GENERAL ROCA (Corresponsalía Patagonia) La convocatoria a elecciones en Neuquén y Río Negro para el próximo 16 de abril oficializó un apretado calendario electoral que activa maquinarias de antaño. Tanto el Movimiento Popular Neuquino (MPN) como Juntos Somos Río Negro (JSRN), dos ejemplos de provincialismos exitosos aunque de distinta trayectoria, ponen en juego sus intereses. El primero, un invicto de seis décadas que cuesta cada vez más sostener. El segundo, la consolidación de un proyecto político bajo el liderazgo casi sin cuestionamientos de Alberto Weretilneck, que va por su tercer mandato para someter en las urnas a los partidos nacionales en el distrito.
El primero en firmar el decreto de llamado a elecciones fue el gobernador neuquino Omar Gutiérrez. Mucho se especuló durante el segundo semestre de 2022, en los días que el diputado emepenista Rolando Figueroa abandonó el silencio repartiendo críticas a sus antiguos camaradas del sector Azul y se eyectó para construir su candidatura por fuera del partido. Ya con la fecha confirmada, el MPN ratificó que hará todo lo necesario para continuar cuatro años más al mando.
Marcos Koopmann, vicegobernador y candidato del oficialismo, se presenta como figura de transición para un espacio que necesita del trasvasamiento dirigencial con urgencia. O al menos eso se puede ver en la conformación de una lista plagada de viejas figuras de los sectores internos que hoy son socios. La novedad es que el principal retador es un emergente del riñón que prefirió evitar la interna partidaria.
Figueroa no reniega de su pertenencia, pero denuncia que los caudillos tomaron por asalto al MPN y está decidido a doblegar esa hegemonía desde afuera. Su desafío no es sencillo: debe quebrar 16 años de supremacía azul comandada por Jorge Sapag, el jefe político de la actual estructura. “Lo que se puede llegar a romper es la hegemonía del MPN como sello, y del sapagismo en el poder”, analiza, al respecto, el consultor neuquino Alejo Pasetto. “Con otro sello, con otros partidos, tiene intención de romper la hegemonía”, le asegura a Letra P sobre el papel del retador.
En un intrincado acuerdo con sectores mayoritarios del PRO, el Frente Grande y partidos locales como el de la intendenta de Plottier, Gloria Ruiz, Figueroa se juega a todo o nada para lograr lo que no consiguió en 2018: generar un cambio de época. Enfrente, tendrá un esquema que conoce a la perfección, que manifiesta acuerdos en la Legislatura. En el terreno que hoy conduce Koopmann, el MPN logra gobernabilidad por la red de colectoras que fracturaron siempre a la oposición.
Figueroa es el principal retador del MPN
Otro tema gravitante son los intendentes. De ese grupo se destacan algunos más influyentes que otros en el mapa territorial. El más importante, por preponderancia electoral, es el de la capital, Mariano Gaido. El distrito más populoso tiene una llamativa ausencia de candidatos de Figueroa. En Zapala, tierra de Carlos Koopmann; o Chos Malal, del norte neuquino, el MPN pretende competir el mismo día de la votación provincial. En los municipios saben que sin una victoria en el tramo a la gobernación, su continuidad es complicada.
“En esta elección está muy claro que el MPN es el único partido que va a defender los intereses de las familias neuquinas, porque el resto de los proyectos políticos responde a los intereses de Buenos Aires”, bramó Koopmann, en una declaración de guerra su rival, que por ahora espera dar un golpe para la historia.
Por la consolidación
En Río Negro, el oficialismo compite por la consolidación de un proyecto político. Fuera del Ejecutivo, Weretilneck logró ponerle coto al crecimiento de la gobernadora Arabela Carreras con un gabinete plagado de figuras de su entorno. Ni siquiera los primeros encontronazos del mandato que termina a fin de año lograron disolver la influencia política del candidato.
A diferencia de 2012, cuando asumió el poder a pocas horas del asesinato de Carlos Soria, moldeó cada rincón del Estado a su conveniencia. Sostenido por el radicalismo que el fallecido cacique peronista prometía encarcelar, sobrevivió a la embestida de Miguel Ángel Pichetto. Primero lo derrotó en las elecciones de 2015, y luego construyó una alianza. Enfrentado a Martín Soria, ni siquiera tuvo que competir en 2019 -por un fallo de la Corte Suprema-, pero su candidata muleto dejó fuera de juego al ahora ministro de Justicia de Alberto Fernández.
Desde entonces, con amplísima mayoría parlamentaria, fue por más. Además de los órganos de control estatal, reductos estratégicos para cualquier gestión, impuso a figuras de su espacio en un Superior Tribunal de Justicia (STJ) que había tenido una composición muy cercana desde su arribo al poder.
El liderazgo se traduce en respuesta territorial. Si se compara con 11 años atrás, Weretilneck cuenta ahora con partido propio, una oposición atomizada y el manejo de los principales centros urbanos: San Carlos de Bariloche, Cipolletti, la capital Viedma, Villa Regina están pintadas de verde. Menos General Roca, histórico bastión del PJ, el resto se reporta a su conducción.
La barrera del 16 de abril solo tiene parangón en casos como los del MPN, el Frente Renovador por la Concordia de Misiones o hasta el peronismo cordobés, que maneja la provincia con el sello provincialista de Hacemos por Córdoba.
“Una eventual victoria, lo consolidaría como el líder político más importante de los últimos tiempos en la provincia”, piensa Lasse Paniceres, titular de la consultora Estudio Par. “Mantiene el liderazgo político de Río Negro por encima de cualquier espacio”, advierte ante la consulta de este medio.
Con los estudios de opinión a su favor, Weretilneck imagina un mano a mano con Aníbal Tortoriello. Con el presidente del PRO tiene una competencia especial por ser ambos cipoleños, un reducto clave en la elección que se viene y que tendrá encima la lupa de la política nacional por ser la apertura formal del año electoral.