Lo había hecho el 20 de septiembre, un mes antes de la primera vuelta, cuando convirtió el primer debate de aspirantes a la vicepresidencia en un mano a mano con Agustín Rossi. Ganó, determinó este portal aquella vez. Lo ratificó en la noche de este miércoles, en la revancha, ahora literalmente cara a cara con el compañero de fórmula de Sergio Massa. Con apenas un par de años en el ruedo político, Victoria Villarruel refuta la idea de que la ultraderecha argentina es un fenómeno unipersonal que se agota en Javier Milei: con la abogada negacionista, La Libertad Avanza tiene recambio y se erige en un peligro todavía mayor.
No se trata de ponderar el contenido del discurso de la candidata a vicepresidenta. Como su jefe polítco, como cuando insiste en negar los 30 mil desaparecidos de la dictadura, asusta y revuelve las tripas de la inmensa porción de la población que valora el capital institucional, político y cultural que la sociedad construyó en cuatro décadas de vigencia de un pacto democrático que, con todo y sus problemas, rige la convivencia pacífica en el país. Es un tema de forma. En la noche de este miércoles, Villarruel volvió a mostrarse segura, certera en sus definiciones, medidamente histriónica en su gestualidad.
En los momentos de debate libre, esa seguridad le permitió tapar la voz de Rossi y, levantando el tono pero (casi) sin gritar, cruzar cada concepto expuesto por el peronista, cuya participación quedó, en varias ocasiones, reducida a la queja por no poder hablar. Con todo, el jefe de Gabinete ganó puntos respecto del primer round: como explicó Sebastián Iñurreta, consiguió no enojarse y ya con eso ganó.
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Para quienes consideran una virtud la vocación de escuchar y el respeto a la palabra ajena, la actitud de Villarruel resulta repulsiva, pero no es ese el punto: lo que se evalúa en esta nota es la idoneidad de la abogada negacionista para seducir al sector del electorado que suscribe a la prepotencia como instrumento para el ejercicio de la política. En ese sentido, la candidata a vice tributa a la consolidación de esa base electoral y asoma como mejor herramienta que Milei para expandirla.
Villarruel tiene un mérito que podría resultar contradictorio con esa última afirmación: le pone, dentro de lo posible y aunque pueda parecer un despropósito, algo de racionalidad a la ultraderecha mileísta. Discreta y sobria en su estilo personal, evita el lenguaje soez, no empuña motosierras, no suscribe a creencias esotéricas como la reencarnación de los perros, no insulta a los gritos ni llama a prender fuego organismos públicos. Se presenta emocionalmente estable, dueña de una vehemencia y hasta de una aparente ira administradas.
En ese aspecto podría radicar su principal fortaleza y la razón de su capital político como aportante a una expectativa de mayor longevidad del fenómeno libertario en el país. Es la versión sosegada del líder exótico, bizarro, desmesurado, explosivo.
Villarruel hizo previa del debate en la pantalla de TN. Cuando el periodista Diego Sehinkman le preguntó por la sangría que viene sufriendo LLA en la tropa legislativa electa por la resistencia al pacto que selló Milei con Mauricio Macri, dijo que esos movimientos, aunque fingió desconocerlos, son esperables en una fuerza joven que construye su dinámica interna al mismo tiempo que se presenta por segunda vez a elecciones. Aprovechó, entonces, para destacar que en dos años la rabia organizada llegó de la nada al ballotage presidencial. "Un exitazo", calificó.
La Libertad Avanza caminó hasta acá montada sobre la bronca y las frustraciones colectivas que supo interpretar aquel personaje inclasificable que podría instalarse el 10 de diciembre en la Casa Rosada. Ahora tiene a la casta macrista para darle volumen y algo de profesionalismo a este movimiento silvestre, salvaje, y tiene a Villarruel, que podría encarnar la evolución de la especie libertaria indispensable para que la ultraderecha se consolidara como una alternativa capaz de echar raíces en la política argentina. De hecho, la Villarruel del segundo round, la Villarruel post-Pacto de Acassuso, fue tan Juntos por el Cambio...