La primavera europea ha energizado al presidente Alberto Fernández. Después de su martes de superacción, en el que eligió a medios españoles para chocar de frente con Cristina Kirchner y para lanzarse "definitivamente" a la reelección, este miércoles fue por más y mandó a avisar, a través de medios argentinos -los que el kirchnerismo definiría como hegemónicos-, que no va a tolerar rebeldías en uno de los temas más sensibles de su agenda: la suba de tarifas.
“Es una decisión política; quien no puede tomar esa decisión no puede seguir en el Gobierno”, citó Clarín una frase presidencial presuntamente dicha en la intimidad.
“Fue una decisión política y si alguien no puede tomarla, no va a poder seguir en el Gobierno”, dijo Fernández, también supuestamente en algún ámbito privado, según "reconstruyó" La Nación.
La estrategia comunicacional quedó clara: entrevistas para medios europeos, off the record para los argentinos.
Más allá de canales y formas, el fin es el mismo: después de meses de sostener el rumbo de su gobierno y a la mesa de gestión que lo lleva adelante pero evitando el choque frontal y poniendo las dos mejillas para recibir cachetazos cotidianamente, el Presidente decidió pasar al ataque en la pelea con la vicepresidenta -"debate de ideas", según CFK- y usar los destinos de la nueva gira europea como plataformas misilísticas.
El estorbómetro
El target del misil lanzado este miércoles por el Presidente es la tropa K que todavía controla la Secretaría de Energía, con el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, como principal exponente de la resistencia a la quita de subsidios a las tarifas.
Desde que se atrincheró en su despacho y repelío el embate de su jefe formal Martín Guzmán, quien intentó -sin éxito- desplazarlo de su puesto, Basualdo ocupa el puesto uno de personas no gratas para el equipo económico albertista, pese a que habóia sido el secretario de Comercio, Roberto Feletti, el apuntado por Aníbal Fernández por "estorbar" en vez de ayudar a la gestión.