“Sin Alberto de pie, no hay 2023 para nadie”. La frase se escuchó el jueves por la tarde entre la comitiva que recorría las galerías circulares del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, bajo los huesos de gliptodontes y los tigres dientes de sable. Por allí caminaban, rodeados de dirigentes del peronismo platense, el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y la diputada Victoria Tolosa Paz, entre otros.
La visita de Katopodis a La Plata tuvo todos los elementos: primero, la firma de un convenio para restaurar el Museo de la UNLP. Después, un plenario del PJ platense, en el que se comenzó a instalar la precandidatura de Tolosa Paz a la intendencia platense el año próximo.
“Nadie nos eligió para que seamos amigos sino para resolver los problemas. A la gente le importa tres pelotas si estamos peleados o no” lanzó, picante, Gabriel Katopodis micrófono en mano ante la audiencia platense, en la única referencia de la tarde al enfrentamiento con La Cámpora.
Fue en el cierre de una semana complicada, en la que las tensiones entre la Casa Rosada y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fueron in crescendo. El martes, La Cámpora vació el acto de apertura de sesiones, sin movilización y sin su jefe Máximo Kirchner. En las calles, las agrupaciones albertistas intentaban dar color militante, con banderas que rezaban “Fuerza Alberto”. Estuvieron, entre otros, el Movimiento Evita y Barrios de Pie, la CGT y el MUP, los pilares de la militancia callejera albertista.
Días después, el albertismo redobló la apuesta con el comunicado del renacido Grupo Callao, que habló de un acuerdo “indispensable” con el Fondo Monetario Internacional, saliendo al cruce del argumento que agita Kirchner.
Y el tercer movimiento en la semana fue la bajada de Katopodis y Victoria Tolosa Paza a La Plata.
La nueva estrategia del albertismo, cuentan, comenzó a cocinarse a mediados de febrero, en un encuentro “ampliado” en una quinta de Exaltación de la Cruz. Hubo unos 25 asistentes, entre ministros, legisladores y funcionarios de segundas líneas, entre los que destacaron Katopodis y Juan Zabaleta, a cargo de Desarrollo Social.
En medio de la pulseada por el acuerdo con el Fondo, el círculo chico ampliado del albertismo acordó allí trabajar coordinadamente para ganar músculo político, terminar de delinear una identidad propia y bajar al territorio para “puntear” la interna: contar los propios y construir puentes hacia los que podrían sumarse.
Pocos días después del encuentro, Alberto reactivó su agenda de apariciones públicas, con la visita a Mar de Ajó, recordada por los revolcones en la arena del Partido de La Costa intentando frenar un penal de un picadito playero.
La estrategia se define en una mesa chica que integran Katopodis, Zabaleta, Tolosa Paz, el canciller Santiago Cafiero y el diputado Eduardo Valdés que se reúnen con frecuencia semanal. La idea que comparten todos, repetida en los últimos encuentros, es que la confrontación con La Cámpora es abierta y que hay que robustecer y dar músculo político a Alberto para los dos años que quedan de gestión. “No hay ningún proyecto para 2023 si no entendemos eso. El Presidente tiene que ser una figura política competitiva”, repiten ahí.
Mientras Fernández se esfuerza por estrechar vínculos con un grupo de gobernadores que integran Ricardo Quintela, Ricardo Jalil, Oscar Herrera Ahuad y Gustavo Bordet, entre otros, en el albertismo ya hablan de la idea de conformar una mesa provincial y una mesa federal del espacio. El 2023 está a la vuelta de la esquina, y los próximos meses van a ser cruciales en el ordenamiento de la interna y la supervivencia como tal del Frente de Todos.