El 27 de septiembre prometió y este 22 de octubre cumplió. Aquel día, frente a 50 mil almas en el estadio de Cambaceres, Axel Kicillof dijo que Buenos Aires sería la locomotora del triunfo del peronismo en el país. Este domingo, se metió 4,2 millones de votos en el bolsillo y le dio una paliza a la oposición. El espesor del triunfo conseguido le da mucho más que la reelección: lo transforma en el heredero indiscutible del universo K y lo sienta definitivamente en la mesa chica del peronismo grande. El gobernador ya es figura del nuevo tiempo que se abre en el partido fundado por Juan Domingo Perón ocho décadas atrás.
Números matan biribiri. Con el 98% de las mesas escrutadas, Kicillof se quedó con el 44,88 por ciento de los votos (4.233.092). Le sacó 18 puntos de ventaja al segundo, Néstor Grindetti, de Juntos por el Cambio (JxC), y más de 20 a Carolina Piparo, de La Libertad Avanza (LLA). Además, se superó a él mismo: entre las PASO y las generales sumó 1.170.902 sufragios (pasó 36,76% a 44,88).
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La potencia de la elección del gobernador se dimensiona al comparar sus resultados con los obtenidos por los intendentes. En La Matanza, considerada la capital del peronismo, Fernando Espinoza consiguió la reelección con un estruendoso 53,67%. Kicillof lo superó: sacó 54,71%. En Lomas de Zamora, el segundo municipio más poblado de la Tercera sección, Federico Otermín ganó con el 49,82%; el gobernador alcanzó el 51,23%. En Quilmes sacó la misma cantidad que la intendenta reelecta, Mayra Mendoza, más del 50%.
Lo mismo sucedió en la Primera, la región que concentra un padrón de más de 3,3 millones de personas. Superó al histórico Mario Ishii en José C. Paz (55 a 53 por ciento) y en Merlo le sacó diez puntos al intendente Gustavo Menéndez, que logró la reelección (53,48 a 43,21). La lista sigue, pero no hace falta.
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No quedan dudas: el hijo político dilecto de Cristina Fernández de Kirchner llevó de tiro a los territoriales en la madre de todas las batallas y demostró que, en el mar de derrotas que sufrieron sus pares de Entre Ríos, San Juan, San Luis, Santa Fe, Chaco y Santa Cruz, es figura central este domingo.
“Emociona ver el respaldo, el acompañamiento, la fuerza, la alegría, la convicción que le puso el pueblo de la provincia de Buenos Aires”, dijo, exultante, en el búnker central de Unión por la Patria (UP), en el que luego hablaría el otro gran ganador de la jornada, Sergio Massa.
Siempre esquivo a cualquier disputa interna y proactivo a la construcción, concedió a quienes sabe que necesitará para gobernar y ya se encolumnan detrás de sí: aseguró que los intendentes peronistas son “artífices del triunfo”.
A diferencia de lo hecho por el ministro candidato, quien durante la campaña tomó distancia para buscar el voto de centro, Kicillof siempre se reivindicó soldado de CFK. Este domingo, trajo a la vicepresidenta al centro de la escena en el prime time cuando le agradeció “especialmente” y aseguró que “sigue liderando”, pero acaso -pese a sus propias palabras- al mandatario se le vaya desprendiendo el cartel de “delegado” que le cuelgan propios y extraños. Si alguien tomó el bastón de mariscal que ofreció La Jefa fue él.
Con todo, Kicillof va por más. Cuando este lunes abra los ojos, tendrá enfrente otro campo de batalla. “La campaña no termina hasta que Massa sea presidente”, lanzó. La pelea por los votos para empujar al hincha de Tigre en el ballotage contra Javier Milei le es propia, pues el beneficio de un presidente de su mismo color político o la condena de una motosierra pendiendo sobre su cabeza determinarán, en buena medida, el éxito o el fracaso de su segunda gestión. Eso, en gran medida, podría terminar designando el lugar que ocupe en la grilla de 2027, para cuando ya no tendrá chances de ir por otro mandato en el distrito del 37 por ciento del padrón electoral nacional.