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Ahora, Sagasti: el moderado para sacar a Perú de la normalidad de la crisis

No estaba en sus planes ser presidente. Debe encauzar al país en medio de una crisis extrema y zafar del karma de sus antecesores. El Congreso, intratable.

Durante más de 24 horas, Perú vivió sin presidente. Más de un día tuvo que esperar para presenciar la jura de un nuevo mandatario en un momento de máxima tensión y de crisis superpuestas. Esta vez, la cuarta en cuatro años, el elegido fue Francisco Rafael Sagasti Hochhausler, un ingeniero de centro que tendrá la difícil y trascendental tarea de encauzar el país hacia las elecciones nacionales del mes de abril y entregar el poder de forma pacífica y democrática en julio. Son apenas cinco meses, pero, en el tortuoso campo de batalla nacional, es una eternidad.

 

Noviembre será un mes que pasará a la historia peruana. El 22 de este mes, pero del año 2000, Valentín Paniagua juró como presidente del Congreso y asumió como mandatario nacional luego de la huida de Alberto Fujimori a Japón. Dos décadas después, fue el turno del “Don Quijote” Sagasti tras la renuncia del empresario conservador Manuel Merino, quien había asumido apenas cinco días antes luego de la vacancia de Martín Vizcarra. Fueron tres presidentes en una semana y cuatro en cuatro años, un triste récord regional que, de todas maneras, no supera al argentino.

 

 

“Por nuestro país, por la juventud y por un mejor futuro para todos y todas, sí, juro”, dijo Sagasti con una bandera roja y blanca y una corbata morada, el color de su partido, sobre el pecho. El Congreso estaba casi vacío por los cuidados sanitarios generados por la pandemia de covid-19 y apenas a 20 kilómetros era enterrado Inti Sotelo, uno de los dos jóvenes asesinados durante la represión policial del sábado a la noche, que provocó la renuncia de Merino al día siguiente. Fue una foto de la película peruana: un congreso atomizado y cerrado a la calle, una sociedad movilizada e indignada y un nuevo presidente; un combo explosivo que no se desactiva desde hace cuatro años.

 

Francisco Sagasti es un intelectual moderado de 76 años que inició su carrera política partidaria en 2016 como uno de los fundadores del Partido Morado. No era su plan ser presidente, pero los 96 mil votos recibidos como candidato a congresista por Lima en enero fueron suficientes para llegar al Palacio de Gobierno. Fue su centrismo lo que le permitió ser la válvula de escape de un Congreso completamente desprestigiado que tiene a 68 de sus 130 integrantes investigados por la justicia por casos de corrupción, asesinato y torturas, entre otros delitos. Luego de una semana con las protestas más grandes de las últimas dos décadas, tras la muerte de dos jóvenes por la represión policial y en medio de la peor crisis económica y sanitaria del último siglo el Poder Legislativo necesitó dos sesiones extraordinarias y horas de discusión para llegar a un acuerdo.

 

La jornada del domingo evidencia la gravedad de la crisis. Durante la noche, ya con la renuncia de Merino, las fuerzas legislativas consensuaron a Rocío Silva Santisteban como presidenta -hubiera sido la primera mujer de la historia nacional- y a Sagasti como vice, pero algo falló y los votos no alcanzaron. Los intereses sectoriales y partidarios fueron más fuertes que el grito de la calle. El lunes, finalmente, Sagasti recibió los 97 votos necesarios para ser elegido y liderar una alianza multipartidaria compuesta por sectores progresistas y de extrema derecha coordinados por su centrismo prometedor.

 

La pandemia ha hecho de Perú el tercer país con la mayor cantidad de muertos por millón de habitantes del mundo y el FMI anticipa una caída del PBI del 13,9%, la segunda peor de la región después de Venezuela.

Desde Lima, en diálogo con Letra P, el precandidato a congresista por Nuevo Perú Sergio Tejada calificó estas dos semanas como “el estallido social” más importante de la historia reciente del país y aseguró que Perú pasó de “un gobierno usurpador de extrema derecha” a una “suerte de coalición amplia y democrática con una amplia participación de la clase media y los jóvenes”.

 

“El equilibrio es muy precario, porque es una minoría que llegó a esta situación por la fuerza de las circunstancias y la calle”, afirmó y anticipó que seguirá existiendo una “mayoría opositora que va a dificultar las relaciones entre los poderes del Estado” y encontrará, como “único contrapeso, a las movilizaciones en la calle”.

 

El objetivo de la nueva administración es concreto: superar la crisis, garantizar las elecciones del 11 de abril y entregar el gobierno el 28 de julio. Las circunstancias son complejas. Desde las elecciones de 2016 el Congreso ha marcado el ritmo político e institucional nacional a partir de intereses sectoriales y corporativos tan amplios como los negocios de educación universitaria privada, la explotación de los recursos naturales y la búsqueda de impunidad que han llevado a ciertos sectores de la clase política a abandonar la búsqueda de beneficios para la sociedad. Además, la pandemia ha hecho de Perú el tercer país con la mayor cantidad de muertos por millón de habitantes del mundo y el FMI anticipa una caída del PBI del 13,9%, la segunda peor de la región después de Venezuela.

 

Asumir en noviembre es la primera coincidencia entre Sagasti y Paniagua, pero el morado buscará la segunda: no ser investigado por la justicia cuando deje el cargo. Paniagua es el último presidente de Perú que no ha sido procesado o encarcelado tras dejar el poder: Alejandro Toledo, bajo fianza en EEUU; Alan García, suicidado antes de ser detenido; Ollanta Humala, liberado tras estar preso; Pedro Kuczynski, en prisión domiciliaria; Vizcarra, investigado por corrupción y Merino, por violar los derechos humanos como responsable de la represión del sábado. ¿Igualará Sagasti a Paniagua y alcanzará lo que debería ser una norma pero que en Perú es una anomalía política?

 

En septiembre, cuando Vizcarra se enfrentaba a su primera moción de vacancia, Letra P aseguró que su supervivencia no iba a ser motivo de festejo porque el sol no se tapa con una mano. “Hoy no es un día de celebración”, dijo Sagasti al jurar su cargo. Con su llegada, la crisis sistémica encontró un parche hasta las elecciones, pero el camino no será fácil. A Perú, salir de esta crisis va a costarle un Perú.

 

Omar Perotti, el gran apuntado por la debacle del peronismo en Santa Fe.
Victoria Villarruel y Javier Milei

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