AMÉRICA 2022

El Castillo de arena que tambalea en Perú

El presidente no logra encaminar su gobierno. Nombró a su cuarto gabinete en seis meses. Corrupción, la izquierda que se distancia y el temor a la destitución.

En las alturas de Perú el tiempo parece no transcurrir de forma lineal, como en el resto del mundo. Desde 2016, cuando estalló la crisis política que arrasa con todas las figuras que se interponen en su paso, la relación tiempo-espacio parece detenida en un círculo infinito que se estrecha y del cual cada vez se hace más difícil salir. Ahora, una vez más, el presidente izquierdista Pedro Castillo sufre los embates de un sistema institucional corrompido y obsoleto que nadie logra controlar y sufre su peor momento desde que llegó al Palacio de Pizarro; la amenaza de la destitución vuelve a aparecer en el horizonte.

 

Este martes nombró a su cuarto gabinete en apenas seis meses de gobierno, un recuento que ejemplifica por sí solo la profundidad del problema. Esta vez, el estallido político, cuyas dimensiones son aún inciertas, llegó en dos partes. La primera, luego de la renuncia del ahora exministro del Interior Avelino Guillén, después de denunciar la falta de apoyo gubernamental en la lucha contra la corrupción policial y la inseguridad que azota al país. A su salida le siguió la de la primera ministra Mirtha Vásquez, quien en una entrevista apuntó contra el “entorno” del mandatario y al “desorden” del gobierno a la hora de combatir la corrupción. Con ella, el resto del equipo.

 

La segunda ocurrió cuando Castillo salió a buscar entre las esquirlas del sistema político parches para no abandonar el poder y formar un nuevo gobierno. En ese rejunte, ante la debilidad de su gobierno y la necesidad de ampliar el juego ante una oposición que acecha para destituirlo desde el Congreso, como ya lo intentó en noviembre, designó a Héctor Valer, un diputado de ultraderecha que se sumó recientemente al oficialismo como nuevo primer ministro. Duró menos de 100 horas en el puesto. Cayó a raíz de una serie de denuncias en su contra por violencia de género y doméstica y Castillo volvió a buscar nombres. Esta vez, con un nuevo problema: las denuncias que empiezan a crecer desde la izquierda aliada, que vio en él la posibilidad de modificar el modelo neoliberal heredado de la dictadura de Alberto Fujimori, y el inicio de manifestaciones de su propio electorado en su contra. El elegido fue Aníbal Torres, un hombre de declaraciones fuertes que no le escapa a las polémicas y que proviene del núcleo duro del presidente. Ahora deberá recibir el respaldo del Congreso, un paso que no será fácil y que puede profundizar los problemas.

 

En diálogo con Letra P, el politólogo y docente de la Pontificia Universidad Católica de Perú José Alejandro Godoy aseguró que las dificultades de Castillo se deben a una doble crisis. Por un lado, un conjunto de “reglas políticas inadecuadas que terminan siendo contraproducentes para generar consensos”. Esto se evidencia en el Poder Legislativo, compuesto por una sola cámara que reúne 130 bancas, donde ningún partido logra la mayoría para establecerse con fuerza y en la que hoy existen 11 fuerzas de las cuales la más importante es el oficialista Perú Libre con apenas 32 asientos. Por el otro, un problema de “representatividad” surgido de las elecciones: Castillo ganó la primera vuelta con solo el 18,9% de los votos y se impuso a Keiko Fujimori en el ballotage por una diferencia de 0,2% puntos.

 

Así, Castillo enfrenta su principal desafío: sobrevivir a la crisis política que parió cinco presidencias en los últimos cuatro años. Su mayor reto al llegar al poder no era realizar una reforma agraria o reformar el regresivo sistema impositivo -como había prometido-, era hacer pie en el barro sin bajar sus promesas de cambio. Hasta el momento, no solo no lo logró, sino que el camino se le empina cada vez más por el malestar que genera en sus propias filas aliadas y en su propio electorado.

 

Así, el futuro para Castillo es cada vez más sombrío ante fuerzas cercanas que se empiezan a diferenciar y a distanciar y ante una oposición que se afila los colmillos para evitar cualquier cambio que amenace su status quo tan preciado y acabar con la amenaza progresista del presidente que, por ahora, sigue siendo una amenaza débil. “Ha quedado tristemente demostrado que el presidente no está a la altura del cargo. Es hora de que evalúe con honestidad dar un paso al costado”, publicó en su editorial de este domingo El Comercio, el diario más importante del país.

 

“En Perú tenemos un triple problema: reglas que han quedado desfasadas para un sistema político que requiere cambios, una mala oferta política que lleva a personajes con prontuario a buscar acceder a puestos públicos y una ciudadanía que se desconecta de lo político porque considera que nadie atiende sus problemas”, analizó Godoy en conversación con este medio.

 

Este conjunto de dificultades explica tanto la llegada de Castillo como su probable salida anticipada. La relación institucional entre el Poder Ejecutivo y el Congreso se ha vuelto insostenible ante la ambición destituyente del segundo; un ofrecimiento de candidaturas débil que le permitió a Castillo llegar a la segunda vuelta a pesar de sufrir un gran desconocimiento -algunos canales de televisión no tenían su foto en las elecciones para presentarlo- y una apatía social que vio en él una posibilidad de representar a los sectores históricamente olvidados y que se encamina, nuevamente, a alejarse ante la decepción que crece.

 

La profunda crisis demanda una solución profunda. Las elecciones y los cambios de nombre demostraron no ser suficientes. Castillo conformó su nuevo gobierno, pero la amenaza y las dificultades persisten. Su promesa de reformar la Constitución para acabar con la heredada de la dictadura aparece como la mejor opción, pero no tiene ni la fuerza ni el apoyo para avanzar en ese camino. Hasta entonces, el gobierno de Castillo seguirá asentado sobre las arenas movedizas del sistema político que lo hunde de a poco. La salida no estará adelante, estará por arriba, pero para eso deberá buscar un impulso social y político que escasea cada vez más.

 

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