El último debate presidencial de cara a la segunda vuelta electoral pasó y dejó algunos puntos a tener en cuenta para lo que pueda ser la discusión pública en este último tirón semanal de campaña. Si logró mellar en un sector del electorado en favor de alguno de los dos candidatos, recién el próximo domingo por la noche lo sabremos. Sin embargo, la dinámica del debate permitiendo interrupciones y el diálogo entre ambos candidatos favoreció a Sergio Massa ante un Javier Milei sin reflejos defensivos ni argumentos consistentes más que frases recortadas para redes sociales.
Lo que se vio en el debate no es más que otra contrastación empírica -y en pleno prime time televisivo- de las abismales diferencias que separan a uno de otro candidato. Las diferencias entre un político profesional, preparado -y con experiencia- para gestionar, y un amateur sin el más mínimo conocimiento de cómo, de qué manera y para qué funciona el Estado. Si hay algo que demuestra Milei es el absoluto desconocimiento de las cuestiones básicas para gobernar.
Sobre Milei mucho se especulaba acerca de su capacidad para responder y contrarrestar de manera rápida y efectiva, sin ayudamemorias o guiones. Más precisamente en la gestión de las propias reacciones, teniendo en cuenta que ni en espacios controlados logra evitar actitudes violentas, prepotentes y agresivas. En este sentido, se notó un especial esfuerzo por no estallar ante las preguntas directas que Massa le planteaba, además de una poquísima -y en algunos casos nula- preparación de los temas.
Una constante en Milei fue la incapacidad de argumentar qué piensa hacer, cómo piensa hacerlo y para qué. Perdió, además, la oportunidad de sacar provecho de la crisis económica actual y enrostrarle esa responsabilidad al candidato y ministro de Economía. No logró mellar en ningún tema que lo incomodara por ser parte de la actual gestión de gobierno.
Sergio Massa, por su parte, concentró su estrategia para este debate en exponer todas las contradicciones de Milei durante la campaña, arrinconándolo con preguntas que exigió contestar “por sí o por no”, algo que tenía como principal objetivo desencajar a Milei, que no tuvo más que intentar defenderse. Massa logró imponer su propia agenda y las propuestas para el gobierno que planea llevar adelante.
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“Quiero ser presidente entendiendo que algunos no me votan convencidos, sino para elegir un camino que no es la violencia. Voy a trabajar para construir confianza", cerró en los dos minutos finales el candidato de Unión por la Patria, conciente de a quiénes y de qué manera hablarles, reforzando lo que hizo durante toda la transmisión: mirar a la cámara, interpelar a la audiencia. Milei, en cambio, lo buscó permanentemente con la mirada a Massa durante el encuentro y no lo encontraba, no se sabía a quién le hablaba.
“Por sí o por no” quedará en la historia de la política local como el recurso que mejor se usó en un debate presidencial para dejar en evidencia lo que se define en esta elección, en la que se juega mucho más que los próximos años. Una elección en la cual se juega la estabilidad e institucionalidad democrática, y en la que debería primar la política y el profesionalismo, por sobre el terraplanismo político y la apología de la dictadura. Una elección que define el país que queremos y merecemos seguir construyendo.
* El autor es analista político. Consultor asociado en EPyCA Consultores