Cuando Sergio Massa, la última esperanza del Frente de Todos para que hubiera 2023 para el peronismo, metía en el freezer su plan presidencial ante la sensación de que al Gobierno ya no le quedaba margen para dar vuelta el pronóstico de derrota, la Justicia, que de muñequear la Historia sabe como nadie, y la oposición, por participación o por acompañamiento jubiloso, se cebaron con el olor a sangre y acaso le hayan dado otra vida a Cristina Fernández de Kirchner. De lo que sabe ella es de resurgir de sus cenizas.
La maratón audiovisual del fiscal Diego Luciani, vivado desde la platea por las principales figuras de Juntos por el Cambio, y el pedido de 12 años de cárcel -justo 12, los 12 de los gobiernos K, como la vicepresidenta se encargó de señalar- despertaron al gigante dormido: le dieron al kirchnerismo la épica que le había arrancado el gobierno fallido que la propia Jefa había sabido construir.
El juicio “al peronismo” y “a los gobiernos populares”, como lo definió la acusada de liderar una asociación ilícita para defraudar al Estado en el estrado extrajudicial que armó este martes en su despacho de la Presidencia del Senado, sacó del letargo a una militancia empachada de sapos. Desde esa tribuna, ella hizo el resto: recargó a la Cristina que le gusta a su gente; acaso algo nerviosa y errática en algunos datos, pero encendida.
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Después de batallar contra el presidente descarriado y su ministro cómplice del Fondo, esa militancia había tenido que llamarse a silencio y deglutir, con repulsión, el ajuste que CFK había terminado juzgando inevitable y al ajustador designado.
Era Massa o era ella. Fue Massa y ella se guardó, pero Massa, rápidamente, también empezaba a guardarse. Como contó Gabriela Pepe el domingo en Letra P, el hincha de Tigre ya había puesto en marcha el Plan Renunciamiento, que consistía en negar el ’23 y postularse al ’27 y apostar a recibir a cambio, si el trabajo sucio del ajuste fuera valorado por una sociedad necesitada de “orden y tranquilidad”, clamor por el ’23.
Ahora, los pibes y las pibas para la liberación están de nuevo en la calle advirtiendo, una vez más, sobre “el quilombo que se va a armar” si les tocan a la Jefa y ya fantasean, como hace unos meses lo hizo una parte de la dirigencia que responde a la expresidenta, con una más y no jodemos más.
¿Por qué la Justicia, que de muñequear la Historia sabe como nadie, interrumpió a CFK cuando se estaba equivocando con su gobierno fallido? ¿Por qué aceleró y se puso a marcar a un gobierno que se las arreglaba muy bien solo para marcarse a sí mismo -tanto, que su última esperanza estaba analizando tirar la toalla o, al menos, hacer como que la tiraba-?
No es que la Justicia y la oposición puedan hacer magia. La inflación sigue proyectada al 80% para este año, el superministro acaba de podar los presupuestos de la educación y la salud y la máxima fundacional del Frente de Todos que acuñó Alberto Fernández en 2019 sigue vigente: con ella no alcanza, aunque sin ella no se pueda.
Sin embargo, este martes, Cristina Fernández de Kirchner volvió al balcón. La historia argentina de los últimos 15 años no permiten desdeñar esa foto.