EL PREGUNTÓN

Ojalá que eso pronto suceda: ¿lifting o chau 2023?

El Presidente se colgó la guitarra y cantó un clásico de Litto Nebbia a los postres del locro patrio. ¿Hay un nuevo Alberto o no hay Alberto para la reelección?

Dicen que viajando
Se fortalece el corazón
Pues andar nuevos caminos
Te hace olvidar el anterior
Ojalá que eso pronto suceda
Así podrá descansar mi pena
Hasta la próxima vez

 


Se sabe: en buena medida, la política se construye con gestos y con mensajes entrelíneas, algunos de ellos tan encriptados que pueden pasar desapercibidos para el ojo o el oído poco entrenados, aunque quienes han trajinado las alfombras del poder suelen advertir que no hay fantasmas en todos lados, que no todo lo que parece ser una conspiración lo es y que no todo -más vale bastante poco- está fríamente calculado. Muchas veces, avisan, los animales de cuatro patas que ladran y mueven la cola no son perros. Muchas veces, quieren decir, la política es regida por la torpeza y hasta por el azar. “Ojalá fuéramos tan inteligentes y tan organizados”, suele responder un viejo lobo de mar cuando periodistas lo buscan para chequear lo que, a simple vista, parece ser un plan maestro. Con todo, más vale prevenir que curar. Más vale que sobre y no que falte especulación, fantasía. Mejor exagerar que comerse un camión de frente. Por tanto, en el anochecer de este feriado desapacible, no está de más buscarle el pelo al huevo y analizar si hubo un metamensaje presidencial en los versos de Solo se trata de vivir, el clásico de Litto Nebbia que interpretó el jefe de Estado a los postres del locro patrio que degustó al calor del apoyo incondicional del Movimiento Evita. ¿Un nuevo Alberto Fernández? ¿El regreso del original? ¿Chau, chau, adiós?

 

Lo contó Letra P: la Casa Rosada decidió poner en marcha una operación de lifting comunicacional destinada a cambiar la cara del Gobierno. “Primero la gente” es el nuevo eslogan que aplicará en todo el universo de propaganda. Una lectura que salta a la vista: si primero está la gente -la necesidad de la aclaración lastima-, atrás quedan las peleas internas que astillan y, en buena medida, paralizan la gestión de gobierno.

 

¿Cantar una que sepamos todos es poner primero a la gente? Seguramente no, pero sí puede asociarse a la decisión presidencial de dejar atrás la feroz guerra intestina que lo acorrala y lo muestra aislado, sufriente, quieto. Enojado, también.

 

¿El que después de la solemnidad tan lúgubre del Tedeum en la catedral se sacó el traje y la corbata, se puso unos jeans, se subió al escenario y tocó y cantó, hasta animándose al falsete, es un nuevo Alberto, uno menos contracturado y más optimista, emocionalmente más sano y robusto para, como tantas veces prometió, poner a la Argentina de pie?

 

¿Es, en todo caso, el Alberto original, el de los tiempos felices de la campaña, cuando las malas noticias eran ajenas y la guitarra una compañera habitual, pero lógicamente un poco abollado?

 

 

Hay otra interpretación posible, menos luminosa. “Ojalá que eso pronto suceda”. ¿Qué? “Andar nuevos caminos”. ¿Para qué? “Así podrá descansar mi pena”.

 

Cada quien que ejerce el poder, también se sabe, lo hace como puede. Hay quienes gozan en ese trance, hay quienes sufren. Dos enemigos íntimos solían decir una cosa y la otra. Carlos Menem gozaba (es célebre una tapa de Clarín con dos imágenes tomadas la misma tarde, a las 15.01: de un lado, el entonces presidente jugando al golf; del otro, el MTA de Hugo Moyano reventando la Plaza del No), Eduardo Duhalde, créase o no, sufría o, al menos, eso dijo que le´pasó durante su paso provisional por la presidencia.

 

La deuda heredada, la pandemia, la inflación desbocada, la guerra y su impacto local, Cristina, Cristina, Cristina… ¿Alberto Fernández está sufriendo el poder que, encima, en el punto al que llegó la fractura de la coalición que debería sostenerlo, se le escurre como agua entre los dedos?

 

Acaso la pena esté pidiendo descansar. Acaso el Presidente esté esperando con ansias el momento de andar nuevos caminos para olvidar este, tan lleno de espinas. Acaso esté rogando que eso suceda pronto, dentro de un año y medio. Acaso haya querido avisar, a través de esa que sabemos todos, que no hay 2023 para él.

 

¿Será tan inteligente y tan organizado como para enviar un mensaje tan pero tan sutil o solamente le pintó cantar un rato, cebado por el clamor de la militancia social?

 

El Presidente no solo cantó. También habló y habló, por enésima vez, de la unidad como condición indispensable para poner "primero la gente". "Tenemos un deber central como sociedad que somos, que es estar unidos, más unidos que nunca, aunque el otro piense distinto. Los primeros que tenemos esa obligación somos los que decimos formar parte del movimiento nacional y popular". Le habló, se interpreta, a la vicepresidenta, con quien sigue sin siquiera hablarse. 

 

El debut del eslogan, el del nuevo Alberto, fue raro, metamensajes, especulaciones y falsos perros al margen.

 

Maximiliano Pullaro y Axel Kicillof. FOTO: Farid Dumat Kelzi / Red Boing.
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