Más allá de la precipitación de quienes imaginan atajos e ignoran lo costosas que son para la población las hipótesis de salidas anticipadas, la hora de la verdad llegará en 2027 y, en ese sentido, 2025 fungiría como una suerte de laboratorio para el surgimiento de liderazgos y puntos de encuentro hasta hoy –sólo hasta hoy– difíciles de concebir.
Sí, si se atiende la casuística internacional. Por algo a Donald Trump lo sucedió Joe Biden y a Jair Bolsonaro, el renacido Luiz Inácio Lula da Silva, en los dos casos con una alternativa de fuerte sesgo frentista y de centro. Sin embargo…
El tiempo de la oposición
La llegada de esos populismos de derecha al poder no debe considerarse una simple anomalía, sino un rasgo perdurable de la política de los países tocados por ese conjuro. Pese a su reciente condena penal, Trump tiene buenas chances de volver al poder en noviembre, y Bolsonaro, proscripto por la Justicia brasileña hasta 2030, se retiró del gobierno con 49% de los votos y detenta incluso hoy un respaldo muy importante.
A esa persistencia la Argentina suma sus peculiaridades. Si Milei es producto de un sistema político diluido, una economía desquiciada y una sociedad material y anímicamente quebrada, el pronóstico reservado que empieza a registrar su Proceso de Desorganización Nacional lleva a analizar si lo que puede venir después será, como se sugirió, la hora de la moderación u otro experimento populista, acaso de un signo ideológico opuesto.
Así como numerosas voluntades se empeñan en pavimentar, en consonancia con un cierto clima social, la avenida del medio, otras, como Juan Grabois ensayan desde ahora una construcción que podría definirse como populismo de izquierda.
Sólo se trata de pensar: la Argentina está demasiado desmembrada como para dedicarle vaticinios tajantes.
I'll be back
El Presidente volvió a desconcertar en una entrevista con el canal estadounidense The Free Press. En ella señaló: "Lo que estoy alertando es que no hace falta que el mundo tenga que sufrir (una) debacle para escapar de las ideas del socialismo. Y una de las cosas que suelo decir es que vengo de un futuro apocalíptico para evitarlo. Algo así como la historia de Terminator. De hecho, Arnold Schwarzenegger es libertario".
La periodista Bari Weiss escuchaba divertida y Milei profundizó. A la pregunta de si le gusta ser una oveja negra, respondió, poniendo cara rara: "Amo, amo ser el topo dentro del Estado. Soy el que destruye el Estado desde adentro. Es como estar infiltrado en las filas enemigas. La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado, y yo odio tanto al Estado que estoy dispuesto a soportar todo este tipo de calumnias, injurias, mentiras, tanto sobre mi persona como sobre mis seres más queridos, que son mi hermana y mis perros... y mis padres, con tal de destruir al Estado".
La voluntad está, pero las herramientas escasean y cabe preguntarse si la saga de extravagancias, excesos, traspiés, más y más eyecciones de funcionarios, derrotas políticas, autoboicots, mala gestión, escándalos –sobre todo el corrosivo Pettovello-gate –, indicios de crisis financiera –agravada este jueves con el mayor riesgo soberano en tres meses– y dudas crecientes sobre el futuro económico no comenzará a golpear una popularidad que ha sido en los últimos seis meses su activo excluyente.
Eso por no hablar del empinamiento de la pobreza y la indigencia, y del castigo inusitado y además continuado de la clase media, en buena medida artífice de su ascenso.
Una novedad esperable
La última encuesta de CB Consultora Opinión Pública marca la novedad de un deterioro de su imagen, especialmente con datos negativos en 14 provincias.
Pese al viento de frente que ha comenzado a soplarle –¿o será que él encaró solito esa corriente de aire?–, Milei insiste en la receta que, con éxito, lo ha traído hasta aquí: dividir el mundo entre "nosotros" y "ellos" y embestir contra "la casta", esto es contra todos aquellos que no lo adulan. Las ratas.
Y no para. En una aparición pública en Santa Fe, volvió a atacar a los diputados, por tratar de aliviar a los ancianos y también por la decisión de mantener las jubilaciones especiales para presidentes y expresidentes. En este último sentido, habló de "casta inmunda" y estimó, en referencia al argumento de Miguel Pichetto de que los exmandatarios no pueden salir del poder sin tener dónde caerse muertos, que "si hiciste las cosas mal, merecés cagarte de hambre por hijo de puta". Ojalá que no piense eso también de sus gobernados que no lo apoyan.
Vale aclarar que el jefe de Estado necesita a la oposición amigable para terminar de destrabar la ley ómnibus de un modo razonable y para evitar que los "degenerados fiscales" les devuelvan a los jubilados un 8% de todo lo que su gobierno les ha licuado.
Más conciente que su jefe político de las limitaciones institucionales, Guillermo Francos teme que el Congreso contrarreste un veto a la compensación jubilatoria, pero apegado al libreto oficial advirtió que eso desencadenaría "fuertes recortes" en otras partidas para preservar el ajuste fiscal. Cuesta pensar qué queda por serruchar. Como sea, ese es el rostro amable de La Libertad Avanza (LLA).
Mientras, el universo opositor que emerge en el horizonte va del mencionado centro –más cercano o lejano del oficialismo– a la Iglesia, e incluye en márgenes más difíciles de asimilar al peronismo K y, claro, a la izquierda combativa. ¿Cuál sería el límite de lo afín?
La suma de lo diferente
Pichetto está harto del destrato, pero no se sabe si lo suficiente como para dejar de prestar colaboración. Él y otros pretenden comenzar a articular la suma de lo diferente.
Su compañero de bancada Emilio Monzó dejó consideraciones sugestivas en una entrevista que concedió a Radio con Vos.
Por un lado, ponderó el trabajo de legisladores como el propio Pichetto, Nicolás Massot y Juan Manuel López, así como de otros pertenecientes a tribus diferentes, el radical Rodrigo de Loredo y la macrista Silvia Lospennato, y hasta de Unión por la Patria, como Germán Martínez y… la camporista Paula Penacca. Sobran las ganas de sumar.
Según Monzó, "Milei terminó con una polarización y con Milei empezó otra. La polarización que terminó era la del cristinismo y el anticristinismo. Eso explotó y ahora viene otra polarización". Allí comienza a tallar el centro que imagina. Y no solo eso: el que, como se dijo más arriba, ya empieza a armarse de modo incipiente.
"Yo apuesto a armar algo de mesura, de centro moderado. Va a pasar este remolino porque la gente, el ser humano, es así y va a decir 'Bueno, calma muchachos, ya esta’", explicó.
Consultado sobre las fronteras de ese armado, habló de sectores del peronismo, del radicalismo y de un PRO que supone cada vez más distanciado del Gobierno bajo la tutela de un destratado y desplazado Mauricio Macri.
"Me encantaría trabajar en eso. Lo estoy pensando, lo estoy trabajando. Hay una palabra muy difícil, pero que es esencial: 'confianza'. Muchos de nosotros, por diferentes motivos, por nuestra biografía, (nos ocupamos) bastante de acercar a esas partes y creo que eso se va a reflejar en una fuerza política nueva".
¿También con el cristinismo? "No, no. En el inicio de esto no se me ocurre esa posibilidad. Ahora, cuando estás llegando y hay que ganar, es la democracia y gana el que más votos saca. En ese momento hay lugar", completó.
Más allá del empecinamiento de los fieles del medio, el futuro de la Argentina resulta difícil de anticipar.