cercano a De la Rúa. De lo que vino después, nada. De lo que pasó antes de marzo de 2001, punto cero de la trama, casi nada.
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A principios de ese mes, justamente, asume Ricardo López Murphy como ministro de Economía, a quien en los minutos iniciales del primer episodio se lo escucha, video de noticiero mediante, anunciando recortes por 890 millones de pesos. Si bien su paso por la serie se corresponde con la brevedad de su gestión (duró 15 días) y desaparece antes de la media hora, el actual diputado es la única figura que prolongó su vida pública hasta la actualidad al que se le otorga un rol y acciones definidos.
Volviendo a López, ¿qué papel le asigna la serie a Patricia Bullrich? La por entonces ministra de Trabajo es traída al relato no por una mezcla de recreación ficcional y archivos, como ocurre con casi todos, incluyendo López Murphy, sino solo a través de la última vía: promediando la serie, se la ve discutiendo muy acaloradamente con el sindicalista Hugo Moyano en el programa Hora clave. Una aparición de fondo, secundaria, sin posibilidad de saber de quién se trata salvo por la memoria del espectador, pues la cámara está ubicada en la habitación de un De la Rúa que celebra su bravura. “Extraordinaria, la piba”, comenta a su interlocutor.
Que Bullrich “haya aprendido de esa experiencia”, como quiere creer López, es una cuestión cuya respuesta, al menos por ahora, es parte del terreno ya no de la ficción, sino de la especulación.