Santa Rosa, capital de La Pampa, agitará con fuerza la campaña política ni bien pase el fin de semana largo. La ciudad aparece en el centro de la escena de cara a las elecciones del 14 de mayo no solo porque buena parte del destino final de la provincia se define en ese territorio sino porque hay una pelea de pesos pesados que asoma pareja. El intendente peronista Luciano di Nápoli(42 años) confronta con el radical Francisco Torroba(68), que gobernó la ciudad entre 2008 y 2011 y ahora es el postulante de Juntos por el Cambio (JxC).
El peso electoral pampeano se divide prácticamente en tres tercios: Santa Rosa; la segunda ciudad General Pico y su zona de influencia; y las poblaciones que componen el llamado “interior” de la provincia.
Santa Rosa es la madre de todas las batallas. En las legislativas nacionales de 2021, la oposición ganó las PASO en la capital, pero el oficialismo remontó en las generales. Se ha vuelto especialmente esquiva para las reelecciones: desde el siglo pasado que nadie consigue repetir mandato. El último fue, en el ’99, Oscar Mario Jorge, que después sería dos veces gobernador. Desde entonces, a todas las gestiones se les hizo cuesta arriba conseguir aval popular y hubo constante alternancia entre peronistas y radicales de distintas líneas.
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La ciudad fue cuesta abajo en la rodada: sintió el golpe de la crisis social, sufre el déficit habitacional que dejó la etapa macrista y no puede salir de la emergencia sanitaria que se evidencia en el colapso de cloacas y desagües, entre otros problemas de infraestructura. Típica capital de provincia, depende sobre todo del funcionamiento de los organismos estatales y la burocracia política. Los ingresos asegurados de los sueldos oficiales dan aire a una actividad comercial relativamente vital. La última modificación a la pampeana que se hizo del régimen coparticipable, en 2006, la perjudica en el ingreso de fondos.
Unidad y fuego amigo
El camporista di Nápoli, abogado y exdiputado provincial, llegó a la Intendencia en 2019 después de ganar una interna brava contra el caballo del comisario: Jorge Lezcano tenía el aval del aparato y una alianza con los dos viejos caciques, Carlos Verna y Rubén Marín. La elección fue pareja, pero Di Nápoli venció con el arrastre de la simpatía cristinista y en alianza con sectores extraños para el ortodoxo PJ pampeano: Nuevo Encuentro, el Humanismo, el Comunismo y Patria Grande integraron las listas y se sumaron a la gestión.
El jefe comunal atravesó estos años con un piso innegable de logros: el peronismo unido banca su candidatura, aunque con ruidos, a partir de algunos golazos en la gestión del transporte de pasajeros, la institucionalización del cannabis y el regreso de un Mercado Municipal a precios populares. Es la primera vez en dos décadas que el peronismo evita las internas y Di Nápoli preside el Consejo Local de Unidades Básicas.
“Copete” también se salió del relato Nac&Pop para atender demandas del viejo statu quo: tira líneas con la conservadora Cámara de Comercio, le hace guiños al Ejército y se apoya en el tradicional diario La Arena.
La construcción en la gestión también fue a los saltos y el armado final de la lista dejó heridas cuya cicatrización es un misterio. Di Nápoli borró de un plumazo a toda la nómina legislativa que lo acompañó en 2019, incluyendo a la viceintendenta Paula Grotto. Incluyó a nuevos actores propios, en acuerdo con su antiguo enemigo Lezcano. No hubo espacios para el sector Plural de Verna y del gobernador Sergio Ziliotto, aunque las relaciones con el jefe provincial aparentan ser extremadamente cordiales.
Ziliotto trató a Santa Rosa como “niña mimada” y el flujo de fondos nacionales con el funcionariado que está a la mano le permite al gobierno local mostrar un despliegue potente de obra pública y el inicio de demoradas obras históricas, como la nueva Terminal de Ómnibus.
Sobre Di Nápoli llueven cuestionamientos de la oposición por el manejo de esos fondos. Los sectores del radicalismo que más disfrutan de la grieta derivan hacia las consignas que caricaturizan a La Cámpora. El espacio oficialista sufre sus propias convulsiones internas: hay una virtual puja por el liderazgo entre el intendente -que si logra su reelección se imagina como nuevo jefe del sector en La Pampa- y María Luz Alonso, secretaria Administrativa del Senado, mano derecha de Cristina Kirchner y ahora candidata a diputada provincial para dar pelea en el territorio.
En las últimas semanas, Di Nápoli echó de la Secretaría de Desarrollo Social a Marcos Álvarez Echeveste, principal referencia de “Luchy” Alonso. En todo ese proceso se empoderó de modo notable Carmina Besga, secretaria de Desarrollo Económico, ahora jefa de campaña y también pareja del intendente.
Máquina de soñar (y de tropezar)
Torroba la mira de afuera y no desaprovecha ninguna ocasión para lanzar sus dardazos, pero tiene su propias incomodidades y sacudones internos. Desde hace tiempo es el dirigente radical mejor visto en la ciudad: todas las encuestas anunciaban el triunfo interno que obtuvo contra el diputado macrista Martín Ardohain en las internas del 12 de febrero pasado.
También abogado y productor rural, dos veces derrotado como candidato a gobernador, saca provecho de que en Santa Rosa la ciudadanía privilegia a una dirigencia profesional y prudente. Es un moderado de toda la vida que dejó una gestión reconocida, de estilo “progresista”, que en 2008 recuperó la convivencia que el justicialista Juan Carlos Tierno había puesto en peligro.
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Tierno causó un caos con políticas abruptas y desfasadas, que ni su propio partido avaló: tras la intervención de la comuna y un nuevo llamado a elecciones, Torroba ganó con votos peronistas y armó un gabinete multicolor y diverso que dejó un buen recuerdo. Estatizó la recolección de residuos que hasta entonces complicaba a Santa Rosa con una puja de negocios entre Hugo Moyano y Cristóbal López; propició notables avances en políticas de género y en controles institucionales. Con todo, no alcanzó la reelección, fagocitado por el arrastre de los votos de Cristina que benefició al peronista Luis Larrañaga.
Ahora Torroba es otro: tiene 68 años y pasó por una banca en el Congreso en la que le tocó defender algunas políticas del gobierno de Mauricio Macri. Tras la victoria del pasado 12 de febrero reunió a la tropa radical de su riñón para advertir sobre algunas costumbres del PRO que podían perjudicar al espacio: dio a entender que quienes fiscalizan en ese partido estaban tan acostumbrados a cobrar por su trabajo y a no hacerlo por convicción que perfectamente podían cambiarse de bando en el camino.
Carlos Javier Mac Allister, que sigue liderando a una importante porción del PRO, lo cruzó duro como cuando marcaba la punta izquierda en Boca: “Torroba es una máquina de decir pelotudeces”, acusó y volvió a estremecer los cimientos de una alianza que paradójicamente se analiza con reales chances de victoria, pero tropieza varias veces con la misma piedra.