La reacción del ministro del Interior - un dato de color, en medio de la tempestad - fue una muestra del estado de consternación que atravesó a la Casa Rosada, al peronismo en general y al cristinismo en particular por el atentado contra la vicepresidenta, el último de una serie de episodios sobre los que venía advirtiendo el entorno de CFK desde hacía tiempo y que, siente, el resto del oficialismo minimizó o no quiso escuchar.
Consultado sobre el portazo digital, el entorno de De Pedro prefirió no hacer comentarios. El ministro fue uno de los pocos dirigentes que estuvo el jueves por la noche en el departamento de Cristina, en Recoleta. Por historia personal, a De Pedro lo une una relación de afecto casi filial con la vicepresidenta, lo que provocó la comprensión de algunos de sus pares, que evitaron dramatizar la reacción. Este viernes, el titular de la cartera de Interior no participó de la reunión de gabinete que encabezó Fernández en la Casa Rosada, pasó otra vez por la casa de CFK y después estuvo en la Plaza de Mayo, junto a la militancia.
La reunión que convocó de urgencia Fernández en el Salón Blanco de la Casa Rosada fue una suerte de catarsis colectiva. El Presidente se mostró angustiado por la situación que vivió Cristina y remarcó que el episodio tenía dos víctimas, la democracia y la vicepresidenta, pero hizo especial hincapié en la persecución que sufre la exmandataria.
El encuentro duró más de dos horas. El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, dio detalles sobre el perfil de Fernando Sabag Montiel, el detenido por el intento de asesinto, y esbozó algunas explicaciones sobre la custodia del departamento de Recoleta. El cristinismo le dedicó críticas por lo bajo por el accionar de la Policía Federal, que está bajo su órbita. En la intimidad de la vicepresidenta alguien sugirió que debió haber presentado la renuncia.
En el gabinete quedó la sensación de que Aníbal Fernández estaba golpeado por la situación, pero quedó flotando la certeza de que no saldrá del Gobierno. Cualquier movimiento, en este contexto, solo tenderá a empeorar el clima de tensión. En tanto, los custodios declararon este viernes como testigos en la causa que investiga la jueza María Eugenia Capuchetti. En el Ministerio de Seguridad esperan que allí se diluciden las responsabilidades.
Qué hubiera pasado en Argentina si el jueves por la noche Cristina hubiera sido asesinada de un balazo en la cabeza fue la pregunta que torturó al oficialismo. La respuesta, casi unánime, “una guerra civil”, un conflicto sin conducción, un caos sin final.
El jefe de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Agustín Rossi, advirtió que el clima de violencia política viene in crescendo en la Argentina desde la batalla por la 125 y que el peronismo fue, hasta ahora, demasiado permisivo con decisiones que la oposición tomó en nombre de la República y la defensa de la libertad. Los cortes de ruta de aquel entonces, dijo, fueron un ejemplo. El mismo espíritu, denso, es el que se palpó durante estos años en las marchas opositoras en las que se destacaron guillotinas, horcas y amenazas de muerte contra dirigentes peronistas, en general, y para Cristina, en particular.
Rossi remarcó que es tiempo de que la dirigencia peronista tome dimensión real del conflicto y abandone la improvisación y la naturalidad en el contacto con la calle. Dicho de otra forma, que es tiempo de que el Presidente, Cristina, Sergio Massa, Juan Manzur y otras figuras del oficialismo cumplan al pie de la letra las recomendaciones en materia de seguridad y se manejen con la custodia correspondiente a sus cargos y responsabilidades. En las últimas horas, el Ministerio de Seguridad agregó agentes de la Federal en Recoleta y evalúa refuerzos para el resto del gabinete.
En la reunión se resolvió, además, la modalidad de diálogo con la oposición. Aunque fue cuestionada por algunos funcionarios, se decidió no convocar a la Casa Rosada a los líderes de los partidos políticos y dejar el contacto para el ámbito del Congreso. En la decisión pesó la reacción que tuvo el jueves por la noche la titular del PRO, Patricia Bullrich, que desvió el camino que habían marcado el partido, incluidos Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, al cuestionar al Presidente y decir que convertía “un acto de violencia individual en una jugada política”. La línea Bullrich no dio garantías y el Gobierno decidió que fueran Cecilia Moreau, como presidente de la Cámara de Diputados, y el titular del bloque del FdT, Germán Martínez, quienes encararan el diálogo con la oposición para generar una sesión de consenso en repudio al atentado.
El clima espeso de la reunión se mantuvo durante todo el día en Balcarce 50 y fue definiendo, sobre la hora, los pasos a seguir. Pasado el mediodía, consternado, Fernández visitó a Cristina en el departamento de Recoleta. Massa también habló con la vicepresidenta en varias oportunidades. En medio de la conmoción, los tres decidieron sostener la agenda que tiene previsto desarrollar el ministro de Economía en Estados Unidos, la próxima semana. Evaluaron como positiva la reacción del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que condenó “enérgicamente” el intento de asesinato contra la vicepresidenta.
Dirigentes que conversaron con Cristina en las últimas horas coincidieron en que la vieron “serena” y “con mucho temple”. Este viernes, cuando una multitud colmaba Plaza de Mayo, la vicepresidenta salió de su casa con rumbo desconocido. Fernández, por su parte, recibía en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada a referentes sindicales y sociales, representantes de credos y empresarios que se unieron para repudiar el episodio, pero en la Casa Rosada quedaba todavía la sensación de que pocos habían tomado cabal dimensión de la gravedad de lo ocurrido.
El malestar atravesaba a todo el oficialismo pero, en particular, a la dirigencia cristinista, que entiende que la administración Fernández minimizó los ataques que venía sufriendo la vicepresidenta. El sábado, cuando el Gobierno de la Ciudad puso vallas en la puerta de la casa de Cristina y la Policía de la Ciudad reprimió a la militancia, un dirigente de confianza de la vicepresidenta no dudó en afirmar que el Presidente debió haber concurrido personalmente a Recoleta para dar cuenta de la gravedad del hecho. Los episodios siguientes, cuando la Policía de la Ciudad detuvo a dirigentes kirchneristas y hostigó a Máximo Kirchner y un repartidor de Rappi fue detenido tras agredir a militantes que participaban de la vigilia, habían encendido todas las alarmas. Ya en marzo, cuando se debatió el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el ataque al despacho de la vicepresidenta en el Senado generó un cortocircuito entre ella y la Casa Rosada.
Esos hechos determinaron que Máximo Kirchner dijera este jueves, en diálogo con El Destape, que Juntos por el Cambio estaba viendo quién mataba “al primer peronista”. En el camporismo dicen que su dirigencia viene advirtiendo desde hace tiempo sobre la escalada de violencia política y el tenso clima social. Entienden que el macrismo generó dinámicas complicadas para la convivencia democrática y que el Gobierno debía estar dispuesto a enfrentarse a los poderes fácticos, pero que sus advertencias no fueron escuchadas por la Casa Rosada. Hasta que un hombre gatilló dos veces un arma en la cabeza de Cristina.
En ese escenario, en la plana mayor del FdT hay quienes ya advirtieron que lo peor que puede suceder es que el intento de magnicidio genere una nueva interna en el oficialismo, justo cuando había logrado cerrar filas en la defensa política de la vicepresidenta. Sería "una torpeza" y la dirigencia procurará que las diferencias no escalen. Fernández y su entorno trabajarán para eso, en sintonía con el alineamiento que el peronismo había definido para sus futuras acciones, como el suspendido encuentro de PJ bonaerense en Merlo y el encuentro del FdT en Santiago del Estero. “Acá el miedo es que esto genere un efecto espejo. Que otros crean que pueden hacer lo mismo, se animen, que se vuelva parte de lo normal”, dijo un hombre de primera línea del frentetodismo.
Por lo pronto, la Plaza no mostró fisuras. Aunque sin la presencia del Presidente, los movimientos sociales, el camporismo, el albertismo, el Frente Renovador -con el propio Massa presente-, el peronismo territorial y los sindicatos colmaron la movilización y se comprometieron con un durísimo documento que cargó contra la oposición y los medios de comunicación. El Gobierno todavía no definió cómo seguirá la hoja de ruta. Espera, primero, ver cómo reaccionará la oposición en el Congreso: quiénes están realmente comprometidos con la democracia y a quiénes no les interesa devolver la discusión política a su cauce natural.