"Mi mayor aspiración es que, en 2023, desde el último concejal hasta el presidente de la República los elijan primero los compañeros del Frente de Todos". Seis meses después, la frase que Alberto Fernández lanzó ante una Plaza de Mayo colmada todavía repercute. Es un karma para su gobierno. Como si supiera qué iba a decir el Presidente, Máximo Kirchner y la columna de La Cámpora llegaron tarde a aquel acto por el Día de la Militancia. Lo que debía ser una autocelebración pospandemia derivó en un cruce de sospechas mutuas. En privado, el mandatario fija aquel 17 de noviembre como el inicio del fin de su relación con Cristina Fernández de Kirchner por dar a entender que "la lapicera" de la actual vicepresidenta era cosa del pasado. Esa misma tinta, a fin de cuentas, es la que escribió su nombre como candidato a presidente en 2019.
Con el amague de un operativo reeleccionista que luego diría con todas las letras, Fernández abrió una caja de Pandora. Tomado como un desafío personal, el Instituto Patria avaló que distintos postulantes salieran a caminar para instalarse para una eventual primaria todista; un revival de 2015, cuando el PJ llegó a tener nueve presidenciables como forma de acotar lo que parecía inevitable: que el candidato único fuera Daniel Scioli. Todos, menos el entonces gobernador bonaerense, se bajaron cuando Cristina reclamó "un baño de humildad" a los que no medían.
Precisamente, el actual embajador en Brasil es uno de los que avisó que podría anotarse, siempre y cuando no complicara los planes de Fernández. "No le va a competir a Alberto, pero, si hay una interna y puede aportar desde su lugar, lo hará", confiaron cerca del exgobernador. Con la relación con Jair Bolsonaro con más altos que bajos, el optimismo sciolista se maneja desde el vecino país como una minipresidencia. Estuvo en actos con el ministro Matías Kulfas con autopartistas y en su clásico destino veraniego, Mar del Plata, como parte de la campaña turística. "Tiene contacto con muchas áreas y logra vender buenas noticias sin que lo salpiquen los problemas de acá", lo describen en la Casa Rosada. Por esa misma razón, explican que no haya aceptado integrar el gabinete cuando se rumoreó su repatriación.
Si bien se reunió con CFK en el último tiempo, otros dos dirigentes recibieron el aval explícito para construir sus precandidaturas. Uno es otro que repite -lo hizo en 2015-: el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. Es más, el exjefe de Gabinete cristinista ofició de anfitrión de la vicepresidenta a principios de mes, en lo que pareció una bendición pública a sumarse al pelotón de posibles. En sus entrevistas, a pesar de no admitirlo, el chaqueño habla como presidenciable y, como tal, se anotó en algunos viajes internacionales para exportar su figura. Después de ver al papa Francisco en el Vaticano y visitar Italia, en estos días estuvo en Bulgaria.
El otro que también se mueve como aspirante, avalado por la vicepresidenta, es Eduardo de Pedro. Para muestra vale un botón for export: sumó millas en febrero con un viaje a España y en abril por Israel. Como Capitanich, el ministro del Interior tuvo su audiencia privada con Jorge Bergoglio. En la Casa Rosada ya no es ni un secreto a voces su abierto operativo de instalación.
Con mayor disimulo, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, hace honor a su cargo, en teoría un supuesto disparador de presidenciables que, por regla general, es más un fusible. El tucumano, cuentan en Balcarce 50, viene preparando el terreno para estar listo en caso de que haya una interna todista, pero, al igual que Scioli, estaría anotado siempre y cuando Fernández quedara en el camino. El gobernador en uso de licencia se muestra recargado ocho meses después de asumir en el despacho nacional: recuperó las reuniones de gabinete como tradición -al menos, ya se hicieron dos consecutivas- y relanzó las redes sociales de la Jefatura. Como prueba de fuego, en dos semanas el ministro coordinador irá al Senado a presentar su primer informe de gestión.
Otro que está agazapado en el entramado del FdT es Sergio Massa. "Más adelante", dicen cerca del titular de Diputados sobre la fecha del congreso del Frente Renovador que sería un virtual lanzamiento de su precandidatura.
Como si fuera el jefe de Gabinete de su espacio, cuentan que vive llamando a sus funcionarios desperdigados en el organigrama del gabinete para consultarlos por el porcentaje de ejecución del presupuesto de sus áreas o para indagar sobre el estado de obras. En recorridas, el tigrense retomó su perfil de anteriores campañas, con anclaje en la clase media trabajadora. "El sentido común", sintetizan el mantra massista, en medio de una interna cruenta entre sus dos socios todistas. "Juega a la unidad", completan.
Dentro de las filas de un albertismo desencantado, un peronismo que se ilusionó con un Fernández que rompería con La Cámpora, asuma un postulante idealizado que no es nuevo: desde su asunción como gobernador en 2015, el sanjuanino Sergio Uñac es mirado por un sector del PJ. En la crisis de las renuncias, el año pasado, fue jefe de Gabinete apenas por 25 minutos, según cuentan quienes estuvieron al tanto de las frenéticas negociaciones que terminaron con Manzur en ese lugar, pero a sugerencia epistolar de CFK. En una guerra sin cuartel con José Luis Gioja, a principios de año la pulseada se judicializó cuando el mandatario inició gestiones para modificar el código electoral y permitir otra reelección.
"Cristina es la jefa", sentencian cerca de Axel Kicillof. El gobernador de Buenos Aires, provincia que por naturaleza suele ser usada como trampolín, desde Dardo Rocha sin éxito, está embarcado en su reelección. En su entorno, no creen hoy que estén "dadas las condiciones" para que la vicepresidenta lo llame a sumarse a la interna nacional.
Por obvias razones, la danza de nombres no incluye uno que obligaría a repensar todo el escenario: Cristina Kirchner.