El camporista Horacio Pietragalla Corti convirtió su trabajo al frente de la Secretaría de Derechos Humanos en una plataforma desde la que impulsa la pelea contra la impunidad biológica de los genocidas y el abrazo simbólico a las víctimas de violencia institucional y sus familias; lidia con la frustración personal por el encierro de Milagro Sala y aboga por que en la alianza de gobierno que lo catapultó a su gestión pública reine la inteligencia. “Nadie se fue, nadie rompió, solo están sobre la mesa las ideas políticas. Con eso, hay que construir”, propone. Un equilibrista.
–A 46 años del inicio de la última dictadura y a dos años de haber asumido, ¿cómo evalúa el estado del proceso de juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad?
–Venimos de seis años en los que hubo claros retrocesos. A los cuatro años de neoliberalismo, donde el macrismo directamente discontinuó las políticas que se llevaban adelante desde la Secretaría integralmente, cuando asumimos empezaron dos años de pandemia. Durante casi todo el primer año la Justicia no funcionó. Luego se retomó de forma virtual, pero nada sucedió en el ritmo que buscamos.
–¿Cuál es la situación en comparación con lo ocurrido durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández?
–Estamos muy lejos de los procesos judiciales que se llevaron a cabo en esa etapa. Estamos tratando de ver cómo damos un salto cuantitativo y cualitativo en los juicios. Lo poco que se hizo durante el gobierno de Cambiemos fue gracias al compromiso de trabajadores y trabajadoras, a la resistencia de organismos de Derechos Humanos, de colectivos de sobrevivientes y familiares. Nos queda llevar a cabo un trabajo integral y en eso estamos. Paréntesis aparte, la Justicia...
–¿Qué pasa con la Justicia?
–La Justicia está lenta. Todavía no pudimos resolver cuestiones vinculadas a los tiempos que la Corte Suprema de Justicia no acelera. Si miramos quién está hoy en la Corte y vemos que Carlos Rosenkrantz era parte del esquema jurídico del Grupo Clarín, que su mujer tenía vínculos con la familia de (el dueño de Ingenio Ledesma) Carlos Blaquier, podemos entenderlo. Impulsar los juicios de lesa humanidad es una tarea compleja porque no está la voluntad política de ciertos sectores de la Justicia en avanzar.
–¿La hubo en algún momento?
–A nivel general, no. Hay muchos sectores del Poder Judicial que estuvieron siempre incómodos con el proceso de juzgamiento a los genocidas y aprovecharon el macrismo para dejarlo de lado.
–¿Cuál es la gran deuda en este tema?
–La responsabilidad civil económica de la dictadura es lo que falta revisar; las causas que tienen bajo la lupa a las grandes empresas que siguen teniendo el poder en el país. Estamos en este ida y vuelta en la causa contra Blaquier, por ejemplo. Ahí la Justicia jugó para dilatar la causa más de ocho años. Hoy estamos viendo si Blaquier está en condiciones de afrontar el juicio, pero queremos que comience, más allá de su figura. Para una sociedad como la jujeña, lo importante es que este juicio se pueda llevar adelante, que quede escrito en una sentencia el rol que tuvo el Ingenio en la persecución contra sus trabajadores. Además, hay otro civil acusado, el exadministrador del Ingenio Alberto Lemos. Es urgente que se lo juzgue para seguir escribiendo la historia sobre estos hechos.
–¿Se sintió cómodo en estos dos años de gestión?
–Me sentí habilitado a trabajar en todo sentido. Somos un gobierno amplio, un frente. Somos un país federal. Sabemos que a veces las provincias no acompañan las políticas de derechos humanos que lleva adelante el Gobierno.
–¿Cuál es la dificultad más grande que tuvo que afrontar?
–Llevo clavada la espina de que lo único que puedo hacer por Milagro Sala es acompañarla. No hay garantías ni justicia independiente en Jujuy y en el caso de Milagro se traduce en una persecución clara. Nos preocupa mucho. También nos preocupan las situaciones de violencia institucional que hay en algunas provincias.
–Es un tema de larga data. ¿Cómo se resuelve?
–Sabemos que estos dos años que quedan no nos van a alcanzar para dejar un cambio rotundo en este tema, pero apostamos al trabajo de concientización con señalizaciones en los escenarios donde sucedieron casos de gatillo fácil, acompañamiento a las familias con querellas y trabajando para que los gobiernos provinciales entiendan que lo primero que hay que tomar es una decisión política, para que después quede allanado el camino hacia el fin de la impunidad en estos casos.
–¿Es un problema de todos los gobiernos?
–Los casos de violencia institucional suceden en todos los gobiernos y la batalla no es contra las fuerzas de seguridad. Lo que estamos diciendo es que no queremos que haya personas que abusen de la autoridad que les da el Estado para cuidarnos. Hay gobernadores que lo entienden y hay otros que no quieren saber nada. Por la cantidad de denuncias que nos llegan, podemos decir que hay una política de lo que se dice mano dura bastante generalizada.
–¿Sala debe recibir una amnistía de parte del Gobierno?
–Más allá de lo que opine, la amnistía es una decisión del Presidente. Hemos hablado mucho sobre el tema. Esperábamos una respuesta del gobierno de Gerardo Morales, que no llegó. Doy fe de que se articuló y se trató de generar por las vías políticas una concientización de lo que estaba pasando con Milagro, del tinte político de su persecución y detención. En una sociedad como la jujeña, Milagro generaba cambios, era atrevida, es una mujer, es indígena, organizó a la gente, construyó vivienda. Lo que no le perdonaron es que saliera a jugar políticamente.
–¿Que Sala siga presa sumó al descontento que hay entre los diferentes sectores de la alianza oficialista?
–El presidente Alberto Fernández dio respuestas a cada uno de los reclamos por la situación de Milagro. Entiendo que no conforme a algún sector y la frustración sea grande. Yo mismo estoy frustrado. Vemos que el Poder Judicial jujeño tiene un posicionamiento ante Milagro que no es comparable con otras causas.
–Usted viene de La Cámpora. ¿Peligra su gestión al frente de la Secretaría si el Frente de Todos se rompe?
–Estamos en un momento en el que es y será cada vez más difícil que haya gobiernos puros, de una sola identidad política, por las circunstancias sociales y por las características particulares de la fragmentación del arco político. Dentro de los frentes hay disputas y tensiones, pero estoy convencido de que alimentan la construcción de una democracia cada vez más madura.
–¿No lo asustan las diferencias internas?
–No tienen que asustarnos. La mayoría de los grupos económicos, mediáticos, están apostando a la fractura del Frente de Todos, pero, si somos inteligentes, la discusión puede fortalecernos para que podamos construir realmente una alternativa diferente mandato tras mandato. Nadie se fue, nadie rompió, solo están sobre la mesa las ideas políticas. Con eso, hay que construir.