OPINIÓN

Javier Milei o el huevo del Behemoth

La figura mítica judía fue utilizada para interpretar el surgimiento del nacional-socialismo en Alemania. Similitudes con el discurso del presidente argentino.

Hace días que muchos nos preguntamos qué hicimos para merecer esto que está pasando. Porque desde el ballotage hasta acá, en menos de 20 días, un huracán se cierne sobre la República y todos sentimos que el mismo suelo bajo nuestros pies tiembla. Inflación acelerada, tarifazos en transporte, desabastecimiento de alimentos, aumentos en medicamentos. Ahora, a través de un proyecto de ley, nos enteramos del desguazamiento del Estado, modificaciones en leyes laborales, privatizaciones de empresas públicas estratégicas (YPF), desregulación de alquileres. Todo es un caos.

En la tradición judía, que el presidente Javier Milei dice admirar tanto, hay una figura mítica, el Behemoth. Monstruo similar a un reptil gigantesco, señor de la tierra (a diferencia del Leviatán, señor de los mares), que devora todo a su paso. Este tropo fue utilizado por Franz Neumann, reconocido economista alemán, para interpretar el surgimiento del nacional-socialismo. Publicada en 1942, esta investigación, con el título Behemoth. Pensamiento y acción en el nacional-socialismo, se tradujo en Argentina casi de inmediato a su edición en norteamérica, donde Neumann debió exiliarse por la persecución de los nazis. En el texto hay una hipótesis interesante. Neumann dice que el nacional-socialismo fue un “no-estado”, un caos programado, constituido sobre cuatro ejes: el líder (o conductor, como se traduce habitualmente la palabra alemana führer), la industria pesada monopólica, el ejército y la burocracia. La pregunta inquietante en su estudio fue lo que se denominó “dominación bilateral”, es decir, qué es lo que en los dominados facilitó la dominación.

Porque es cierto, a pesar de este maremoto desconcertante, hay argentinos que todavía nos dicen: “Bueno, algo tenía que pasar”. O, “esperemos a ver si este hombre la pega”. Como dando un margen. Cuando los miramos atentamente, vemos en esas personas una resignada esperanza, un destello de fe. No importa si en el trayecto, este hombre decide anular el Estado de Derecho, si pacta con los sectores industriales y financieros para hacer pingües negocios, si en su espíritu cuasi religioso (invocando a “las fuerzas del cielo”) se convierte en el líder mesiánico de una facción, si una burocracia política dispuesta presurosa a ayudar al vencedor se queda con los derechos laborales, los ahorros de los argentinos, la educación pública, nuestra cultura. ¿Qué es lo que les impide ver esta catástrofe que seguramente se cernirá sobre sus vidas y las de sus hijos?

El Presidente suele descalificar a sus oponentes con un lenguaje clínico: los llama “infectados”, “enfermos de colectivismo”, llama “sádico” a un actor famoso. En otras oportunidades ha dicho que el Estado es “el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”. En otra frase alude a la superioridad que supuestamente lo inviste: “No tengan miedo a dar la batalla contra los zurdos, somos superiores productivamente, somos superiores moralmente”. ¿Acaso la estrategia discursiva busca inhabilitar al adversario para imponer la idea de que en manos del cirujano que cortará trozos de nuestro cuerpo está la salvación? ¿Que para legitimar el castigo la victima debe pensar que ha cometido un crimen? ¿Que para justificar el protocolo atroz de la cura el paciente debe creerse enfermo?

El documento en el que se presenta la ley ómnibus tiene algo de bíblico. No son las Tablas de la Ley, pero se parecen. Si no fuera porque será trágico para millones de argentinos si se aprueba, es patético ver al ministro del Interior, Guillermo Francos, llevándolo desde la Casa Rosada al Congreso para entregarlo como una reliquia al presidente de la Cámara de Diputados, que además lleva el apellido Menem. ¿Nos están tomando el pelo? En medio de este show irrisorio, Milei pretende arrogarse las facultades legislativas cerrando literalmente el Congreso por cuatro años (el proyecto habla de dos años con posibilidades de extenderse por dos años más), lo cual implicaría, lisa y llanamente, que el presidente Milei gobernaría sin contrapesos todo su mandato. ¿No les hace ruido? ¿Qué riesgos correría el país en ese largo período en el que se está descomponiendo el orden mundial de posguerra?

Comprender la matriz íntima de las propuestas de La Libertad Avanza es clave. La ley de tierras, la descomposición de las instancias estatales de producción cultural (INCAA, Fondo Nacional de las Artes), la privatización de las jubilaciones. Todas estas iniciativas tienen una base común: destruir las dimensiones solidarias y comunes de la sociedad. Los libertarios imaginan un país de mutantes despiadados que lucharán por los recursos, como en Mad Max. Si el Leviatán era el Estado que emerge como un poderoso monstruo de sujeción, el Behemoth es el monstruo del caos.

Durante la campaña electoral los militantes de LLA adoptaron la bandera de Gandsen. Es esa bandera amarilla con la serpiente enroscada en actitud desafiante, acompañada de una inscripción que dice: Don tread on me (“no me pises”). La utilizan los libertarios norteamericanos contra el estado federal, en la que se simboliza la lucha histórica de los individualistas randyanos, el espíritu rebelde de los pioneros. Una mítica leyenda sureña de esclavistas que suele verse en manifestaciones acompañada de esvásticas, capotas de búfalo, como las que vimos en la toma del Capitolio en 2021.

En la famosa película de Ingmar Bergman, en la que se trata el surgimiento del nazismo, el cineasta sueco utilizó la metáfora del “huevo de la serpiente” para significar que detrás del cascarón translúcido crecía un monstruo. ¿El Behemoth?

la banalidad del mal
Alquilar tras el decretazo de Javier Milei

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