Pasó el debate presidencial del siglo. Claramente, no hubo un knock out en favor de alguno de los dos candidatos, pero sí Sergio Massa quedó como ganador de la mayor cantidad de rounds por sobre Javier Milei, a quien se lo percibió dominado escénicamente por su contrincante.
En el primer bloque del debate se vio a un Massa tomando el centro del ring, marcando el ritmo de la contienda, viendo a Milei saliendo bastante indemne de los atropellos del ministro, salvo cuando surgió el tema de Malvinas y Margaret Thatcher y, en mayor medida, cuando quedó en el éter que al candidato a presidente libertario le “bocharon” la renovación de su pasantía en el Banco Central por no sortear el examen psicotécnico en sus años de juventud. Precisamente, este último punto (que se manifieste supuesto desequilibrio emocional de Milei) podría haber sido el principal objetivo del equipo de Massa para este debate.
En el segundo bloque continuó la centralidad de Massa, manifestándose el primer punto más saliente cuando el candidato de Unión por la Patria aprovechó un vacío o silencio de Milei sobre el álgido tema de la seguridad, acometiendo: “El problema es cuando uno no tiene nada que decir en un tema que no le interesa, que no lo estudió”.
Milei intentó, en cuanto oportunidad aparecía, encerrar a Massa dentro de la casta política, empresarial y sindical, concepto tan sencillo como efectivo. En opinión pública, lo sencillo, lo breve, el eslogan es valioso precisamente por lo efectivo.
Llamativa fue la ausencia de la alusión al tema inflación por parte de Milei, creo que por haber sucumbido a la agenda del debate que le impuso hábilmente Massa. No me refiero a la inflación de la emisión, de las leliq o del déficit, si no de la inflación del kilo de papa o de la carne, que es la inflación que más presente está en la construcción del voto de la enorme mayoría de los electores.
Desde el ángulo que se lo mire, el debate que terminó en la noche del domingo fue el más convocante, relevante, influyente y probablemente determinante para ubicar en el Sillón de Rivadavia, nada menos, a quien piloteará durante los próximos cuatro años los destinos de nuestro país, sumido en una larga y crónica crisis socioeconómica.
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Hasta la previa de este debate, el promedio de las principales encuestas arrojaba una paridad marcada entre Milei y Massa, alguna ventaja de alguno de ellos, pero siempre dentro del margen de error.
Además, reflejaban una porción de votantes en blanco o nulos (difíciles de convencer) y otra cuantitativamente similar de indecisos (algo más “seducibles” que los anteriores). A estos, hay que sumarle una porción, ya más compleja de cuantificar, que podríamos etiquetar como “voto blando” o “voto dudoso”, “voto lábil” o como se le quiera llamar al elector que, ante la pregunta de un encuestador, emite una preferencia sobre tal o cual candidato, pero para nada es una sentencia firme de su comportamiento electoral.
Seguro existe. ¿Será el 1%, el 10% el 20%? Difícil saberlo. Desde mi óptica y con mis herramientas, me inclino a pensar que ese sub-universo podría llegar al 10%. También hay que apuntar a este segmento, más dificultoso de atraer: ya tiene, por más débil que sea, una postura previa. Sin embargo, el premio paga doble: el voto que sumo, se lo resto a mi adversario.
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En la previa, los cañones de los contendientes seguramente apuntaban a todo este segmento “poroso” del electorado, susceptible de ser conmovido o convencido por alguna idea, algún gesto, alguna frase, alguna reacción o algún error de Milei o Massa. Claramente, quien tenía su voto firme o duro no cambiaba ni cambió un ápice de esa decisión.
Los debates tienen efectos residuales, más aún esta última disputa. ¿Qué argentino no hablará en algún momento de este lunes sobre el debate? ¿Cuál será el derrotero de los highlights del debate en todos los canales de noticias del país? ¿Cuánto tiempo, al menos quien se autoperciba vencedor del debate, usará fracciones del debate como parte final de la campaña? Todas esas preguntas confluyen en una respuesta. El debate hacia el ballotage estará presente y fresco en la mente de los electores cuando entren al cuarto oscuro el próximo domingo.
En el debate del siglo hubo un ganador. Fue Sergio Massa, pero no por knockout. Todo indica que el próximo domingo, en el último round de esta pelea, habrá un ganador por puntos y en fallo dividido.
* El autor es director de la consultora Grupo Mercado.