La crisis entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en torno a Ucrania parecía este martes más cerca de provocar un enfrentamiento militar y generaba efectos disruptivos en los mercados de acciones, títulos públicos, granos y energía, un entorno que no deja indiferente a la Argentina. En ese contexto, dado por el conflictivo reparto de zonas e influencia en Europa del Este –un proceso en curso desde comienzos de la década de 1990, tras la caída de la Unión Soviética–, nuestro país podría resultar beneficiado por mejores precios en sus principales productos de exportación, pero la estabilidad cambiaria y la presión sobre el costo interno de los alimentos podrían devenir problemas de difícil manejo para el Gobierno.
El presidente ruso, Vladímir Putin, reconoció el lunes la independencia autoproclamada en 2014 en sendos referendos de las regiones de Lugansk y Donetsk, ambas partes de la región de Donbás y de población mayoritariamente rusoparlante.
Además, celebró acuerdos de amistad y protección mutua con estas, que se encuentran ubicadas en el este de Ucrania, junto a la frontera con Rusia, y aceptó el pedido de sus autoridades para proteger a la población civil que denunció como ataques del Ejército del gobierno de Kiev, algo que Putin calificó de "genocidio".
La tensión prebélica comienza a afectar a los mercados financieros, incluidos los de materias primas alimentarias y energéticas.
Uno de los principales mecanismos de contagio de esta crisis al mundo surge de lo que se conoce como "vuelo a la calidad" de los capitales financieros: ante el peligro, estos huyen de los mercados emergentes y se refugian en activos seguros, como el oro y los Bonos del Tesoro de Estados Unidos. Para hacerlo, se deshacen de colocaciones en las monedas locales de los emergentes y compran dólares para adquirir sus nuevas preferencias, propiciando devaluaciones de aquellas y un encarecimiento del billete verde a nivel global.
Esto, desde ya, puede tener algún coletazo en la Argentina, a través de presiones sobre el tipo de cambio oficial y, aun más, el paralelo legal, el "contado con liquidación". Este surge de operaciones bursátiles de compra de títulos públicos o acciones muy líquidas en pesos y su reventa en dólares, de lo que surge una cotización y que permite a empresas y particulares sacar dólares por fuera del cepo y sin afectar las reservas del Banco Central.
"Protegida" para bien y para mal por el cepo cambiario y excluida del mercado voluntario de deuda en divisas con su riesgo país propio de un Estado en default, Argentina se encuentra aislada y en buena medida al margen de este tipo de contagio. Es más, el lunes, las propias acciones de empresas nacionales rebotaron al alza, desacopladas de lo que ocurría en las bolsas mundiales: la de Moscú perdió casi 10% ese día – 22% en las últimas cinco ruedas– y las europeas cedieron más de 2%.
El hecho de que las cotizaciones de las compañías argentinas que cotizan en Nueva York –ADR– partan del cuarto subsuelo de la crisis permanente favorece un desacople que, en definitiva, encontrará límites. Sin embargo, los dólares paralelos podrían moverse al alza si la crisis escalara con acciones militares concretas.
Lo más relevante para el país pasaría por el precio de las materias primas, en especial los granos y otros alimentos de exportación, así como la energía.
Debido a las tensiones geopolíticas, la debilidad reciente del dólar y la sequía que afecta a productores importantes como Brasil y Argentina, las cotizaciones de la soja y el maíz crecieron en los últimos dos meses de 460 a alrededor de 600 dólares por tonelada y de 230 a unos 260, respectivamente. Los mejores precios ayudarán a compensar las pérdidas de rendimiento esperadas por las malas condiciones del clima, de entre 4,5 y 10%, de acuerdo con proyecciones de la Bolsa de Cereales.
Con semejantes valores, el saldo comercial podría superar los 5.000 o 6.000 millones de dólares esperados hasta hace poco para el año, lo que mejoraría las posibilidades del Banco Central de incrementar sus reservas, en línea con lo requerido por el FMI.
Por otro lado, una eventual interrupción del suministro de granos a través del mar Negro por el estallido de una guerra o por la imposición de sanciones de Occidente a Rusia afectaría a grandes productores de trigo –ese último país es el primero y Ucrania, el tercero– y de maíz.
No todo sería beneficio para el país. Ya se sabe qué pasa cada vez que suben con fuerza los precios internacionales de los alimentos: su impacto local se hace sentir en la mesa de los argentinos y las argentinas. Así, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, ya salió a instalar en el Gobierno el debate sobre eventuales incrementos de retenciones y sobre el establecimiento de cupos a las exportaciones de productos sensibles de modo de desacoplar sus valores internos de los internacionales. ¿A qué niveles escalaría el conflicto político con los productores y exportadores si se echara mano a esos recursos, en especial en un contexto de sequía que pega de manera desigual en las diferentes regiones?
La inflación nacional, que es superior al 50% y tiene causas propias, no da como para que factores externos la compliquen más, en especial cuando la de alimentos golpea especialmente a las familias más humildes.
Lo anterior implicaría más pobreza e indigencia y, para el Frente de Todos, enojo en su base electoral.
Algo similar ocurre con el costo de la energía, justo en momentos en que el Gobierno se prepara –en función del inminente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional– para sincerar las tarifas para los segmentos medios y altos de la población. El petróleo subió más del 3,5% el lunes y hacía lo propio este martes, totalizando una escalada del 10,5% en el último mes que llevó el barril a unos 95 dólares.
Si finalmente hubiera guerra en Ucrania, el flujo de crudo y de gas ruso hacia Europa Occidental podría cortarse, ya sea por decisión de Moscú como forma de presión, por sanciones internacionales que toquen el hueso de la economía rusa o como producto de los propios combates. Analistas internacionales temen que el petróleo suba a 150 dólares en el peor escenario, lo que le pondría presión extrema a la inflación de países centrales, elevaría los costos de sus empresas, reduciría el dinero disponible de las familias para otros consumos y lastraría el crecimiento de la economía.
¿Qué ocurriría en la Argentina? Si el Gobierno decidiera evitar el impacto de ese shock externo con subsidios, comprometería la reducción del déficit fiscal con el FMI. Si no lo hiciera, debería incrementar más las tarifas y comprometería el consumo popular en otros ítems y, con ello, una reactivación sostenida de la economía.
El conflicto con Ucrania por ahora escala y el cumplimiento de los escenarios trazados en esta nota dependen de que el choque de trenes no encuentre un freno diplomático. Más nos valdría que la crisis encontrara pronto un cauce diplomático.